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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

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AL CAMINAR SOBRE LAS ASCUAS

Como algunos de vosotros quizá recordéis, el pasado 14 de octubre se declaró un incendio en la sierra de Hervás. El fuego tardó varios días en ser extinguido y, como consecuencia, se quemaron más de 300 hectáreas de monte. La alta pendiente de la zona afectada y su cercanía al cauce del Horcajo, que abastece al pueblo, hizo temer que las lluvias y arrastres invernales provocasen una amplia erosión y que los residuos del incendio llegasen hasta la presa del Horcajo.
Por si hay personas que piensan que un incendio es algo puramente anecdótico, que el monte se regenera sólo sin demasiadas dificultades, para aquellos que nunca hayan experimentado la desolación de circular por cumbres devastadas por el fuego, hoy quiero dejar el testimonio de algunas fotos tomadas hace un par de días desde la Pista Heidi, en la zona que se extiende entre Gargantilla Honda y el río Horcajo. Quizá quienes no están acostumbrados a circular por los montes pelados por el invierno no perciban tan claramente los daños a primera vista, por lo que aconsejo aumentar las fotos. Al final observaréis el paisaje apocalíptico que ofrece la presa del Horcajo, la que normalmente abastece al pueblo, totalmente vacía y blanqueada por la escarcha.



















DEVASTACIÓN
Negro cielo.
Negra tierra.
Negro es el carbón.
Negro, el color de la ausencia.
Negros, los pozos sin fondo
de la conciencia.
Negra, la ceniza que nieva
enturbiando los pensamientos
del poeta.
                                                                                          (S. G. I. Hervás, 27 de diciembre de 2011)


Para escuchar Dios de la lluvia, de El último de la fila

BAJO EL FRÍO ETERNO


Hace escasos días, el 14 de diciembre, se cumplía el primer centenario de la conquista del Polo Sur. En ese escenario inhóspito, Amundsen y Scott compitieron por la gloria. Sólo podía ganar uno. El noruego se alzó con la victoria pasando, así, a la Historia. Su oponente perdió la vida, como todos los miembros de su equipo. Treinta y cinco días hicieron la diferencia, y las desavenencias sellaron la tragedia.

Cementerio de monasterio en la nieve(Caspar David Friedrich)

CONQUISTA DEL POLO OPUESTO
En esta tierra yerma
competimos tú y yo
por una esperanza muerta.
Los corazones ha helado,
pero no logra la nevada borrar
nuestra huella.
En falso se cierra la herida
de esos aludes
que a la razón sepultaron.
Quién Amundsen y quién Scott.
Sólo uno alzará
bandera sin patria ya
sobre el páramo desierto.
Moriré con la sonrisa puesta.
Me enterrarás en sepulcro apartado;
olvidarás.
Yo ni olvido ni perdono.
Nada queda de lo que fue.
Nada de lo que fuimos queda.
Sobre el campo,
restos de la contienda.
Aunque caiga
blanca la nieve
sobre la estepa.
                                                                                                 (S. G. I, Madrid, 17 de diciembre de 2011)

Túmulo megalítico en la nieve (Caspar David Friedrich)

Para escuchar Héroes de la Antártida de Mecano
             

EL FINAL DE UNA ERA


De los tres enormes castaños que surgían al pie de un padrón en el Castañar del Duque, en la senda que enlaza la pista principal que va de Hervás a Gargantilla con la carretera que conduce al Puerto de Honduras, ya sólo quedan dos. Uno de ellos no ha resistido, quizá, la embestida del viento. Sus raíces, carcomidas, ahora miran al cielo. En su caída, involuntariamente, ha arrastrado algún castaño más joven. Los dos supervivientes honran al compañero coronándose de verdes hojas. Aunque su tenaz follaje parece languidecer por momentos.




REQUIEM
Calla el bosque sobrecogido:
mudos los pájaros por respeto.
Hoy la niebla cubre el sol.
Las campanas suenan a muerto.
El tronco lleno de arrugas
yace tendido en el suelo.
Ya no coronará el verde tus ramas,
ni dormitarás otro invierno.
Al fin ha rendido sus armas
el infatigable caballero.
Duerme un sueño profundo.
Descansa hasta el final de los tiempos.
Espera, gigante, en la otra orilla
a los restantes dos mosqueteros
                                                                           (S. G. I. Hervás, 2 de agosto de 2011)














Para escuchar a Loreena Mckennitt interpretando The Two Trees








PARA SIEMPRE CERCA DEL CIELO


Algunos no comprenden el objetivo de disciplinas como el montañismo. Hay quienes piensan que quienes se juegan la vida para escalar una montaña, lo hacen con el único fin de demostrar algo al mundo, de alimentar su ego. Que la empresa es baladí, un riesgo inútil que sólo un insensato, alguien que toma decisiones a la ligera, puede decidirse a afrontar.
Hay quienes aún creen que el montañismo es un deporte absurdo o quizá hecho a medida de narcisistas y vanidosos. Al fin y al cabo, no implica espectáculo y “divierte” únicamente a quien lo practica. Al fin y al cabo, cuando el montañero baja, la montaña sigue estando allí, como siempre: aparentemente no ha cambiado nada. Aparentemente.
El problema es que aún hay quienes no entienden que el montañismo no es un deporte sino una forma de vida, un modo de entender el mundo que nos rodea y de interaccionar con él.
Muchos no comprenden aún que, cuando uno compite consigo mismo y mide sus fuerzas con la naturaleza (a la que jamás se enfrenta, pues ambos luchan en el mismo bando), no lo hace para demostrar a los demás su superioridad, sino para recordarse a sí mismo algo bien distinto: para constatar la insignificancia del hombre, para aprender a ser humilde. Y también para iniciar un viaje interior que le permitirá superarse, convertirse en un ser humano mejor. Por tanto el esfuerzo, además de admirable, es altruista, pues repercute positivamente en sus semejantes, que se benefician de ese enriquecimiento personal del individuo.
Quien toma esa opción vital, quien emprende esa aventura y elige una ruta dura y exigente (a veces incluso despiadada), no lo hace a la ligera, sino siendo plenamente consciente de los peligros a los que se enfrenta y del precio que quizá un día tenga que pagar.
Por eso, cuando un montañero se va, cuando alguien como Óscar Pérez se va, con él se va también un elemento valioso de nuestra sociedad, alguien que, con su voluntad de mejorar, hacía del mundo un lugar mejor. Por eso nos deja a todos un poco huérfanos. No es importante que no le hayamos conocido personalmente. Se marcha un semejante, un compañero, alguien que merece que le echemos de menos, que le rindamos homenaje. Yo no soy alpinista. No soy más que una simple aficionada al senderismo, pero mañana lo haré humildemente, desde mis modestos 2.100 metros: cuando esté arriba, gozando de condiciones climatológicas perfectas y de un paisaje hospitalario, pensaré en él (como tantas veces lo he hecho en estos últimos días).
Puede que, por un milagro, ese pensamiento vuele lejos y logre alcanzar la imposible arista en la que se encuentra. Para que, por un momento, Óscar sienta la calidez de una mano amiga.
Me resisto a hablar de pésame. Mi solidaridad para su familia, compañeros y amigos.

Los verdaderos protagonistas estan aquí