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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

ÉXODO


Museo Arqueológico de Estambul, Campaña asiria contra los enemigos



Yo daría un consejo al Parlamento de Dinamarca: ¿por qué permanecer prisioneros de los falsos prejuicios o de la doble moral, maniatados por el qué dirán? Si total, por lo que parece, nadie tiene nada que decir al respecto. ¿Por qué no comenzar a extraer, entonces, las piezas dentales de metal? ¿Por qué no rapar el cabello?
No hay como una mente práctica para amortizar la miseria, para saber sacar partido hasta en el infierno.
Quizá consista en esto la tan cacareada esencia occidental.




Salomé Guadalupe Ingelmo, Dos testimonios de Sonderkommando en Auschwitz (FRAGMENTO), en Revista Destiempos (México) n. 42, Estudios y Ensayos, Diciembre 2014-Enero 2015, p. 50-86, http://www.destiempos.com/n42/Ingelmo.pdf  

Los Sonderkommando, como su propio nombre indica, fueron equipos especiales de prisioneros, casi siempre judíos. A ellos se les obligó, bajo amenaza de muerte, a desempeñar actividades relacionadas con la aplicación de la “Solución final”. Su función consistió en ayudar a desvestirse y entrar en las cámaras de gas a las víctimas, seleccionar sus pertenencias, extraer las piezas dentales de oro de los ejecutados y cortar el cabello que se vendía a la industria textil de los cadáveres femeninos[1], vaciar y limpiar las cámaras de gas después de cada sesión, acarrear e incinerar los cuerpos y deshacerse de esas cenizas.
La organización en los crematorios se asemejaba a una cadena de montaje. Así lo advirtió precozmente el corresponsal de guerra Vasili Grossman: El cadalso de Treblinka no era un cadalso sencillo: era un lugar de ejecución en cadena, método adoptado para la producción industrial contemporánea. Y de igual manera que un verdadero conglomerado industrial, Treblinka no surgió de pronto tal y como ahora la describimos. Creció paulatinamente, se desarrolló, creó nuevos «talleres»”. (Grossman, “El infierno de Treblinka”,538).



[1] Un grupo de Sonderkommando sacaban, con mucha dificultad, pues los cadáveres estaban rígidos y enmarañados entre sí amén de resbaladizos por los abundantes restos de fluidos, los cuerpos de la cámara y los llevaban a un atrio contiguo. Allí estaban los “barberos” y “dentistas” (Venezia, Sonderkommando, 80-81, 178). Éstos debían ejecutar sus labores velozmente para que, una vez extraído todo lo de valor,  los cuerpos fuesen transportados por otros Sonderkommando hasta los hornos.



Salomé Guadalupe Ingelmo, El horror pasó por Treblinka (FRAGMENTO), https://drive.google.com/file/d/0B6PMmRFcYuRbQjRBTkYzY0lITE0/view

