EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.
Siete de julio: le esperan. Viste de blanco resplandeciente. Al cuello, pañuelo rojo sangre: invitación para el redentor bronce. El hombre querría volver a casa tras la oficina, cenar apaciblemente con su familia. Pero él no tiene hogar sino laberinto… El animal, encelado, sólo desea embestir, consumar el sacrificio. Si no el propio, uno ajeno. Se debate: instinto o conciencia, rebelión o mansedumbre... Alguien lo imaginó así, dividido, hace siglos. ¿Será posible reescribir el sino? Soy Asterión, el minotauro. Encerrado en mi prisión sin cerradura, indago sobre mí mismo… Y me pregunto qué naturaleza veis vosotros al mirarme: animal, hombre...
Salomé Guadalupe
Ingelmo
Finalista del Premio
Internacional de Cuento Hiperbreve Enigmático “F.G.C ” 2012
(Asterión no tiene casa ha sido publicado en Pupilas de unicornio, Antología de los textos
premiados en el Premio
Internacional de Cuento Hiperhiperbreve “F.G.C ” 2012, Los
Cuadernos de las Gaviotasnúmero 89, Ediciones Comoartes, Madrid/México D. F. 2012,
p. 77)
Minotauro tirando de un carro, Picasso (1936)
Para escuchar a Serrat interpretando Del pasado efímero
7:30 de la
mañana, un hombre de Cro-Magnon avanza aún somnoliento por la tundra en busca
de caza. Entre tanto, su parienta y los niños recogen bayas y lagartijas. No
muy lejos de allí, apenas cuarenta mil años después, el mismo Homo sapiens, trajeado y afeitado, se
dirige hacia la oficina. Deducción: sólo se puede llenar la cesta de la compra trabajando.
Al menos desde que el Señor nos expulsó del Paraíso, condenándonos a ganarnos
el pan con el sudor de nuestra frente. Y es que, aunque el trabajo dignifica a
la persona, también puede convertirse en una maldición.
Corríamos
tras un filete en el Paleolítico y lo seguimos haciendo ahora, aunque el de
ahora te lo den en bandeja termoformada y en nada recuerde al animal del que
–quiero seguir creyendo, porque dados los últimos experimentos para obtener carne
a partir de células madre…– ha sido extraído. Ciertamente entonces la empresa se
revelaba difícil, pues el mamut se resistía. No obstante no me parece que tras
la subida del IVA el acceso a la ansiada supervivencia vaya a ser tarea fácil.
Pero volvamos
a los grupos de cazadores de la Prehistoria.
Una cosa les aseguraba el éxito: la colaboración, actuaban en
bandas y por ello lograban su objetivo. Hoy el “cazador” se me antoja mucho más
solitario. Y sospecho que el mundo en el que vive y trabaja fomenta de modo
voluntario y nada inocente ese aislamiento. El grupo ya raramente está presente
en el ocio, pero tampoco lo está demasiado en el trabajo. Pocos son los que
saben trabajar realmente con los demás; la colaboración perece a manos de ese
mal entendido individualismo que hemos ido sobrealimentando en las últimas
décadas.
Nuestros
antepasados no estaban especializados; cada miembro del grupo era capaz de desempeñar
todos los trabajos necesarios para sobrevivir. En una economía de
supervivencia, donde no hay excedentes y es imposible acumular riquezas, sólo
cabe la igualdad social. El salto cualitativo en el mundo laboral comienza con
la división del trabajo y culmina cuando aparecen intermediarios: cuando a
alguien se le ocurre vivir del trabajo de los demás. El usufructuario del
propio esfuerzo no es ya uno mismo sino otra persona que nos paga en dinero por
ello. Introducimos por tanto un concepto nuevo, el de dinero, que comienza a
disociarnos de nuestro propio trabajo. El sistema se perfecciona con la Revolución Industrial
y el modo de producción capitalista: el trabajo se compra, se ejecuta a cambio
de un salario, y unos pocos, los capitalistas, se convierten en inversores y
obtienen beneficios de ese trabajo que no realizan en primera persona. Es aquí
donde entra en juego el concepto de plusvalía al que tantas vueltas le dio Marx.
