EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.
Concentración vecinal contra el cantón de limpieza en Sangenjo 35 (Madrid)
Pues, sí, esto es lo que entienden determinados
gestores —que confunden cargo público con feudo privado— por mantener limpia la
ciudad. Concretamente, mediante los nuevos cantones de limpieza previstos en
zonas urbanas, como el que tienen intención de construir en calle Sangenjo 35,
que se encontrará bajo las terrazas de dos bloques de vecinos, literalmente
debajo —las vistas y el aroma cuando salgan a fumarse un piti van a ser
impagables—, con un pequeño pinar detrás —que, sospecho, a la larga arrasarán o
cuanto menos degradarán— y no sólo en mitad de casco urbano, sino en plena zona
residencial: con una biblioteca pública —y una parada de autobús, cabecera de
línea para mayores señas. Tela el gustito que va a dar esperar el transporte
público allí... — en frente, y un colegio, mejor dicho, dos, a cortísima
distancia. Eso por no hablar de los bares concentrados en la pequeña plaza que
hay justamente donde está ubicada la central térmica San Enrique, a las
mismísimas espaldas de este proyecto prodigioso…
Brillante plan que contribuirá al
desarrollo del barrio y al bienestar de los vecinos. ¿Pues no decía determinada
gente que lo que quieren es ayudar a los pequeños empresarios y emprendedores? Sospecho
que esos emprendedores están contentísimos en el barrio.
Esta es la concentración del sábado
pasado. Y no será la única. Ni la única medida a tomar en contra de este
despropósito.
Uno ha de hacerse oír en las calles,
efectivamente. Y la principal herramienta del ciudadano consiste, también, en hacerse
oír en las urnas. Entre urna y urna, por supuesto, la única opción no es bajar
la cerviz y acatar cualquier orden, razonable o no, que parta del poder. Porque
ciertas instituciones, mejor dicho, ciertos individuos —para citar a Serrat,
los que se manejan bien con todo el mundo— que, más que representarlas, las ocupan
y parasitan, no han entendido que éste, el poder, emana directamente del pueblo,
del ciudadano, del cual son o deberían ser escrupuloso representantes. De paso,
sensatos gestores a su servicio… Ahí es na.
Los toros no son lo mío, salvo pastando en
el campo. No obstante, creo que viene al caso: Manolete, Manolete… Si uno no
sabe ni gobernar rectamente según la razón y la moral, ni gestionar de forma
cabal, conviene que se dedique a otros menesteres o se quede en su casa. Pero
para eso, por supuesto, hay que invitar con educación a desalojar ordenadamente.
Ay, por favor, qué buen vasallo si tuviese
buen señor.
En las calles de Madrid los padres, improvisados renos, tiran de coloridos trineos en los que transportan a sus hijos. Hay quien se desplaza sobre esquís para comprar el pan y quien practica snowboard en cualquier cuesta. El barrio se ha convertido en improbable escenario para unos austeros juegos de invierno. En la Avenida de la Ilustración, tomada por los viandantes y vetada a los vehículos, se alcanzan los cincuenta centímetros de nieve. Los perros de pequeña alzada desaparecen engullidos por el insidioso algodón gélido, que hoy no parece tan efímero.
Filomena, otro episodio más fruto del cambio climático que negacionistas como el recalcitrante Trump se obstinan en ignorar, nos zarandea. Revisemos bien nuestro fondo de armario, no vaya a ser que en unos años estos escenarios propios de El día de mañana se vuelven cotidianos.
Misión arqueológica italiana (Pisa-Bolonia)
en Tell Afis, Siria 1996.
Si en Pisa me descubrí a mí
misma, en Siria, en Palmira, descubrí a Dios.
De Siria, amén de su salvaje
pero serena belleza —la belleza reposada de los años, del silencio en su
desierto sin horizonte—, en mi memoria, sobre todo, la sobrecogedora hospitalidad
de sus gentes, siempre solícitas con el peregrino. Esa hospitalidad a la que
hoy no correspondemos.
Han pasado, por encima de
todos nosotros, muchos años. Siria en 96… ¿Dónde estaréis hoy, compañeros?