Era una vez extraídos los cuerpos de las cámaras, que antes habían de airearse mediante un potente sistema de ventilación mecánica que se ponía en marcha durante unos veinte minutos, pues el efecto de gas Zyklon B se prolongaba en el tiempo, cuando a los cadáveres de las mujeres se les cortaba el pelo. Así lo aseguran todos los testimonios de los Sonderkommando sobrevividos, especialmente de los “barberos”. Pero además ahora contamos con pruebas forenses concluyentes: piezas textiles fabricadas con pelo humano y encontradas en Auschwitz, donde además aparecieron toneladas de cabello aún sin manipular, una vez analizadas, han revelado que en efecto el pelo con el que se manufacturaron contenía restos de Zyklon B, el veneno empleado en las cámaras de gas[1]. En ese momento se rescataba también todo lo que de valor pudiese tener el cuerpo: piezas dentales de oro, pendientes y anillos que hubiesen podido quedar puestos en la víctima a pesar de que se les había ordenado precedentemente que se despojasen de todo… Y entonces, sí, finalmente los cadáveres estaban listos para ser quemados en los hornos crematorios. Aunque, dado que el sistema no desaprovechaba nada, aún sus cenizas serían, en algunos casos, empleadas como abono[2].
Ciertamente no se trata más que “pequeños detalles”, aclaraciones que en nada afectan a la verdadera naturaleza del horror. Pues finalmente tanto el cabello de los reclusos que vivirían por el momento como el de aquellos que ya habían sido cremados, se almacenaba y vendía a las fábricas textiles igualmente.
El sistema no estaba dispuesto a dejar cabos sueltos: no podían quedar con vida prisioneros que hubiesen acumulado demasiada información sobre los métodos de exterminio. Por eso los Sonderkommando, casi siempre prisioneros judíos, eran a su vez regularmente exterminados. Muy pocos de ellos sobrevivieron, y de esos pocos la mayoría eligieron el silencio. No obstante los testimonios de algunos de esos hombres nos han ayudado a conocer los procedimientos aplicados en las cámaras de gas y los crematorios. Así Shlomo Venezia, judío sefardita nacido en Salónica y con nacionalidad italiana, Sonderkommando de Auschwitz-Birkenau durante ocho meses y medio interminables, proporciona detalles espantosos con una sinceridad admirable.
Shlomo, que precisamente desempeñó las funciones de “barbero”, explica cómo los cadáveres extraídos de las cámaras de gas por algunos Sonderkommando, pasaban después por las manos de los “barberos” y “dentistas”. Ambos trabajaban en el mismo espacio,  en un atrio adyacente a la sala donde las víctimas se desvestían antes de entrar en la cámara de gas[3]. Shlomo cortaba el cabello de las mujeres, especialmente si lo tenían largo, con unas tijeras grandes similares a las de poda y lo metía en sacos, Una vez “barberos” y “dentistas” habían acabado su trabajo, que debía realizarse a gran velocidad porque muchos cuerpos habían de ser revisados y eliminados cada día, los cadáveres estaban definitivamente en condiciones de ser trasladados a los hornos crematorios por otros Sonderkommando.
El cabello de los difuntos era usado para fabricar textiles: ropa como calcetines para los soldados, mantas, rellenos de los colchones suministrados a las tropas alemanas, tapicerías para distintos tipos de vehículos[4], sogas de uso naval e incluso juntas estancas para buques y submarinos, así como mecanismos de ignición para bombas[5]. El pelo de los prisioneros de los campos de concentración y de los exterminados en ellos pasó a sustituir al de caballo por resultar una materia prima aún más barata. Ciertamente el régimen apuraba bien a sus víctimas. Tras usar su fuerza de trabajo como mano de obrar esclava[6], los propios cuerpos eran exprimidos[7]: la grasa se empleaba para hacer jabón, los huesos para conseguir fertilizante… En el campo de Madjanek se usaba un molino mecánico para moler los huesos que aún salían enteros de los hornos crematorios. Según Shlomo Venezia en Auschwitz se usaba un gran martillo pilón con el mismo fin. Martillo que, por cierto, Otto Moll, a cargo de este campo, empleó para abrir el cráneo a uno de los presos de un grupo que se negaba a bajar al crematorio[8]. Chil Rajchman cuenta que en Treblinka se usaban unas mazas de madera; pero los prisioneros procuraban dejar, sin ser vistos, huesos enteros junto a las cenizas que enterraban: tenían la esperanza de que los verdugos no lograsen hacer desaparecer todas las pruebas del genocidio[9].



[1] http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html
[2] Sabemos por el Sonderkommando de Auschwitz Shlomo Venezia que las cenizas de los no judíos resultaban especialmente rentables: parece ser que las SS anunciaban a la familia del fallecido que éste había muerto de una enfermedad y les ofrecían la posibilidad de comprar sus cenizas por doscientos marcos. Por eso la primera vez que Shlomo entró en el dormitorio de los Sonderkommando del crematorio en el que permaneció destinado en Auschwitz, encontró al lado de las camas nichos con casi doscientas urnas que contenían cenizas que habían de ser de varis personas mezcladas, a pesar de lo que se decía a los familiares y una placa de identificación en cada una (Shlomo Venezia, Op. Cit.,  p. 115).
[3] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 80-81, 178.
[4] Gracias a los testimonios de trabajadores de aquella época, empresas que siguen existiendo y que bajo el nazismo se vieron favorecidas por la venta de este tipo de material que se les podía suministrar en grandes cantidades y acabó moviendo una enorme suma de dinero siguen hoy en el punto de mira. Un ejemplo es la Schaeffler que curiosamente en origen fue de un empresario judío obligado a la huida por la represión nazi, fabricante alemana de componentes para coches (http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html ). Otra empresa especialmente favorecida por este mercado fue la Firma Alex Zink, que producía fieltros.
[5] Se pueden consultar, por ejemplo, fuentes del centro de recursos para la educación sobre el genocidio perpetrado sobre los judíos, el Birmingham Holocaust Education Committee: http://www.bhamholocausteducation.org/powerpoint/notes-the-holocaust.pdf , p. 173. También Vasili Grossman, Op. Cit., p. 528.
[6] Que, como en el caso de los campos franquistas, se alquilaba a las empresas afines al régimen. De entre las muchas familias y empresas que se aprovecharon de esa práctica para enriquecerse podemos citar algunas muy conocidas: IG-Farben, Thyssen, Krupp, AEG, Siemens, Daimler-Benz, Photo AGFA, Banco de Dresde, Volkswagen, Bayer, BMW, Heinkel, Telefunken…
[7] Qué mejor ejemplo de ese “espíritu de ahorro mezquino” que según Vasili Grossman habría caracterizado a los alemanes (Vasili Grossman, Op. Cit., p. 510).
[8] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 97.
[9] Chil Rajchman, Op. Cit., p. 94-95.