Curiosamente
la crisis podría tener el efecto positivo de devolver a los trabajadores la
conciencia de clase, de recordarles su naturaleza gregaria. La desesperada
circunstancia podría servir como revulsivo para potenciar la solidaridad entre
sectores laborales, incluso entre aquellos por tradición –o pernicioso vicio–
más gremiales. Porque la situación actual a todos –o casi– nos afecta, y en
buena medida nos iguala.
Trabajar nos
permite subsistir y por tanto el valor del trabajo es incalculable: tenerlo o
no tenerlo puede significar la diferencia entre una vida más o menos holgada y
la indigencia e incluso la muerte. Ahora bien, el trabajo también debería
enriquecernos de otros modos; también debería servir para realizarnos. Y es
aquí donde nuestra sociedad falla, dado que sólo una pequeña parte de
afortunados parecen sentirse bien y crecer personalmente mientras lo
desarrollan, de modo que al final el trabajo se convierte sólo en un trámite
necesario para obtener dinero: en una verdadera maldición bíblica. La felicidad
queda relegada al tiempo de ocio. Pero curiosamente un sistema que prima la
competitividad y nos llena de falsos espejismos de éxito –habría que discutir
en qué reside el éxito realmente– o de expectativas materiales que sólo se
alcanzan comprándolas, nos deja cada vez menos tiempo para el asueto.
Los pequeños
grupo de cazadores-recolectores del Paleolítico trabajaban lo estrictamente
necesario para subsistir. Una vez alcanzadas las necesidades se daba paso al
ocio. La tribu se reunía y escuchaba historias a la luz del fuego, se jugaba
con los niños. Hoy la gente permanece aislada frente a la TV, y cuando comparte con sus
semejantes espacios, a menudo se aísla igualmente: mediante la oscuridad y el
silencio en los cines o mediante las cegadoras luces y el ensordecedor ruido en
las discotecas. Como apuntábamos antes, el hombre parece haber olvidado que es
un ser gregario, dentro y fuera del trabajo.
Cuando
salimos a buscar el pan ya no es posible topar con tigres dientes de sable; los
únicos colmillos son los del jefe o los del banquero que nos ofreció la
hipoteca. Sigue siendo un paisaje hostil e insidioso, aunque sospecho que la
lucha entonces no era más desigual sino más leal. Los paleontólogos, basándose
en el estudio de los restos óseos, no albergan ninguna duda: nuestros
antepasados vivían mucho menos. No seré yo quien lo rebata. No obstante a veces
me pregunto si no lo harían más felices. Al menos ellos sabían qué posición
ocupaba en sus vidas el trabajo: sabían delimitarlo y usarlo en su propio
beneficio, no se dejaban fagocitar por él.
Algunos
grupos étnicos minoritarios, por ejemplo en el Amazonas, siguen manteniendo
sistemas económicos muy similares a los de nuestros antepasados; no optan por
el crecimiento y acumulación constante que están llevando al agotamiento de los
recursos naturales del planeta, sino por la respetuosa convivencia con el medio.
Nosotros reducimos sus espacios vitales, esos que ellos explotan de forma
sostenible desde hace siglos, y los denominamos salvajes. Es cuestión de
opiniones. A mi me parece más bien un caso muy similar al de la zorra y las
uvas. Sentirnos superiores nos reconforta de camino al trabajo en el pequeño
utilitario del que aún nos quedan letras por pagar o en los transportes
públicos abarrotados. Mientras, las insaciables fauces se abren un día más…
S. G. I., Hervás, 20 de septiembre de 2012
Expulsión del Paraíso, Cosme Proenza Almaguer
Para escuchar la versión de Van Diemen's Land incluída en Celtic Spirit
Así, espontáneamente, a capela. Sin aderezos ni ambages, sin
disfraces −ni antifaces. O quizá, para mayor corrección, pasamontañas−.Sin medias tintas ni tiempos condicionales.