Norias de Hama
Qal'at Sim'an, Iglesia de san Simón Estilita
La última mirada de Zenobia sobre Palmira, Herbert Gustave Schmalz
“El pueblo de mi padre dice que cuando nacieron el Sol y su hermana la
Luna, su madre murió. El Sol le ofreció a la Tierra el cuerpo de su madre, del
cual surgió la vida. Y de su pecho extrajo las estrellas y las lanzó hacia el
cielo nocturno en memoria de su espíritu. Ahí tiene el monumento a los Cameron.
Y también a mis padres”[1].
Por fortuna vive en uno de esos
pocos sitios donde la contaminación lumínica aún no impide contemplar las
estrellas. Mira hacia arriba y sonríe inconscientemente.
Cree haber descifrado el mensaje uniendo los puntos luminosos. “When the real mountain men are Kings…”[2], confirma la voz del MP3.Se dice que, en efecto, sin
duda, ése es el cielo de nuestros padres. Antes de emprender el
camino se concede unos segundos para admirar el prodigioso espectáculo. Apenas unos
segundos; el trayecto es largo y las cumbres esperan. Aún reina la noche cuando
abandona definitivamente el jardín y cierra tras de sí la cancela.
Transcurrida casi una hora de
marcha, súbitamente el cielo se incendia. Amanece. Ante ella se despliega en
todo su esplendor una nueva creación. Una cada nuevo día. Se detiene a presenciar,
en reverente silencio, el milagro que se renueva una y otra vez con cada
amanecer. Cada día el mismo. Y cada día único y diferente. Lo que hasta hace
unos instantes eran sólo sombras confusas se perfilan como enormes montañas de
contornos rotundos y nítidos, cuya majestuosidad el ojo no abarca.
Mira hacia lo alto, hacia donde
su voluntad aspira. Desde aquí abajo, llegar a ellas parece casi imposible. Ansiosa,
dirige su vista hacia las cumbres: enormes y lejanas. Inalcanzables e
inaccesibles… sólo en apariencia. Porque ella sabe –la experiencia se lo dice–
que en pocas horas habrá tocado el cielo. Con la práctica ha aprendido que cada
cosa requiere su tiempo, que la disciplina todo lo puede. En unas horas, ni
siquiera tantas, estará allí arriba, en esa meta que hace apenas un suspiro parecía
remota. Y ya no importará nada de lo dejará abajo. Porque es el ahora lo único
que cuenta. Quedarán atrás amarguras, desencantos y traiciones. Arriba, lejos
del mezquino mundo, mecida por el viento y protegida por las ramas, será ingrávida
e intocable. En el camino, habrá aprendido a conocerse a sí misma. En el camino,
se habrá vuelto recia como lo pinos que coronan las cumbres y generosa como los
castaños que cobijan audaces vuelos. Pues Ella
–el mejor ejemplo–, con níveo traje nupcial en invierno o vestida de invicto verde
en verano, siempre acoge maternal al peregrino.
Mientras, abajo quedará el
hombre. El hombre, que siempre defrauda. El hombre que, en su torpeza, sólo
sabe construir efímeros paraísos artificiales. Por eso las chispas iluminan el
cielo nocturno imitando burdamente el cielo estrellado. Es el resultado del devastador
fuego que avanza sobre las cabezas de los bomberos y agentes forestales. El
descomunal esfuerzo físico ya no conduce por las fértiles sendas del
conocimiento interior, sino por las áridas veredas de difícil acceso en las que
han sido encendidas las llamas para que su extinción resulte más compleja. Tal
vez, incluso, para poner en peligro las vidas de semejantes que en nada se
parecen. La recompensa de esos rostros curtidos y tiznados, de esos individuos
esforzados, devastados por el agotamiento y el desconsuelo, en el mejor de los
casos, consistirá en salvar el resto del monte y regresar a casa enteros.
