EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.
Paso de las Termópilas,
480 a.C,
un puñado de griegos, a pesar de la traición y aun sabiéndose sin esperanzas, resistían
heroicamente impidiendo el ingreso en Grecia. Dos días enteros de batalla,
librada tras cinco de dura resistencia contra la poderosa maquinaria del
imperio persa. Doscientos setenta mil hombres contra apenas mil quinientos.
Cualquier cosa con tal de salvaguardar la dignidad y la libertad de las polis,
la cuna de la democracia extendida después por todo el mundo que había de tenerse
por civilizado. Leónidas y sus trescientos, así como la mayor parte del resto
de soldados griegos, murieron; pero su sacrificio ofreció tiempo y sirvió de
ejemplo, infundió valor en su pueblo, que reorganizó sus fuerzas y logró vencer
al soberbio Jerjes en Salaminas. Dicen que la historia es un círculo que se
repite tercamente. Hoy, más que nunca, me gustaría creerlo.
Nota:
El bushidō o "camino del
guerrero" es un código ético que exige honor y lealtad hasta la muerte y
rige la conducta del guerrero japonés para hacer de él un hombre o una mujer
noble, alguien capacitado para comandar y guerrear sin perder la humanidad ni
sus valores. Las siete virtudes del bushidō
son la justicia, el coraje, la benevolencia, la cortesía, la sinceridad, el
honor y la lealtad.
Durmió. Más
por hastío que por verdadero sueño. Más por evadirse que por perseguir el
inalcanzable descanso. Estaba rendido; se dijo que esconder la cabeza bajo la
cobija, abandonarse en brazos de la indolencia, de la absorbente blandura del olvido,
sería delicioso y reparador. Reconfortante pausa de la diaria contienda.
Parecía tan buena idea… Un día cerró los ojos sin más y cortó los puentes con
la realidad. La lucidez apagó la luz y se deslizó plácidamente hacia el lugar
más oscuro de la conciencia. Se replegó al bastión inexpugnable de la
indiferencia, donde ‒pensaba‒ ya nada podría alcanzarle. Durmió con una
contumacia cercana a la muerte. Durmió de un tirón un sueño opresor y adulterado.
Un sueño inducido y artificial: un sueño inoculado y dirigido. Un sueño
incalculable y de incalculables consecuencias. Durmió, lo suficiente para
perder la noción del tiempo, un sueño sin sueños. Durmió, hasta olvidarse de sí
mismo, un sueño pegajoso y asfixiante. Un sueño parasitario que le desgastó en
lugar de repararle. Y un día, sin más, despertó. Volvió exactamente como se
había ido. Abrió los ojos sin saber muy bien por qué, sin causa aparente. Despertó
y se descubrió en un paisaje desconocido. De familiar, sólo la profunda huella
que su cabeza había dejado en el suelo: un enorme hueco vacío, sima
insoslayable, insalvable abismo, único testigo de los años perdidos en un letargo
estéril. Alrededor, oscuridad y silencio. Y pudo ver fosa pero vio
seno: matriz expectante y prometedora. Se dijo que la nada es también
oportunidad para otro comienzo. Y proyectó llenar ese pozo con un mundo distinto
al que había conocido, uno mejor concebido y más proporcionado, donde cada
elemento tuviese su lugar y éste fuese respetado; donde todo cupiese en armonía.
Se desperezó y miró hacia lo alto, pero ya no había sol ni cielo. “He dormido
demasiado”, dijo. “Ahora es necesario construir de nuevo”.
(S. G. I., Madrid, 26 de mayor de 2015)
Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, Salvador Dalí
Freedom, interpretado por Anthony Hamilton & Elayna Boynton
Se despertó sobresaltado: en el sueño se ahogaba en un río
de palabras contenidas que no alcanzaba a seguir tragando. Abrió los ojos y no vio. Ninguna luz se filtraba por las
estrechas rendijas; los días habían ido volviéndose paulatinamente grises. El
otoño avanzaba sin remisión sobre los cuerpos, despojándolos como a los
árboles. Al otro lado del cristal –tan cerca pero tan lejos– bandadas de plumas
blancas emprendían el vuelo. El sudor se le antojó mortaja y añoró el frío de
los neveros. Dudó. Sólo por un instante. Miró hacia atrás y no reconoció la
tierra. Vio que ya no merecía el esfuerzo. Definitivamente comprendió: estaba a
tiempo de migrar en sentido inverso.