Primo Levi, Si esto es un hombre

En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca (Levi, Si esto es un hombre, 13).



Selección en la rampa de Birkenau por David Olère



La esperanza (B.S.O de La lista de Shindler), John Williams y Itzhak Perlman 



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DE ELLOS SERÁ EL REINO DE LOS CIELOS




Una noche un musgaño entró en la choza y se puso a lamer y a morder los pies sangrantes de Francisco. Sobresaltado, éste le habló dulcemente, como a un niño: «¡Hermano musgaño, me duele! ¡Hermano musgaño, te lo suplico, vete, me duele!»
Una mañana lo encontré completamente desnudo, tiritando, en su jergón.
—¡Padre Francisco! ¡Hace un frío terrible, por qué te has desnudado!
—He pensado —me respondió castañeteando los dientes—en todos los hermanos que tienen frío en el mundo. Como no puedo calentarlos, me castigo teniendo frío como ellos.
—Me pregunto qué será de los hermanos que se han marchado a predicar —me dijo la mañana siguiente—. Noche o día no dejo de pensar en ellos. Un musgaño ha venido a visitarme y me ha distraído un momento, pero era un buen musgaño, le pedí que se marchara y me obedeció en seguida. Y ahora, espera. Aguardo a un mensajero que me traerá noticias.
Apenas acabó de hablar cuando Gennadio, uno de los más candorosos y de los más amados entre nuestros hermanos, se mostró en el umbral, descalzo, cubierto de heridas pero feliz. En los años heroicos, al comienzo de nuestra hermandad, solíamos reír con sus bromas.
Un día un hermano cayó enfermo. «¡Ah, si tuviera una pata de cerdo para comer!», gemía en su fiebre. Sin esperar, Gennadio se precipitó al bosque vecino, buscó y encontró a un cerdo que se alimentaba con bellotas, le cortó una pata, volvió corriendo a la Porciúncula. la cocinó y se la dio al enfermo. Al saber el hurto, Francisco regañó a Gennadio: «¿No sabes que no debes tocar lo ajeno? ¿Por qué hiciste eso?». «Esta pata de cerdo ha alegrado tanto a nuestro hermano que no tendría remordimientos aunque hubiera cortado las patas de cien cerdos», respondió Gennadio. «Pero el desgraciado guardián de cerdos llora y se lamenta buscando al culpable por toda la selva». «Y bien, hermano. Francisco. iré en su busca y me haré amigo de él, no temas».
Corrió al bosque, encontró al campesino, se arrojó en sus brazos y le dijo: «Hermano, soy yo quien cortó la pata de tu cerdo, no te enfades, escúchame. Dios hizo a los cerdos para que los hombres los coman. Un enfermo gritaba "No me curaré mientras no coma una pata de cerdo". Entonces tuve piedad de él, corrí a la selva encontré el cerdo, le llevé la pata, la cociné bien y se la di. Ahora, mi hermano está bien, ruega por el dueño del cerdo e intercede ante Dios para que le perdone sus pecados. No te enfades, y ven a mis brazos. ¿No somos todos hermanos, hijos de Dios? Has hecho una acción piadosa y te he ayudado a cumplirla. Ven, abrázame». Y el campesino, furioso al principio, se calmó poco a poco y acabó por arrojarse en los brazos de Gennadio. «Te perdono, pero por el amor de Dios, no lo hagas otra vez». Cuando Gennadio le contó su conversación con el campesino Francisco rió de buena gana. «¡Lástima que no tengamos todo un pueblo de Gennadios como éste!» 
                                                                                                                                       Nikos Kazantzakis, El pobre de Asís


Baco Ceres y Cupido por Hans von Aachen
Baco Ceres y Cupido, Hans von Aachen



Loreena McKennit, God rest ye merry gentlemen

EL VOTO MÁS ÚTIL



Llevo oyendo hablar del "voto útil" prácticamente desde la primera vez que me acerqué a una urna electoral. Durante décadas, las mismas trompetas anunciando el Apocalipsis si alguien osaba censurar, polemizar, objetar o siquiera reflexionar por cuenta propia. Y así hemos llegado a tener candidatos puestos a dedo y aparentemente más preparados para pasar un casting de televisión que para dirigir nuestros destinos.