Ante la infamia, ante la traición
perpetrada una y otra vez por unos pocos y la indiferencia de la mayoría, sólo
impotencia. También rabia. En respuesta, tras el extraordinario resplandor, el estremecedor
alarido hiende el cielo y retumba entre las paredes rocosas, ahora desnudas y
carbonizadas. Sus compuertas se abren y, de lo alto, deja caer el agua para
refrescar la reciente herida. Un nuevo diluvio. Tal vez una noble advertencia
que el hombre, sordo como siempre a todo lo trascendente, no sabe interpretar.
Igual que hormigas, allá abajo, corren a refugiarse. Y como las hormigas, bajo
la inmensidad del cielo, podrían ser aplastados un día. Aunque, en su inconsciente
arrogancia, siguen abusando de la paciencia infinita.
Contra el cielo, contra el mismo
cielo de nuestros padres, se recortan las montañas.
Ellas se alzaban aquí mucho antes de nuestra llegada. Y aquí seguirán –incluso
a pesar nuestro– cuando nosotros ya no estemos. Son las mismas que
vieron los romanos al pisar estas extrañas tierra. Muchos, los mismos árboles
–en pié aun viejos– que daban sombra a mi bisabuelo cuando se dirigía a la
Chorrera por una senda hoy intransitable. Porque el hombre, en su estupidez e
ignorancia, se va confinando entre estrechas fronteras. En lugar de derruirlos,
construye muros. Y en vez de abrir caminos, se los cierra.
Hacia el cielo se alzan
voluntades y aspiraciones; pero también humo y pavesas. Pues el hombre, en su recalcitrante
mezquindad, busca obstinado el suelo: la satisfacción fácil, inmediata y
pasajera. Se deja deslumbrar por el ilusorio fulgor del espejismo, del vil metal
o la complaciente soberbia.
Y cuando, a fuerza de tropezar obstinadamente
sobre la misma piedra, ya no quede nada, será un fundido en negro.
***
Este verano los incendios se han
sucedido uno tras otro por toda la geografía española. El territorio extremeño
no ha constituido una excepción. En concreto, en el término municipal de
Hervás, sólo a finales de agosto, tres incendios en días consecutivos: la noche
del 24, en fincas privadas de La Solanilla; la tarde del 25, entre Hervás y
Aldeanuela del Camino y, finalmente, la noche del 26, en lo alto de la sierra
–un fuego aparentemente con varios focos que se inició hacia media noche sin la
intervención de rayos, y en cuya extinción seguramente no colaboró el fuerte
viento–. Veníamos, ya, de otro incendio declarado el 9 de agosto en las
proximidades del Pinajarro. Aciago recuento del que no podemos sentirnos
orgullosos.
***
Contra el cielo de nuestros
padres se recortan las llamas y sobre los montes de nuestros hijos se acumula la
estéril ceniza negra. Ésta, si no hacemos algo, seguirá siendo nuestra sombría herencia.
[1]De la película El último mohicano, adaptación
cinematográfica de la homónima novela de James Fenimore Cooper rodada en 1992
por Michel Mann.
Salomé Guadalupe
Ingelmo, “Cielos de Hervás: Amanece en la noche oscura del
alma”, en Cielos de Extremadura.
Extremadura en la red: blogs y fotografía de naturaleza, José Manuel López
Caballero y Atanasio Fernández García coords., Dirección General de Turismo Junta de Extremadura – Fundación Xavier de
Salas eds., 2017, pp. 226-231.
Ignacio González, ex presidente
de la Comunidad de Madrid: "El
principal riesgo que tienen los niños en la Comunidad de Madrid de malnutrición
es la obesidad infantil".
En debate parlamentario a mediados
de diciembre de 2014, Ignacio González, asegurando que la crisis ya era cosa
del pasado y el verdadero problema de los niños madrileños consistía en que
estaban demasiado gordos, se negaba a aceptar la propuesta realizada en la
Asamblea de Madrid por el líder del PSM, Tomás Gómez, de abrir los comedores escolares
en Navidad para todos aquellos niños y niñas en riesgo de pobreza infantil y
carencias severas.
Me pregunto cuándo
nos extraviamos
En qué desvío nos perdimos
y nunca más nos encontramos.
Cuándo renunciamos a los valores,
los principios, la conciencia…
Y además
comenzó a resbalarnos.
