Concentración vecinal contra el cantón de limpieza en Sangenjo 35 (Madrid) |
Pues, sí, esto es lo que entienden determinados
gestores —que confunden cargo público con feudo privado— por mantener limpia la
ciudad. Concretamente, mediante los nuevos cantones de limpieza previstos en
zonas urbanas, como el que tienen intención de construir en calle Sangenjo 35,
que se encontrará bajo las terrazas de dos bloques de vecinos, literalmente
debajo —las vistas y el aroma cuando salgan a fumarse un piti van a ser
impagables—, con un pequeño pinar detrás —que, sospecho, a la larga arrasarán o
cuanto menos degradarán— y no sólo en mitad de casco urbano, sino en plena zona
residencial: con una biblioteca pública —y una parada de autobús, cabecera de
línea para mayores señas. Tela el gustito que va a dar esperar el transporte
público allí... — en frente, y un colegio, mejor dicho, dos, a cortísima
distancia. Eso por no hablar de los bares concentrados en la pequeña plaza que
hay justamente donde está ubicada la central térmica San Enrique, a las
mismísimas espaldas de este proyecto prodigioso…
Brillante plan que contribuirá al
desarrollo del barrio y al bienestar de los vecinos. ¿Pues no decía determinada
gente que lo que quieren es ayudar a los pequeños empresarios y emprendedores? Sospecho
que esos emprendedores están contentísimos en el barrio.
Esta es la concentración del sábado
pasado. Y no será la única. Ni la única medida a tomar en contra de este
despropósito.
Uno ha de hacerse oír en las calles,
efectivamente. Y la principal herramienta del ciudadano consiste, también, en hacerse
oír en las urnas. Entre urna y urna, por supuesto, la única opción no es bajar
la cerviz y acatar cualquier orden, razonable o no, que parta del poder. Porque
ciertas instituciones, mejor dicho, ciertos individuos —para citar a Serrat,
los que se manejan bien con todo el mundo— que, más que representarlas, las ocupan
y parasitan, no han entendido que éste, el poder, emana directamente del pueblo,
del ciudadano, del cual son o deberían ser escrupuloso representantes. De paso,
sensatos gestores a su servicio… Ahí es na.
Los toros no son lo mío, salvo pastando en
el campo. No obstante, creo que viene al caso: Manolete, Manolete… Si uno no
sabe ni gobernar rectamente según la razón y la moral, ni gestionar de forma
cabal, conviene que se dedique a otros menesteres o se quede en su casa. Pero
para eso, por supuesto, hay que invitar con educación a desalojar ordenadamente.
Ay, por favor, qué buen vasallo si tuviese
buen señor.
Hay gente de la que no puedo entender, por qué se le ha votado y lo que es peor, por qué se le sigue votando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues ahí está, querido Alfred, que, en este país, se es partidista a toda costa: yo voto a los míos, porque son los míos, aun a costa de tirar piedras en mi propio tejado. El culmen de la irracionalidad. Peligrosísimo. Así nos va, claro. Es manifiesta la ausencia total de espíritu crítico o traza alguna de sensatez, no ya democrática, sino sencillamente dirigida a la más básica supervivencia. En efecto, creo que la especie anda en franca decadencia y se está ganando a pulso la extinción que cada día intuyo más cercana. Y no te hablo ya como escritora de terror y ciencia ficción, sino como mera observadora imparcial. Si me apuras, y esto da más miedo aún, incluso como historiadora. Achuchones fuertes, que andamos muy necesitados de ánimos.
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