Tanto miedo gratuito inculcado a un país en el que el miedo justificado, el provocado por la represión y el régimen dictatorial que la ejercía, había calado comprensiblemente hasta lo más hondo. Un miedo, por ello, doblemente ignominioso para quienes lo han alimentado interesadamente. Y todo ¿para qué? ¿Para qué elevados fines que justifican cualquier medido? Todo para vivir indefinidamente de las rentas, con las posaderas bien asentadas en el cargo. Sin dar palo al agua, dilapidando lo poco construido. Traicionando, por principio, la confianza obtenida gracias a la inocencia de la víctima o al más burdo chantaje. Una y otra vez, participando de la "fiesta de la democracia" bajo amenaza.

Sigo pensando que el voto útil es aquel que te permite dormir tranquilo por las noches, el que no hace que te avergüences de ti mismo; el que no ha sido arrancado apelando al pobre argumento del mal menor.

Por eso, si volvemos a los colegios electorales en unos meses, mi voto, ése presuntamente inútil, volverá a ser el mismo. Llamadme testaruda si queréis. Si hay que desbloquear la situación y lograr la gobernabilidad a costa de que el ciudadano traicione a su conciencia, que no cuenten conmigo. Mi voto fue "útil" durante algún tiempo de infausto recuerdo, pero no se puede vivir eternamente bajo el fantasma del miedo.


José de Ribera - San Judas Tadeo
San Judas Tadeo, José de Ribera


Metallica, Nothing else matters



¿A QUE NO SABÉIS LO QUE ES ESTO?




Casi seguramente se hará necesaria una ayudita. Pues bien, se trata de algo que responde al curioso nombre de calculador de derrotas.
En el Museo Naval de Madrid, en la Sala IV correspondiente a los reinados de Felipe V y Fernando VI, conservamos el más antiguo de estos muebles-instrumento conocidos en España.
El marqués de la Victoria, en sus esfuerzos por divulgar la Táctica, inventó este cacharrito. Se trataba de una mesa de maniobras y ejercicios alrededor de la cual se reunían oficiales y alumnos para analizar y discutir posibilidades de movimientos sobre un tablero que era, a la vez, ábaco calculador de derrotas y registro de rumbos y distancias recorridas.
¿Qué a qué viene sacar el tema ahora? Lo comento sólo por tener argumento de conversación, para no recurrir al manido tiempo.



Paul Delaroche - Napoleón la víspera de su abdicación en Fontainebleau
Paul Delaroche, Napoleón la víspera de su abdicación en Fontainebleau



The Doors, The End



QUE VIENE EL COCO




No sé si lo había mencionado antes, pero seguimos en campaña.



Francisco de Goya, QUE VIENE EL COCO
Francisco de Goya, Que viene el coco


Queen, I Want It All

PORQUE DECIDISTE SOSTENERME

Edgar Degas Miss Lala en el circo Fernado
Edgar Degas, Miss Lala en el circo Fernado



Hoy quiero recuperar una vieja entrada de hace algunos inviernos. Aquí os la dejo de nuevo.

Para ti, con todo mi amor, porque decidiste sostenerme cuando más lo necesitaba. Y todavía me sostienes. Sí, lo hemos comprobado con el tiempo.




¿Estoy avanzando o en realidad retrocedo? Podría estar caminando de espaldas: a veces son engañosas las apariencias ¿O sencillamente me limito a converger conmigo misma en un punto que se finge centrado? ¿Serán ésas las huellas de la concordia? ¿Habrán firmado la ansiada paz ambas mujeres?

Y no sé por qué sospecho que, con permiso de la geometría, podría estar caminando en círculos una vez más. Como otros caminan en sueños. Porque quizá tenga el vicio de cerrar convicciones sobre sí mismas una y otra vez, una y otra vez. Igual que cierra un estupor el niño en su
nuevo cuaderno de caligrafía.

Lista para volver a trabajar sin red. ¿Vas a atraparme al vuelo? ¿Me sostendrás o, sencillamente, permitirás que me estampe contra el suelo?

Si has pensado sólo por un segundo “¿se estará dirigiendo a mí?”, me debes una respuesta. Pero no la quiero; de nada me sirve. Habremos de comprobarlo con el tiempo.