Cuándo toda esta podredumbre
dejó de agredirnos al olfato.
Cuándo se nos olvido definitivamente
en qué consiste un ser humano.
(S.G.I, Madrid, 24 abril 2017)
Léon Bonnat, Adán y Eva llorando la muerte de Abel
Hace poco
celebrábamos el centenario de Platero y
yo, pero a escasos días de Navidad nos despertamos con la noticia de que un
salvaje ha causado la muerte de un burrito de meses en Lucena. A cuanto parece,
para algunos esto es el espíritu navideño. Obviamente al “gracioso” que protagonizó
la hazaña de saltarse la seguridad del Belén del que el animalito formaba
parte, la obra de Juan Ramón Jiménez ha de traerle al fresco: la ternura de la
bestezuela no le produce ni calor ni frío. Pero el verdadero problema, lo
realmente grave, no reside en sus gustos literarios, sino en la absoluta
insensibilidad ante la vida animal, que no deja de ser vida ajena. Cómo se
puede sentir una persona normal al saber que ha causado la muerte de un ser
vivo que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos, un animal que no ha podido
superar el trauma de los golpes y el esfuerzo, el peso de una mole de ciento
cincuenta quilos sobre una espalda aún endeble. La cuestión es que una persona
normal nunca haría algo así. A una persona normal, en un país normal, se la
habría educado en el respeto: en el respeto hacia las normas que dictan no
saltarse una barrera y en el respeto hacia la naturaleza, que dicta no masacrar
cuanto nos rodea. A una persona normal, en un país normal, se la habría educado
para intentar convivir en el respeto hacia otras formas de vida. Pero en
nuestro país aún hay muchos individuos que desprecian cuanto no comprenden, que
cosifican a los animales y, por tanto, los maltratan sin pudor ni
remordimiento. Qué más da la muerte de este bebé de pollino, si el héroe ya
tiene en su móvil la foto que buscaba a toda costa: orondo y obscenamente
sonriente a lomos del Platerillo, tan blando por fuera como hecho de algodón,
que moriría horas más tarde.
Por motivos
obvios, en los medios de comunicación las fotos se muestran veladas, pero de
seguro bastaría mirar los ojos de ambos protagonistas para descifrar sin ayuda
cuál es la víctima y cuál el verdugo.
Mientras
sigamos permitiendo y justificando el maltrato animal, disfrazándolo a veces
incluso de fiesta tradicional, no podremos considerarnos un país desarrollado.
Monje con asno, por Antonio Casanova Estorach
George Harrison and Eric Clapton, While my guitar gently weeps
Aquí va, con un poco de retraso pero
también con mucho amor, mi participación en la publicación Turismo cultural y patrimonio natural en Extremadura.
Extremadura en la red: blogs y fotografía de naturaleza, coordinada por nuestros compañeros José Manuel López
Caballero y Atanasio Fernández y editada gracias a la Dirección General de
Turismo de la Junta de Extremadura y a la Fundación Xavier de Salas.
Ha sido un privilegio verse rodeada de autores tan especiales.
Gracias a todos vosotros por vuestro esfuerzo y entusiasmo. La nuestra es una
tierra hospitalaria, siempre dispuesta a acoger al peregrino, y creo que así la hemos
pintado.
GRANADILLA
VESTIGIOS DE UN NAUFRAGIO
Salomé Guadalupe Ingelmo
Granadilla: A un mar interior
En
las casas abandonadas,
o
restauradas,
se
adivinan murmullos sin cuerpo,
sonidos
amortiguados,
como
ahogados por el líquido elemento.
Dicen,
de quienes reconstruyen el pueblo.
Pero
yo intuyo, sé,
que
llegan de otro tiempo.