Sin respuestas evasivas −que no gallegas−. Sin esperas. Cuando te sabes en uso de la razón, y
no sólo de tus razones, nada recelas. Si no tienes nada que esconder, culpa no
se te puede imputar.
Quizá se pierda misterio; pero no,
necesariamente, encanto. Es como en un buen matrimonio: en uno compuesto por
dos personas dotadas de madurez emocional; en uno de esos en los que los
cónyuges no se vienen abajo por verse recién levantados. Por no mencionar que
es así como se gana, sin duda, la confianza y el respeto del hermano.
S. G. I., Madrid 31 de enero de 2012
La incredulidad de Santo Tomás, Caravaggio (1602)
Para escuchar a Beyonce interpretando Halo en versión acústica
Son, sin duda,
tiempos para el ahorro. Y en esto, en rentabilizar al máximo, los escritores
somos expertos. Por eso yo sigo rescatando escombros de la basura, de esa que
tiré en un pasado ya lejano. No para aferrarme a ellos con insensata y
mortífera añoranza, sino para reciclar y fabricarles un presente digno. Tal vez
incluso, un futuro útil para otros. Yo ya no los quiero ni los odio por lo que
fueron; me limito a apreciarlos y mostrarles gratitud por lo que son, por
aquello en lo que se han convertido. Dentro y fuera de la literatura; fuera y
dentro de mi vida.
Para que el
cuento tenga futuro, hay que pasar página. Para avanzar hay que deshacerse del
equipaje que nos retrasa. Sin duda son tiempos para el ahorro, pero aun así hay
que aprender a tirar lastre: a discernir lo que conviene conservar y lo que no.
En muchas culturas
los trastos viejos se arrojan fuera de casa o se queman coincidiendo con el
comienzo del nuevo año. Simbolizando de este modo la catarsis de una nueva
vida. Os invito a poner en práctica este sano ritual. Nunca es tarde: cualquier
momento se revela, en realidad, bueno.
JUBILEO
(FINAL DE TRAYECTO)
La mar, insaciable, llama. El astro acude abatido,
fingiendo una pasión olvidada. Un día tras otro, el mismo cruel juego. Así
hasta el final de los tiempos…
La
penitente mira al horizonte y se ve dentro de algunos años: el cabello
prematuramente blanco y demasiadas arrugas para su edad. Comprende que no hay
nada más allá: ha llegado a Finisterre, el non plus ultra. Sus pasos,
voluntaria o inconscientemente, la han conducido a la Costa de la Muerte.
El agua
está muy fría. A su alrededor flotan objetos cotidianos, restos de otros naufragios.
Aterrorizada ante la nueva experiencia que supone nadar en mar abierto, en un
acto reflejo, se aferraría a la cama de matrimonio que a duras penas flota…
Aunque la sabe podrida por el maltrato y el abandono. Inútil intentar
restaurarla.
Del mar renace una mujer, libre del polvo
acumulado en el camino. Entre sus dedos, el viejo certificado se deshace en
regueros de tinta. Ella, que no busca venganza sino una nueva vida, consuela su
negro llanto.
Salomé Guadalupe
Ingelmo
Premio Internacional de
Cuento Hiperbreve “F.G.C” 2012
(Jubileo (Final de trayecto), ha sido publicado en Pupilas de unicornio, Antología de los textos
premiados en el Premio
Internacional de Cuento Hiperhiperbreve “F.G.C” 2012, Los
Cuadernos de las Gaviotasnúmero 89, Ediciones Comoartes, Madrid/México D. F. 2012,
p. 13)
La Libertad guiando al pueblo,
Eugène Delacroix (1830)
Para escuchar a Anastacia interpretando Left outside alone
Hace frío fuera. Pero las caléndulas de mi jardín aún florecen tercas; no se rinden ante la inclemente estación. Se resisten a dejar de iluminar los pequeños soles. Las flores con vocación de astro, inexplicablemente, todavía calientan. Saben que todo pasa. También, que todo llega.