                                                                                                                                     (S. G. I., Hervás, 22 de febrero de 2011)


Led Zeppelin, All my Love


Y UN JAMÓN



No sé por qué, pero cada día me cuesta más distinguir las campañas electorales de las promociones que actualmente a todas horas ‒incluidas, por supuesto, las más intempestivas‒ nos ofrecen las empresas de telefonía.
El mismo irresistible cóctel de impertinencia y mendacidad. La misma adorable mezcla de desparpajo y estulticia. Las mismas ganas, eso sí, de darlo todo; de salir al paso sea como sea. Porque los nuestros, en efecto, son políticos verdaderamente todoterreno. Que lo mismo te canto que te bailo que te lanzo a la cara unos datos que, al margen de no ser ciertos, hasta anoche, por supuesto, ni siquiera me he molestado en aprendérmelos.
Sólo haría una petición a nuestros representantes. Ya que no pueden evitar dar el espectáculo, que al menos, por favor, no sigan optando por los deportes de riesgo. Por mucho que se lo pida Calleja. Porque el rápel, rafting, puenting y todo lo demás, aunque les coloquen casco en la cabeza, parece que podría tener consecuencias sobre quienes dirigen o pretenden dirigir nuestros destinos. Lo mismo es que los daños ya eran previos. Recemos para que, al menos, no se revelen irreversibles.
En definitiva, estamos en campaña electoral y encima ‒jo, jo, jo‒ es Navidad. Así que, como en cualquier otra promoción: todo lo que tú quieras y, además, un jamón.


Georges de La Tour, El tahur
Georges de La Tour, El tahúr

Queen, I Want To Break Free 



PARA JOSÉ MARÍA ROJO MONFORTE, JUAN JOSÉ BARRIOS SÁNCHEZ Y TODOS LOS VECINOS DE GUIJO DE GRANADILLA

Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla
Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla



A LA SOMBRA DEL ABUELO
Salomé Guadalupe Ingelmo

Dedicado a todos los protagonistas, a los que aún nos acompañan y a los que no. Muy especialmente, a la memoria de la incansable tía Chon.
           


−Bebe algo entre tanto.
Su padre parece radiante; raras veces que se reúnen para comer en familia. La vida se ha vuelto tan frenética… Aunque esa casa aún parce un remanso de paz, un refugio.
Mientras se sirve un licor de hierbas, contempla las manos huesudas de su bisabuelo, en apariencia hábiles a pesar de la edad.

***
Los dedos ásperos ejecutan el familiar rito con insospechada delicadeza. Ni un poco de pólvora se pierde.
−La munición es muy cara; no puede desperdiciarse. −explica a su nieto−. Esos bichos tienen la frente dura; a veces los proyectiles rebotan. Pero si aguantas la embestida, si resistes inmóvil hasta que el animal haya llegado a tu altura, tienes unos segundos para dispararle tras la oreja. Es infalible.
El pequeño asiente con la boca abierta.
Por eso Juan “Chaparro”, con su pequeña estatura y su aire sosegado, es el cazador más respetado de Guadalupe. A él acuden los ricachones en busca de monterías como la del día siguiente. Aunque ésa será distinta: por primera vez le acompañará su nieto favorito.
−Ya sabes, Juanito. Si el guarro saliese vivo, no intentes usar la escopeta; no tendrías tiempo. Tírala al suelo y súbete a un árbol recio. Enfurecidos, se llevan cualquier cosa por delante. Ante todo, prudencia. Recuerda la pierna de tu primo, abierta de arriba abajo. Jamás persigas a uno herido, ni intentes rematarlo con el cuchillo. Cuando te tiente hacer una tontería, piensa en esa cicatriz; la llevará toda la vida. La caza no es un juego. En ella hombre y animal miden sus fuerzas, y han de hacerlo con honor, limpiamente –instruye al muchacho.
Las caballerías resoplan asustadas. Como tantas veces, ha instalado a los forasteros dentro del castaño Abuelo; pero ha decidido pasar la noche al descubierto junto a su nieto. Quiere que el chiquillo pueda ver las estrellas. Además algo le empuja a alejarlo de esos hombres.
−Juanito, no te asustes −susurra−. Los lobos van a pasar. No te harán nada, hijo. Cúbrete con las mantas: la manada saltará sobre el bulto y seguirá su camino. No traen hambre.
Y en efecto todo sucede exactamente como pronostica el abuelo. Igual que en un sueño, los animales saltan ágilmente, sin hacer ruido. Con el corazón acelerado, el muchacho comprende que jamás volverá a vivir una experiencia igual.
A la mañana siguiente sólo unas huellas entre las hojas caídas delatan la inesperada visita. Los forasteros ni siquiera se percatan. Abuelo y nieto sonríen cómplices y guardan su secreto: ellos no pueden entender.
Emprenden el regreso. La caza ha sido buena, pero ellos no se muestran satisfechos; nunca parecen tener suficiente. Si salen liebres, querían conejos; si perdices, palomas… Incluso los dos jabalíes que al principio alabaron, ahora suscitan indiferencia. Juan “Chaparro” dirige una melancólica mirada a los trofeos. No se merecen nada, se dice. Cuando un disparo interrumpe su pensamiento. Uno de ellos ha abatido un águila real; el animal yace muerto en el suelo.
−¿Qué les dije antes de salir? No se tira a nada que no se coma. No conmigo. La próxima vez, búsquense a otro –zanja decidido; él tiene sus normas.
El resto del camino se recorre en silencio.

