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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

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NO ES TIEMPO DE CABALLERÍA

El sueño eterno

Y aun así yo os llamo a resistir, caballeros. Empezando por Sir Warlock "El Esforzado" y continuando por cuantos quieran agregarse a otra causa que ya parece perdida. Y sin embargo... Y sin embargo es notorío que esta dama en apuros nuca pierde la fe.


EL DESTINO DEL CABALLERO

La caricia de las hoces cercenó su donosura.

Estático, enclavado en un vulgar puente,

mira, los ojos fijos en el río, la vida pasar:

cada día un poco más sucia y maloliente.

Pesa la indescifrable armadura como una losa,

y no ofrece reposo la almohada pétrea.

Corroen sus pensamientos funestos líquenes

mientras la espada, como la memoria,

se anquilosa.

Lejos quedan ya sus gestas.

¿Hubo un día encuentros galantes?

Hoy los jugosos ombligos de Venus brotan

a sus pies

como cálices inalcanzables.

Debió de vivir,

no lo recuerda,

tiempos mejores.
                                                                                 (S. G. I. Madrid 2 de marzo de 2011)


Maltrecho y cabizbajo, se duele el caballero de haber acabado sus días sirviendo, en el mejor de los casos, como fondo para las fotos de los enamorados. Y bajaría, de no tener los pies sujetos, de su triste atalaya por no ver el cauce del río llenarse de desperdicios.

Este año, la piscina natural que se hizo en ese tramo del río, junto a la Fuente Chiquita, en lo que antiguamente se llamaba Benidorm, seguramente volverá a permanecer cerrada, como en años precedentes, debido al estado de las aguas.

Hubo una vez un río llamado Ambroz, un río vivo en cuyo seno las risas nadaban. Yo aún lo recuerdo.


La foto corresponde a la imagen yacente de D. Alonso Sánchez, de finales del siglo XIV, que ocupa el pretil del puente de la Fuente Chiquita.


Mi fiel Rocinante

VENCIDOS

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,

y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,

va cargado de amargura,

que allá encontró sepultura

su amoroso batallar.

Va cargado de amargura,

que allá «quedó su ventura»

en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Va cargado de amargura,

va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,

en horas de desaliento así te miro pasar!

¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura

y llévame a tu lugar;

hazme un sitio en tu montura,

caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura

que yo también voy cargado

de amargura

y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,

caballero del honor,

ponme a la grupa contigo,

y llévame a ser contigo

pastor.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar...

                                    (León Felipe)




Para escuchar a Joan Manuel Serrat interpretando Vencidos



CARTA ABIERTA A DON JOSÉ MIGUEL SILLERO BLANCO, AGENTE DE MEDIO NATURAL

Mi muy estimado D. José Miguel:


Para empezar, expresarle mi hondo pesar por no haber podido escribirle esta carta antes y ofrecerle mis disculpas por no haber estado en condiciones de pedirle información personalmente sobre los árboles cortados en el cauce del río Ambroz, en las proximidades del puente de El Batán. El día en el que otra persona amablemente accedió a pedirle a Ud. información en mi nombre, yo andaba recorriendo nuestra hermosa montaña, ésa cada día un poco más despoblada de árboles.

De hecho el motivo de la presente es contestar a la pregunta que dirigió Ud. a nuestro intermediario. Me ha referido el mismo que, al preguntarle si había concedido Ud. el permiso para cortar esos árboles, su respuesta fue “sí, hemos dado nosotros el permiso; eran chopos ¿Es que le molesta a alguien?”. Dado que ahora mismo no estoy en Hervás, por la presente le hago saber que, en efecto, le importa a alguien: a mí me importa. Me importa mucho, especialmente dado el estado desastroso en el que ha quedado el cauce del río. Y para ser sinceros, también me inquieta su respuesta, en la que no añadió ningún tipo de explicación al vecino de Hervás que se interesaba por el hecho. Presumo, por tanto, que no está Ud. habituado a dar explicaciones, y quizá ni siquiera a que se las pidan..

Me importa porque he escogido esta tierra, que fue de mis antepasados, como mi hogar, y siento el amor que vierto en ella correspondido. Me importa porque bajo ella duermen sueños profundos mis ancestros, algunos de los más queridos, y todo cuanto a ellos habría podido turbar, me turba a mí también. Me importa porque las fotos que adjunto han sido tomadas a unos treinta y cinco metros del puente de El Batán, y este paraje habría de ser considerado, justamente, un patrimonio natural de carácter histórico. A él todos los niños que hoy tenemos una cierta edad íbamos a jugar, a coger ranas en las tardes estivas o a ser bañados por el sol que se filtraba entre las hojas hoy inexistentes. Desde ese puente se lanzaba al río de niño mi tío Paco, cuando aún el agua corría y al acercarse al lecho el caminante no se arriesgaba a contraer una infección, ni los pobres anfibios agonizaban en pozas minúsculas.

En definitiva y para no aburrirle más, como puede usted observar, me importa. Me importa mucho como tantas otras cosas que de momento quedan en el tintero. Es una fortuna porque así habrá ocasión de futuros encuentros. Así habrá, muy probablemente, ocasión para conocerse. Esperemos solamente que el Eclesiastés no tenga razón, que no se haga buena la máxima según la cual quien aumenta su conocimiento, aumenta su dolor.