Que el nuevo año os traiga casi todos vuestros deseos. Todos no. Sólo, casi. Que quede en el tintero ese otro casi, medida necesaria de ilusión, esperanza y afán de conquista. Que quede en el tintero ese otro casi que es espuela de lucha y resistencia. Para que así, cada año venidero, la estación se revele menos cruda y el frío, menos intenso.
Annie Lennox interpretando God rest ye merry gentlemen
Existen, siempre, muchas vías para hacer escuchar nuestra voz. Toda mi gratitud para quienes han depositado en mí su confianza y me han permitido hacer escuchar la mía de la forma que más me gusta, a través de la narrativa: a la CIINOE y Ediciones COMOARTES, y en particular modo a José Víctor Martínez Gil que lo ha acompañado decisivamente en el proceso editorial. Así mismo, un recuerdo muy especial, lleno de afecto, para todos los compañeros que tan solidariamente han tenido palabras de fraternal aliento hacia esta antología y su autora, sobre todo para Fátima Martínez Cortijo, escritora, profesora y narradora oral escénica, Premio Iberoamericano "Chamán", y para Fernando Rodríguez Sosa, periodista y crítico literario, Premio Nacional de Periodismo Cultural del Ministerio de Cultura de Cuba. Prometo trabajar cada día con mayor ahinco hasta estar en un futuro a la altura de su generodidad.
“LA IMPERFECCIÓN DEL
CÍRCULO: INTROSPECCIÓN Y
REVELACIÓN”
Ediciones
COMOARTES, como una de las acciones más relevantes en 2012 de sus cinco años de
fundada, presenta conjuntamente el primer libro de cuentos de la escritora
Salomé Guadalupe Ingelmo (España) y una entrevista a esta autora, dentro de mi “Indagación sobre la
narrativa” en la Colección Contemporáneos del Mundo, la más extensa hasta ahora
en dicha serie y, de hecho, por su número de páginas y excelsitud, un libro en
sí.
Los
títulos: La imperfección del círculo,
de Salomé Guadalupe Ingelmo, trece cuentos en antología de la propia
autora y a mi pedido expreso: once con diversos y significativos
reconocimientos literarios internacionales y nacionales, y dos inéditos
–apertura
y cierre–; y “La narrativa es introspección
y revelación” / entrevista a Salomé Guadalupe Ingelmo,
volumen titulado con una brillante afirmación de la escritora, de quien Ediciones
COMOARTES ya ha publicado, entre más, su excelente cuento inédito “Sueñan los
niños aldeanos con libélulas mecánicas” –para un primer cuaderno independiente–
en Los Cuadernos de las Gaviotas 6, Madrid / México D. F., España / México,
2010; y a quien ha incluido en la selección, realizada por el Director
Ejecutivo de estas Ediciones, el escritor José Víctor Martínez Gil: Antología de cuentos iberoamericanos en
vuelo (treinta autores de trece países).
Es
La imperfección del círculo una
antología rica, y de la belleza y la minuciosidad. Marcada por el ejercicio de
la escrupulosa composición, por un lenguaje cuidado al extremo, se advierte de
principio a fin una preocupación desmesurada, inusual, por las palabras. No
sólo por lo que éstas dicen, sino también por lo que sugieren en un plano
racional y emotivo. Su autora se revela experta en apelar al inconsciente del
lector, logrando implicarlo y conmoverlo con una prosa que, desde una poderosa
convocatoria, tantas veces destila lirismo; una prosa siempre emotiva, de la
más elevada sensibilidad.