¡Pero sí! ¡El “idolum” es la imagen del espejo! Venancio pensaba en griego, y en esa lengua, todavía más que en la nuestra, “eidolon” es tanto imagen como espectro, y el espejo nos devuelve nuestra imagen deformada, que nosotros mismos, la otra noche, confundimos con un espectro.
Aquí va, con un poco de retraso pero
también con mucho amor, mi participación en la publicación Turismo cultural y patrimonio natural en Extremadura.
Extremadura en la red: blogs y fotografía de naturaleza, coordinada por nuestros compañeros José Manuel López
Caballero y Atanasio Fernández y editada gracias a la Dirección General de
Turismo de la Junta de Extremadura y a la Fundación Xavier de Salas.
Ha sido un privilegio verse rodeada de autores tan especiales.
Gracias a todos vosotros por vuestro esfuerzo y entusiasmo. La nuestra es una
tierra hospitalaria, siempre dispuesta a acoger al peregrino, y creo que así la hemos
pintado.
GRANADILLA
VESTIGIOS DE UN NAUFRAGIO
Salomé Guadalupe Ingelmo
Granadilla: A un mar interior
En
las casas abandonadas,
o
restauradas,
se
adivinan murmullos sin cuerpo,
sonidos
amortiguados,
como
ahogados por el líquido elemento.
Dicen,
de quienes reconstruyen el pueblo.
Pero
yo intuyo, sé,
que
llegan de otro tiempo.
(S. G. I., Hervás, 11 de agosto de 2011)
La muralla que
separa ambos mundos, pasado y presente, domina sus ruinas: laberinto de
callejuelas donde perderse. Pareciera víctima de una sigilosa guerra que todo
lo hubiera arrasado sin consideración. Y sin embargo no está vencida; un pueblo
se levanta de sus cenizas por voluntad, con trabajo y esfuerzo. Por orgullo y
dignidad, se levanta. Quizá agonice, pero nunca muere a manos de otros. O se
suicida o anda. Y ella no se ha rendido del todo. Ni a pesar de todo. El hombre
es animal que carece de memoria. Por eso continúa allí, en pie. Tozuda, reacia
a alimentar el hambre insaciable del olvido: museo vivo, martillo contra el
yugo que oprime.
Hace décadas
que la quimera del mar le lame los pies. A veces se engalana, cubre sus muros
de
conchas… Pero aún se resiste pudorosa a un idilio que intuye insidioso. Ella
no olvida: ansía lo que ya no puede tener, la tersa llanura que yace medio
ahogada a sus plantas, sobre un fondo en calma donde no habita el sonido. Ansía
una piel erizada de tercas encinas y alcornoques, como una barba incipiente:
áspera pero familiar. Ya no volverá. No importa cuánto pueda esperar, no secará
el pertinaz sol los fluidos derramados. Sólo permanecen los lánguidos
eucaliptos, extranjeros nostálgicos de desconocidos continentes a la deriva. En
junio, los pétalos ajados de las jaras nievan el duro suelo. Vuela por el aire
el canto de un cisne, el último.
Visto por ojos
profanos, diríase un paisaje lunar, yermo. Pero los mulos rumian al amor de sus
muros, y los lechones juguetean ociosos en el barro. El gamo de mirada tierna
observa asombrado la vida que se acelera más allá de las murallas: parecieran
cárcel y quizá simplemente sean refugio. Imprevisibles, brotan pequeños
vergeles del suelo calcinado: los huertos donan frescor y los frutales, sombra bajo
la cual posar unas palabras. En sus recovecos se detiene el tiempo. Los
asientos son de piedra: no hay urgencia para el caminante.