***
−¡Máxima! –llama en el humilde zaguán.
−Es inútil que grite, padre –responde su hija desde la cocina, donde se hace vida familiar−. Una vecina vino de buena mañana: tenía una culebra en casa y pensaba deshacerse de ella. Ya sabe usted cómo es madre: “no la mates, pobrecita. Ya la convenzo yo de que se vaya”, dijo. Y para allá que marchó con un cuenco lleno de leche. Luego mandaron a buscarla para que recompusiese los huesos a un chiquillo; una caída. Y aún no ha vuelto. Por el camino habrá encontrado a alguien más… Acércate al fuego, Juanito, que traerás frío. ¿Te has divertido?
El pequeño asiente con vehemencia.
−Pero, padre, un águila… Madre se enfadará; le costó tanto preparar aquella que encontró usted malherida y hubo de rematar por piedad...
−Qué quieres que haga. Así son los señoritos. Ya no tenía remedio; no quise desperdiciarla. En esta casa todo lo que se mata, se come –afirma inquebrantable.

***
El noticiario salta de los incendios provocados por la estupidez humana a los provocados por la maldad humana. Rapaces envenenadas, caza furtiva… Les quitamos lo que era suyo y ni siquiera nos basta, se dice.
La voz del presentador se convierte en un ruido confuso: súbitamente el retrato de su bisabuelo se le antoja el único mensaje razonable. “Ya no hay reglas del juego”, murmura mientras lo acaricia ensimismada. El hombre, un anciano sencillo de pueblo, mira al frente: ni orgulloso ni avergonzado; simplemente, sereno. Nunca debió nada a nadie, jamás hizo daño a sabiendas. No tomó más de lo que necesitaba ni dio menos de cuanto pudo; en su casa, aunque sólo hubiese sopa, la puerta siempre estuvo abierta. Se fue como vino al mundo: pobre pero honesto.
–Ya acabo –anuncia su padre desde la cocina–. Mucho trabajo, verdad, hija. Seguramente tienes prisa.
–No mucha –miente. Quizá haya descubierto de golpe sus prioridades–. Papá, cuéntame otra vez…
Ha oído esa historia cientos de veces. Tantas que ahora teme no haber escuchado con suficiente atención desde hace algún tiempo. Y ella no quiere olvidar. Es Día de Todos los Santos, día para el recuerdo.
Su padre, portando una bandeja de embutidos y queso, precede al seductor aroma de la caldereta de cordero que aún canturrea bajito al fuego.
–Pues verás, cuando yo era pequeño…


***

José María Gabriel y Galán por Alejandro Cabeza / Colección Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla, Salomé Guadalupe Ingelmo, Ángel Ganivet, Joaquín Sorolla, Ignacio Pinazo, Julio Peris Brell, Jose Mongrell, Eugenio Hermoso, Adelardo Covarsi, Cecilio Pla, Antonio Muñoz Degrain, Emilio Sala, Francisco Domingo, José Benlliure, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Ignacio zuloaga
José María Gabriel y Galán por Alejandro Cabeza / Colección Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla


El presente retrato forma parte de la colección de la Casa Museo Gabriel y Galán de Guijo de Granadilla. Otro retrato del poeta obra de Alejandro Cabeza, una interpretación radicalmente distinta del personaje, pertenece a los fondos permanentes del Museo Provincial de Cáceres. Además del busto presente en la plaza donde se encuentra la Casa Museo, sendas esculturas del escritor fueron realizadas por Juan Cristóbal (ubica en la Plaza Gabriel y Galán de Salamanca) y Enrique Pérez Comendador (la emplazada en el Paseo de Cánovas en Cáceres). Alejandro Cabeza es autor también de un retrato del escultor de Hervás Enrique Pérez Comendador, obra integrada en la colección del Museo Provincial de Bellas Artes de Badajoz.