Y
todo ello aderezado con una concepción absolutamente moderna del relato en
tanto estructuras, con unos tiempos casi cinematográficos que hacen extremadamente
fluida y amena su lectura. Unas formas que la revelan hija de su tiempo y
heredera de grandes directores, sin renunciar por ello a la inestimable herencia de los
imprescindibles autores clásicos, de los que la escritora claramente ha sabido
nutrirse.
Se
puede afirmar que esta antología es un ejercicio de sinceridad y honestidad. Y,
desde los múltiples argumentos tratados, es al mismo tiempo, libro de gran cohesión
y coherencia; donde la autora nos revela muchas de sus preocupaciones respecto
al mundo actual. Respecto al ser humano: el de ahora y el de siempre. Porque como
su propio título indica, parecemos dispuestos a cometer los mismos errores una
y otra vez hasta el fin de los tiempos. Tras el texto, y sin fatalismos, se
vislumbra una mano intencionada a plantar batalla por las causas que considera
justas; aún dispuesta a confiar incansablemente en la capacidad de redención
humana.
Desde
la literatura como arte, esta colección de relatos es, a la par que riesgo
narrativo de virtuosismo y brillantes convocaciones de la expectación, una llamada
a la reflexión. Al cambio. Abrimos
la puerta, que ella primero ha abierto con su talento, a una autora franca, sin
disposición a fariseísmo alguno para ganarse el favor del lector; a una
escritora comprometida con la literatura, pero también, muy seriamente, con su
propia especie. Damos satisfechos en nuestras Ediciones la bienvenida al primer
libro –como lo hicimos a su primer cuaderno– de un ser humano que lucha tenazmente
contra el escepticismo respecto a su especie. Sin duda alguna, con La imperfección del círculo, Salomé Guadalupe
Ingelmo rubrica su compromiso con la que a todas luces, en lo más íntimo,
considera su causa: mejorarse y mejorar al tiempo a sus semejantes.
Una
serie de retratos de Salomé Guadalupe Ingelmo realizada por el reconocido
pintor español Alejandro Cabeza en http://www.alejandrocabeza.net/
permite completar la visión de la
autora de La imperfección
del círculo desde la poderosa personalidad y diversas facetas que
transmiten las imágenes creadas con maestría.
Y
completamos la presentación con una entrevista a la escritora que
se inscribe
en un conjunto ya extraordinario, el que he logrado reunir
interaccionando con prestigiosos escritores, en mis series “Indagación
sobre la dramaturgia, la narrativa, la poesía”.
Ediciones
COMOARTES
CONTEMPORÁNEOS DEL MUNDO
No. 22
INDAGACIÓN SOBRE LA NARRATIVA
ENTREVISTA A
SALOMÉ GUADALUPE INGELMO
(España)
"LA NARRATIVA ES
INTROSPECCIÓN Y REVELACIÓN"
De las
preguntas:
–Si tuviera que indicar
siete puntos indispensables
a los que debe responder como arte literario una obra narrativa,
¿cuáles señalaría?
De la
respuesta a otra pregunta:
"La narrativa nos permite reorganizar el mundo,
darle un sentido a
nuestra presencia en él.
Nos ayuda a
descifrarnos y comprendernos,
a enfrentarnos a
nosotros mismos
y perder el miedo;
a ser más libres.
Nos concede más
elementos de juicio y más argumentos.
Y por ello nos
hace también más indulgentes y tolerantes:
nos ayuda a
preocuparnos por entender a los demás.
Nos permite
descubrir otras vidas y vivirlas
cuanto menos en nuestra imaginación.
A veces, con un
poco de suerte,
incluso nos ofrece
ejemplo y alternativas
para cambiar
realmente la nuestra.
La narrativa nos
recuerda que no estamos solos.
Por eso, en una
sociedad cada día más incomunicada,
resulta esencial
para conservar nuestra humanidad,
para no acabar de
olvidar que somos seres gregarios.