(S. G. I., Hervás, 11 de agosto de 2011)
La muralla que
separa ambos mundos, pasado y presente, domina sus ruinas: laberinto de
callejuelas donde perderse. Pareciera víctima de una sigilosa guerra que todo
lo hubiera arrasado sin consideración. Y sin embargo no está vencida; un pueblo
se levanta de sus cenizas por voluntad, con trabajo y esfuerzo. Por orgullo y
dignidad, se levanta. Quizá agonice, pero nunca muere a manos de otros. O se
suicida o anda. Y ella no se ha rendido del todo. Ni a pesar de todo. El hombre
es animal que carece de memoria. Por eso continúa allí, en pie. Tozuda, reacia
a alimentar el hambre insaciable del olvido: museo vivo, martillo contra el
yugo que oprime.
Hace décadas
que la quimera del mar le lame los pies. A veces se engalana, cubre sus muros
de
conchas… Pero aún se resiste pudorosa a un idilio que intuye insidioso. Ella
no olvida: ansía lo que ya no puede tener, la tersa llanura que yace medio
ahogada a sus plantas, sobre un fondo en calma donde no habita el sonido. Ansía
una piel erizada de tercas encinas y alcornoques, como una barba incipiente:
áspera pero familiar. Ya no volverá. No importa cuánto pueda esperar, no secará
el pertinaz sol los fluidos derramados. Sólo permanecen los lánguidos
eucaliptos, extranjeros nostálgicos de desconocidos continentes a la deriva. En
junio, los pétalos ajados de las jaras nievan el duro suelo. Vuela por el aire
el canto de un cisne, el último.
Visto por ojos
profanos, diríase un paisaje lunar, yermo. Pero los mulos rumian al amor de sus
muros, y los lechones juguetean ociosos en el barro. El gamo de mirada tierna
observa asombrado la vida que se acelera más allá de las murallas: parecieran
cárcel y quizá simplemente sean refugio. Imprevisibles, brotan pequeños
vergeles del suelo calcinado: los huertos donan frescor y los frutales, sombra bajo
la cual posar unas palabras. En sus recovecos se detiene el tiempo. Los
asientos son de piedra: no hay urgencia para el caminante.
Granadilla,
fundada en 1170 por Fernando II, desde 1980 declarada Conjunto
Histórico-Artístico, fue desalojada en los años cincuenta tras ser declarada
zona inundable por la construcción del embalse Gabriel y Galán. Las familias
campesinas, despojadas de sus tierras, hubieron de abandonar el pueblo, que se
convirtió en un fantasma. Sus olivos soñaban bajo el agua el pronto regreso.
Pero las vidas de los últimos resistentes naufragaban en una isla cada día más
pequeña: el mundo exterior parecía ajeno a la tragedia.
Desde 1984 Granadilla
forma parte del programa “Recuperación y utilización educativa de pueblos
abandonados”. Jóvenes estudiantes lo rehabilitan: lo animan otra vez voces
nuevas. No obstante en el Día de Difuntos los antiguos habitantes, los vivos y
quizá los muertos, regresan a su tierra.
Salomé Guadalupe Ingelmo, “Granadilla. Vestigios de un
naufragio”, en José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández
y (Coord.), Turismo cultural y patrimonio natural en Extremadura.
Extremadura en la red: blogs y fotografía de naturaleza, Dirección General
de Turismo Junta de Extremadura – Fundación Xavier de Salas, 2014, pp. 114-118.
Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos. (Rabindranath Tagore)
¡Alabad el árbol que desde la carroña sube jubiloso hacia el cielo! (Bertolt Brecht)
Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol. (Martin Luther King)
Quien no ha visto en la carretera el alba, entre dos hileras de árboles, fresca y viva, no sabe qué es la esperanza. (Georges Bernanos)
Vosotros taláis los árboles para construir edificios que albergarán a los hombres que se han vuelto locos por no haber podido ver los árboles. (James Thurber)
Quien planta árboles está al lado de la eternidad. Nuestra codicia legítima de más bosques es la búsqueda de una humanidad más humana. (Joaquín Araújo)
Estupidez humana. Humana sobra, realmente los únicos estúpidos son los hombres. (Jules Renard)
De los tres enormes castaños que surgían al pie de un padrón en el Castañar del Duque, en la senda que enlaza la pista principal que va de Hervás a Gargantilla con la carretera que conduce al Puerto de Honduras, ya sólo quedan dos. Uno de ellos no ha resistido, quizá, la embestida del viento. Sus raíces, carcomidas, ahora miran al cielo. En su caída, involuntariamente, ha arrastrado algún castaño más joven. Los dos supervivientes honran al compañero coronándose de verdes hojas. Aunque su tenaz follaje parece languidecer por momentos.