Pepe Extremadura, El embargo 


Hervás, Ruta Combinada Heidi-Pinajarro-Chorrera: Un Viaje Interior






                            Un camino lo hacen los pies (Mago de Oz)


            El camino no pesa en las piernas ni la noche en los párpados. Parte mientras todos duermen; sabe que la ruta ofrecerá mucho más que el sueño. Entusiasta, abandona el cálido lecho y sale al frío de la madrugada. Sólo una mirada hacia arriba antes de iniciar la marcha. Desde el cielo se despiden las estrellas, tantas como cuando el mundo aún era a medida de hombre. Su MP3, perspicaz compañero, tararea la banda sonora de El último mohicano.
            La ruta, plagada de gélidos arroyos estacionales por atravesar, es exigente en invierno. Camina, inmersa en la niebla o bautizada por la lluvia, sobre tomos de nieve que entorpecen el avance. Sortea las insidiosas placas de hielo y soporta en los párpados tiernos las punzantes agujas arrancadas de las cumbres por el viento. Pero el esfuerzo es escuela; la estación ofrece catarsis y gnosis. Entonces se comprenden muchas cosas. Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Descubre que puede llegar siempre más lejos. Aprende a caminar otra vez, de cero. Con cada paso, aprende a respirar de nuevo.
El verde ceniciento como lápida de cementerio de los enormes canchales, ríos estáticos de negro
carbón en verano, no la desalientan. Líquenes y musgo no la engañan. Con los pies sumergidos en el arrollo
helado, tiemblan los abedules. Pero esa languidez es aparente. La impaciencia palpita tras su desnudez indefensa, sólo ficción de muerte, necesario reposo, pausa para la reflexión y el sueño: para proyectar el día del largo bostezo, cuando las ramas se estiren al sol y la savia postergada corra de nuevo.
El invierno es, para quien sabe mirar, promesa de nueva vida.
La lluvia lava decepción, traición y pérdida. El dolor, hasta hace poco en carne viva, se arrastra por el suelo alejándose en sordina. Ha comprendido que si corre lo suficiente, lo dejará atrás: con la lengua fuera, ya no podrán alcanzarla. Así, a cada paso, reconstruye sus tejidos hechos jirones. Ya no mana sangre de la herida.
La bestia, negra como la pena negra, con el pelo erizado, va perdiendo el rastro. Súbitamente sólo logra oler su derrota. No puede seguir adelante: incapaz de traspasar esa frontera invisible que ella ha marcado con su avance, impotente, se resigna a verla alejarse mientras gruñe frustrada. “I'm safe up high nothing can touch me… No pain inside. You're my protection”, susurra Pink en su oído. El MP3 no parece dispuesto a rendirse. Es cuestión de disciplina. Entonces comprende definitivamente: si tú no lo permites, nada podrá contigo. Pasará antes el cataclismo que tu tozuda resolución. Seguirás de pie, con las raíces firmemente ancladas al suelo y el tronco orgulloso ante las embestidas del viento, esperando, si hace falta, que pase el invierno.


Descripción de la ruta

Longitud: una media de 30km, variables según por donde tomemos y abandonemos la Pista.
Propongo comenzar por la Solanilla, camino que tradicionalmente conducía al Pinajarro. Al desembocar en la Pista, continuamos hacia la derecha hasta llegar a un pilón. Allí abandonamos la Heidi y tomamos la pista que se adentra en un pinar a nuestra izquierda. Pasaremos a los pies del Pinajarro y sortearemos una bella cascada. Continuamos circunvalando la sierra hasta que el camino comienza a descender y enlazamos con la Heidi, que tomaremos hacia nuestra izquierda. En las Tabladillas podemos seguir por la Pista o bajar hasta el canal, y allí decidir si aprovechar para visitar la Chorrera o bajar directamente por las Vueltas y regresar ‒quizá echando un vistazo antes a las Charcas Verdes, tras la Fábrica de la Luz‒ por Marinejo.
Las fuentes a lo largo de la Heidi son abundantes. Además en invierno los arroyos se multiplican. En esta estación conviene no transitar al borde de la pista en los tramos encementados, sobre los que aparecen resbaladizas placas de hielo.



Epílogo

Cada año, por irresponsabilidad o viles intereses, los incendios asolan nuestros bosques. Muchos no entienden aún que la muerte fuera es también la muerte dentro. Recorrer un paraje calcinado es tiznarse de luto los pies, llenarse los oídos de silencio y los pulmones de muerte. Recorrer un paraje calcinado es, en plena canícula, sentir como avanza el verdadero frío; tomar conciencia de lo irreversible.
En el verano de 2015 han ardido alrededor de ocho mil hectáreas en la Sierra de Gata. El paisaje jamás volverá a ser el mismo: nadie puede bañarse dos veces en un mismo río. Pero el ser humano necesita puntos firmes a los que poder aferrarse, seguridades a las que anclarse para no quedar a la deriva tras cada naufragio: rutas con las que crecer y construirse sólidamente por dentro… para afrontar después con nuevas armas todo lo que el proceloso destino le pueda deparar.
Salvar los bosques, que nos conceden todo eso, significa salvarnos a nosotros mismos.