La narrativa
apacigua esa soledad que a menudo nos corroe.
(…)
Salomé Guadalupe Ingelmo por Alejandro Cabeza
SOBRE LA IMPERFECCIÓN DEL CÍRCULO SE HA ESCRITO
Salomé Guadalupe Ingelmo es
mujer de densidades, de manejo soberbio de la palabra, de exploración de
la naturaleza y de los cuerpos y sus mentes. Desde ahí, sus cuentos del
libro La imperfección del círculo se sumergen en imágenes que
pudiéramos tildar de oníricas pero que parecen apoyarse en recuerdos,
lecturas y descubrimientos personales (un fragmento familiar, una imagen
pictórica, un retazo de historia, un juego simbólico...). Ha bebido de
los grandes y juega con sus imágenes literarias, se ha dejado impactar
por sus huellas. Sin embargo, cautiva por sus sugerencias y
atrevimientos. No se frena, no se contiene, no compendia, sino que se
desborda y presenta cuadros de pinceladas profundas donde el suceso es
mínimo y los colores son protagonistas. A veces la intensidad extrema
marca la estructura, y en ocasiones el desenlace no importa tanto como
el arranque vital e
indiscutible: Con sus textos el lector se ha de entregar para entender,
no debe suponer, sino confiar y, claro es, no puede ser un lector
primerizo, porque el hermetismo de algunos pasajes y el conocimiento de
los antecedentes es condición sine qua non para disfrutarla. Su creación
es para no perdérsela.
Fátima Martínez Cortijo, escritora y profesora, narradora oral escénica: Premio Iberoamericano "Chamán".
En La Habana, a 16 de diciembre de 2012
Salomé Guadalupe Ingelmo
se me ha develado ahora, gracias a Ediciones COMOARTE, en su real alcance y trascendencia.
No sólo me han llegado sus relatos, verdaderas joyas narrativas de cuidada e
impecable factura, textos que cuentan de las realidades y conflictos del ser humano
y su mundo. He conocido, también, quizás como necesario complemento a sus
historias de ficción –y conducido por el inteligente cuestionario formulado por
el maestro , las ideas, los puntos de vista, las
opiniones, que, sobre el arte de narrar, preocupan y ocupan a esta talentosa escritora
española. No se equivoca, por ello, cuando categóricamente afirma que la narrativa
nos ayuda a no olvidar, a recordar o a descubrir quiénes somos; a forjar y defender
nuestra identidad. Salomé Guadalupe Ingelmo está convencida de la certeza de sus
palabras y, quien lo dude, que lea estos cuentos antologados en La imperfección del círculo.
Fernando
Rodríguez Sosa, periodista y crítico literario, Premio Nacional de
Periodismo Cultural del Ministerio de Cultura de Cuba. En geometría, el círculo es la base de todo elemento gráfico a realizar. Es hermoso, definitivo y preciso. A partir de él nace cualquier otra forma. El libro La imperfección del círculo de Salomé Guadalupe Ingelmo es una precisión de la escritura, por su desbordante capacidad creativa y por la fascinación perfecta que desata en los ojos que desgranan sus historias. Historias con una base humana y emocional incontestables. La imperfección del círculo es la obra de una arriesgada e inmensa artista de la literatura, que nos lleva irremediablemente cual sombra de nuestro ser, a perseguirla hasta que nos damos cuenta de que es parte nuestra. Además, en un mágico descubrimiento, al leer el índice con los títulos de sus textos, descubrí una increíble historia, como si su creadora no hubiese querido que la obra finalizara con el punto final del último cuento. La imperfección del círculo es la precisión maravillosa de la emoción y de las palabras. José Víctor Martínez Gil, escritor y artista oral, Director Ejecutivo de la CIINOE, Premio Iberoamericano “Chamán”.