REQUIEM
Calla el bosque sobrecogido:
mudos los pájaros por respeto.
Hoy la niebla cubre el sol.
Las campanas suenan a muerto.
El tronco lleno de arrugas
yace tendido en el suelo.
Ya no coronará el verde tus ramas,
ni dormitarás otro invierno.
Al fin ha rendido sus armas
el infatigable caballero.
Duerme un sueño profundo.
Descansa hasta el final de los tiempos.
Espera, gigante, en la otra orilla
a los restantes dos mosqueteros
(S. G. I. Hervás, 2 de agosto de 2011)
Para escuchar a Loreena Mckennitt interpretando The Two Trees
EN MIS RECUERDOS
Uno de los lugares que yo más visitaba de niña,
en las tardes soleadas,
en lugar de dormir la siesta.
Mientras el mundo se arropaba con el sopor,
los pies pequeños, en el agua transparente:
besaban los dedos esos guijarros del fondo
que hoy ya no se encuentran.
Sé que hubo una vez ranas,
aunque ahora podría no ser cierto.
Sé que un tiempo volaron libélulas.
Pero ya nada que tenga alas y haya podido escapar
queda.
Uno de los lugares que yo más visitaba de niña,
aquel año que me hospedé "en cá la Ino".
Qué tiempos. ¿Recuerdas?
Se me escapaban las tortugas por el huerto.
Se escondían entre las algas de la acequia.
Y aquel día que bajó la punta de vacas bravas,
y una llamó a nuestra puerta...
Querida Emi, ¿recuerdas?
Y ¿dónde,
dónde está aquel lugar
que yo más visitaba de niña
en las tardes sin siesta? (S. G. I. Madrid, 7 de marzo de 2011)
Para escuchar a Carmen Consoli interpretando L’eccezione
Soffro nel Sufro al vederti infrangere verte hacer pedazos i principi sui quali era salda los principios sobre los cuales se asentaba firme un'esemplare dignità. una dignidad ejemplar Condizione Condición inammissibile, inadmisible la discutibile urgenza la discutible urgencia per cui è indispensabile por la cual es indispensable uniformarsi alla media. adecuarse a la mayoría.
Si dice che ad ogni rinuncia Se dice que a cada renuncia corrisponda una contropartita corresponde una contrapartida considerevole, considerable. ma l’eccezione alla regola Pero la excepción a la regla insidia la norma. insidia la norma. Se vero che ad ogni rinuncia Si es cierto que a cada renuncia corrisponde una contropartita corresponde una contrapartida considerevole, considerable, privarsi dell’anima privarse del alma comporterebbe comportaría una lauta ricompensa. una pingüe recompensa.
Soffro nel Sufro al vederti compiere verte ejecutar bizzarre movenze grotescos movimientos indotte inducidos da un burattinaio scaltro. por un titiritero astuto.
Credi sia ¿Crees que es una scelta ammirevole una elección admirable fuggire lo sguardo escapar de la mirada severo e vigile severa y vigilante della propria coscienza? de la propia consciencia?
Si dice che ad ogni rinuncia Se dice que a cada renuncia Se vero che ad ogni rinuncia Si es cierto que a cada renuncia
corrisponda una contropartita corresponde una contrapartida considerevole, considerable. ma l’eccezione alla regola Pero la excepción a la regla insidia la norma. insidia la norma. corrisponde una contropartita corresponde una contrapartida considerevole, considerable, privarsi dell’anima privarse del alma comporterebbe comportaría una lauta ricompensa. una pingüe recompensa.
Se vero che ad ogni rinuncia Si es cierto que a cada renuncia corrisponde una contropartita corresponde una contrapartida considerevole, considerable, privarsi dell’anima privarse del alma comporterebbe comportaría una lauta ricompensa. una pingüe recompensa. (Carmen Consoli) (traducción de S. G. I.)