Salomé Guadalupe Ingelmo, “Hervás, Ruta Combinada Heidi-Pinajarro-Chorrera: Un Viaje Interior”, en Rutas paradescubrir Extremadura: Extremadura en la red. Blogs y fotografía de naturaleza, José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández García (eds.), Trujillo: Dirección General de Turismo / Fundación Xavier de Salas, 2015, p. 242-247.






Pink, Sober





CAPERUCITA ROJA POLÍTICAMENTE CORRECTA

Monasterio de Las Huelgas, Burgos
Monasterio de Las Huelgas, Burgos

James Finn Garner, escritor, periodista y hombre de teatro norteamericano, publicó en 1994 un libro titulado Cuentos infantiles políticamente correctos (Politically correct bedtime stories). En él se rescataban algunos relatos de siempre: Blancanieves, La Cenicienta, Los tres cerditos y, por supuesto, Caperucita Roja, que abre la deliciosa antología. Estos textos fueron escritos originalmente para la compañía teatral Theater of the Bizarre o Teatro de lo Estrafalario, pero luego su autor los reformuló como relatos que se convirtieron en best-seller inmediatamente.

     En su introducción el autor sostenía: "Hoy en día, tenemos la oportunidad –y la obligación– de replantearnos estos cuentos” clásicos” de tal modo que reflejen la ilustración de la época en la que vivimos, y tal ha sido mi propósito al redactar esta humilde obra” […] “Deseo disculparme de antemano y animar al lector a presentar cualquier sugerencia encaminada a rectificar posibles muestras –ya debidas a error u omisión– de actitudes inadvertidamente sexistas, racistas, culturalistas, nacionalistas, regionalistas, intelectualistas, socieconomistas, etnocéntricas, falocéntricas, heteropatriarcales o discriminatorias por cuestiones de edad, aspecto, capacidad física, tamaño, especie u otras no mencionadas, ya que no me cabe duda de que mi intento por desarrollar una literatura significativa y desprovista de cualquier posible arbitrariedad y de la influencia de las imperfecciones del pasado ha de hallarse necesariamente sujeto a errores".

Tras el éxito de la obra, publicaría su secuela en 1996: Más cuentos infantiles políticamente correctos. Un año después, en 1997, se editaría Cuentos navideños políticamente correctos.

No suelo ser partidaria de las versiones: si la obra es perfecta, para qué tocarla; si la historia no merece la pena, mejor escribir ex novo que intentar versionarla. No obstante las reinterpretaciones políticamente correctas de Finn resultan lo suficientemente originales como para ofrecer una aportación de utilidad real en su/nuestro tiempo, y por tanto se pueden considerar adaptaciones ajustadas a las necesidades de un lector contemporáneo. No citar las fuentes es ya de por sí plagiar; pero Finn, consciente de ello y extremadamente escrupuloso, agradece repetidamnte a los hermanos Grimm y a Chrsitian Andersen su "inspiración".

Encontraréis esta obra, ya clásica, en muchas bibliotecas públicas de Madrid y seguramente de toda España. Puede que incluso la escuchéis narrada durante alguna sesión dedicada a la difusión del cuento entre la población madura, los denominados cuentacuentos para adultos, ahora bastante comunes en los centros de lectura y centros culturales de gestión pública. No obstante aquí os la dejo hoy, íntegra, para que reflexionéis detenidamente sobre ella.

Matteo Ponzoni, Judith Holding the Head of Holofernes
Matteo Ponzoni, Judith con la cabeza de Holofernes


Caperucita Roja por James Finn Garner

© James Finn Garner: Cuentos infantiles políticamente correctos. CIRCE Ediciones, S.A. Barcelona. 

Erase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representa un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
—Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es —respondió.
—No sé si sabes, querida —dijo el lobo—, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.
Respondió Caperucita:
—Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial —en tu caso propia y globalmente válida— que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella, devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita Roja entró en la cabaña y dijo:
—Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
—Acércate más, criatura, para que pueda verte -dijo suavemente el lobo desde el lecho.
—¡Oh! —repuso Caperucita—. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
—Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
—Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!... relativamente hablando, claro está, y, a su modo, indudablemente atractiva.
—Han olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
—Y… ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
—Soy feliz de ser quien soy y lo que soy —y, saltando de la cama, aferró a Caperucita Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnicos en combustibles vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo como Caperucita Roja se detuvieron simultáneamente.
—¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? —inquirió Caperucita.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
—¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! —prosiguió Caperucita—. ¡Sexista! ¡Racista! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en los bosques para siempre.


John Legend, Who did that to you 


 

Los verdaderos protagonistas estan aquí