Pongo la televisión y veo a un policia abriéndole la cabeza con una porra a un menor de trece años. Agrediendo después a su familia, que intenta pedir ayuda, mantenerle a él y a sus compañeros, algunos de los cuales tampoco encuentran escrúpulos para usar la violencia, alejados del herido. No es Somalia o Afganistán, sino Tarragona.
El menor no es ni siquiera un manifestante –lo que tampoco hubiera justificado la brutalidad gratuita– sino lo que "ellos" probablemente definirán como un "daño colateral"; un chiquillo cuya familia cometió el terrible error de salir a pasear. Es decir, a mí me sueltan la cadena y yo agredo a bulto; la cosa es saciar mi sed de sangre. Porque alguien quiere recordar a todos que la calle es suya, y no desea que quede ninguna duda al respecto. Por eso, ahí estoy yo para hacer el trabajo sucio.
Me pregunto si este individuo será igualmente valiente a cara descubierta, sin el uniforme de antidisturbio, sin su escudo y su porra. Me pregunto si se atrevería a enfrentarse a esa madre de paisano, desarmado –doblemente desarmado por carente de razones–. Y sinceramente lo dudo. El valor suele ser inversamente proporcional a la agresividad. Si luego ésta se ejerce sobre los más débiles e indefensos... En efecto resulta aún más repugnante.
Me pregunto si el susodicho individuo –y los compañeros que le secundaron sin empacho– conoce el significado de la palabra remordimiento. Aunque me extrañaría. Me pregunto si tiene familia. Si mañana podrá mirar a los ojos a sus hijos, a su mujer, a su madre... Me pregunto si los suyos podrán mirarle a la cara a él.
Existen muchas formas de violencia, toda detestable: explícita o, mucho más inquietante, encubierta y enmascarada. Existe, también, la violencia institucionalizada. Un género que, justamente, ha costado gobiernos en el pasado, incluso en el reciente.
Métodos propios de otros funestos periodos, de otros abominables régimenes, ¿no nos dan mala imagen en el extranjero? Porque entiendo que en este país para algunos, como siempre, los ajenos –o según qué ajenos, según su estatus– cuentan más que los propios. Y la imagen, mucho más que las ideas. Que en ese sentido, las convicciones resultan siempre un incómodo lastre.
Yo, por supuesto, puedo recibir órdenes. Pero como individuo independiente que soy, tengo conciencia. ¿Acaso no nos repugnan los crímenes contra la humanidad cometidos durante la Segunda Guerra Mundial? ¿Acaso no reprobamos a quienes los cometieron, los mismos que se justificaron diciendo que sólo cumplían órdenes de sus superiores? Un soldado se deshonra antes desobedeciendo a la más elemental humanidad que a sus mandos.
Quizá haya llegado el momento de decidir de qué parte está cada uno, dónde ve la justicia y su causa. Hace muchos años ya, en 1917, otros seres humanos que podrían haberse escudado tras el mismo razonamiento, que podrían haberse limitado a actuar cumpliendo órdenes, se plantearon la misma pregunta. No es cuestión de colores; hay personas de buena voluntad en todos los ámbitos políticos y religiosos. Es cuestión de algo mucho más básico e irrenunciable: de dignidad, honestidad y fidelidad a principios que están por encima de nosotros mismos.
Samaritana, Julio Romero de Torres
Para escuchar al grupo Quilapayún interpretando La muralla
Quilapayún tuvo su primer concierto en Madrid en el añorado pabellón del Real Madrid. Era una sala enorme, lo que preocupó a los organizadores. Fue lleno total. El ambiente, fraternal y conmovedor. Puedo dar testimonio porque yo esta allí. No era mi primer concierto. Corría el 1977, yo tenía cuatro años, pero curiosamente lo recuerdo. Recuerdo en concreto cómo participaron todos los asistentes en esta canción. Lo recuerdo como si fuera hoy. Quizá por según qué cosas no pase el tiempo.