Granadilla,
fundada en 1170 por Fernando II, desde 1980 declarada Conjunto
Histórico-Artístico, fue desalojada en los años cincuenta tras ser declarada
zona inundable por la construcción del embalse Gabriel y Galán. Las familias
campesinas, despojadas de sus tierras, hubieron de abandonar el pueblo, que se
convirtió en un fantasma. Sus olivos soñaban bajo el agua el pronto regreso.
Pero las vidas de los últimos resistentes naufragaban en una isla cada día más
pequeña: el mundo exterior parecía ajeno a la tragedia.
Desde 1984 Granadilla
forma parte del programa “Recuperación y utilización educativa de pueblos
abandonados”. Jóvenes estudiantes lo rehabilitan: lo animan otra vez voces
nuevas. No obstante en el Día de Difuntos los antiguos habitantes, los vivos y
quizá los muertos, regresan a su tierra.
Salomé Guadalupe Ingelmo, “Granadilla. Vestigios de un
naufragio”, en José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández
y (Coord.), Turismo cultural y patrimonio natural en Extremadura.
Extremadura en la red: blogs y fotografía de naturaleza, Dirección General
de Turismo Junta de Extremadura – Fundación Xavier de Salas, 2014, pp. 114-118.
Los principios
son impermeables a enjuagues circunstanciales o simplemente no son. De hecho,
una vez ensuciados, resulta inútil pretender lavarse las manos. Puedes
restregar con ahínco; a la conciencia pertenecen siempre las manchas más
tenaces.
Salomé
Guadalupe Ingelmo
Diógenes con su linterna buscando un hombre honrado, por Jacob Jordaens
Sin la
tolerancia y la indulgencia, sin la equidad y la prudencia, el ser humano se
convertiría en una simple caricatura de su naturaleza. Los de juicio ligero e
inflexible hacia el prójimo pero laxo hacia ellos mismos, los que critican raudos
en otros sus propios defectos ‒entorpecida la vista por la viga de su ojo‒, han
quedado reducidos a meros apéndices de su soberbia lengua.
Reza la
leyenda que George Clinton, fundador de las bandas Parliament y Funkadelic, le
dijo a Eddie Hazel durante una sesión de grabación: “toca como si tu madre
acabara de morir”. Y así nació Maggot
Brain. Hazel, que sólo tenía veinte años, se aferró a la guitarra en un
solo de más de diez minutos que se recuerda como uno de los más sobrecogedores
de la historia de la música. Como si no le quedase otra cosa en el mundo. Como
si le acabasen de amputar una parte esencial y en la prolongación de su
guitarra, esa fiel compañera desde la infancia, buscase consuelo. Nacida de la
ficción, Maggot Brain, se revela
desgarradoramente sincera. “El poeta es un fingidor que finge constantemente, que hasta finge que es dolor, el dolor que
en verdad siente”, decía Pessoa.
Muchos
músicos, fascinados por su fuerza, han decidido interpretarla. Desafortunadamente
Eddie Hazel murió en 1992, a
consecuencia de su abuso de las drogas y el alcohol; pero aún hoy, a casi
catorce años de su composición, Michael Hampton, también miembro de
Parliament-Funkadelic, la sigue tocando en sus conciertos. Y el público sigue emocionándose
como el primer día. Porque esos acordes eran sinceros cuando Hazel imaginó que
su madre moría. Tanto como lo siguen siendo hoy. Salieron del corazón y del
corazón se siguen adueñando. En efecto algo muere cuando la escuchas. Quizá,
más bien, deseas volver a escucharla cuando algo ha muerto. Hoy regreso una y
otra vez a Maggot Brain. No puedo
negarlo, es día de difuntos.
(S. G. I., Madrid, 1 de noviembre de 2014)
El pecado, Julio Romero de Torres
Michael Hampton, Maggot Brain
Lili Haydn, Maggot Brain
Carlos
Santana, Maggot Brain
George Clinton
& Parliament Funkadelic, Maggot Brain