Quisiera sólo añadir que, ya que usted dice que se cortaron sólo chopos, no seré yo quien ponga en duda su palabra. Ni siquiera me he entretenido en revisar los troncos cortados que aún yacen, muchos tirados de cualquier forma, entre las huellas de maquinaria pesada que mancillan la tierra, en el cauce del río. Su palabra es suficiente. Ahora bien, como podrá usted observar en la primera foto, al menos un castaño ha sufrido serias heridas en el tronco.

Me limito a recordarle que ésta será siempre su casa. Aquí será bienvenido cualquier comentario que desee hacer público, y verá la luz siempre íntegro; yo sí creo firmemente en la libertad de expresión. Así mismo estaré siempre a su entera disposición me encuentre en Hervás o en Madrid, desee Ud. hablar en persona o cambiar impresiones por escrito.


Reciba un atento saludo

                      Salomé Guadalupe Ingelmo




LAS INVASIONES BÁRBARAS NO RESPETAN LA POESÍA DE LO ETERNO

Un día, hace más o menos un mes, a los pies del Pinajarro surgieron, como las setas con los primeros rayos de sol tras una jornada lluviosa, unas barandillas y unos bancos de madera ―un mobiliario rústico, pero un mobiliario al fin y al cabo― en medio de los orgullosos pinos y los piornos ariscos. Las inmortales piedras comenzaron a mirar aquellos objetos desconocidos que pretendían suplantarlas con resquemor, y los pájaros evitaban posarse sobre ellos.
Si te abstraes del paisaje, si no piensas lo cerca que te encuentras de las nubes, si te olvidas de asomarte al precipicio y mirar hacia abajo, de contemplar el pueblo diminuto en la difuminada frontera donde se funden cielo y tierra, te parece estar en el merendero de San Andrés. Brilla el sol, pero el viento silva entre los troncos melancólicos de los pinos, cubiertos ya por las barbas invernales de los líquenes, con voz quejumbrosa. Sobre los róseos pétalos de los crocus el rocío salado y tibio resbala resignado.
Amar consiste también en aceptar a quienes o a lo que amamos tal y como es. Sobre todo en respetarlo y no obstinarnos en quebrantar su naturaleza.
Yo me limito a describir lo que veo y a compartir con vosotros lo que siento. Que cada uno escuche a su corazón y su cabeza y,
defendiendo su derecho ―me atrevería a decir su obligación― a tener un juicio independiente, extraiga sus propias conclusiones.








POR LAS FIESTAS DE HERVÁS SUBIMOS A LA ERMITA DE SAN ANDRÉS… POR UNA ACERA ROJA

Mañana comienzan las fiestas del pueblo. En estas fechas es tradición subir a la ermita de San Andrés para visitar al Santísimo Cristo de la Salud. En las proximidades podremos disfrutar del bacalao rebozado y los pececitos fritos en los chozos de escoba montados para la ocasión. Es por tanto un buen momento para acudir al castañar y realizar el recorrido preferido de los habitantes del pueblo, especialmente de aquellas personas habituadas a caminar un poco todos los días.
Este paisaje, ya considerablemente antropizado, pues está recorrido por la carretera que conduce al Puerto de Honduras, se ha visto ulteriormente modificado por una obra bastante polémica. Hace menos de un año se acabó de construir una acera que discurre por el castañar desde el puente de Pedregoso hasta la Plaza de Toros. Ahora es posible seguir un camino de losas rojas como si quisiésemos emular a Judy Garland. Sólo que Hervás no es la Tierra de Oz, esto no es una película, aquí las losas no son amarillas y desde luego no creo que nos conduzcan a la felicidad.
No somos pocos los que no entendemos la presencia de loseta en medio del monte, máxime cuando esta zona ya era perfectamente transitable gracias a la carretera. No basta por tanto argumentar que se ha tomado la decisión para facilitar los paseos a los muchos vecinos de la tercera edad que suelen subir a San Andrés todos los días. Entre otras cosas, porque para mí quisiera yo la tercera edad de esas personas, muy a menudo parejitas, que es posible encontrar bien temprano en la zona. Basta observar los gemelos de hombres y mujeres, analizar su paso y la gallardía con la que caminan para darse cuenta de que una obra así no les es en absoluto necesaria.
Si la función no es práctica, solo puede quedar otra opción: que sea estética. Y aquí nos enfrentamos de lleno a las principales objeciones levantadas por todos sus detractores, que no son pocos. ¿De verdad creemos lógico y estético colocar una acera de color ladrillo —que contrasta ya de por sí terriblemente con el negro del asfalto de la carretera— en mitad del castañar, uno de los símbolos naturales más característicos de Hervás? Cada uno tendrá su propia respuesta a esta pregunta. Cierto es que muchos lo consideramos una forma de destruir el paisaje no muy distinta de la horrible costumbre de encementar pistas de montaña innecesariamente (lo que nada tiene que ver con encementar puntualmente tramos específicos expuestos a los hielos). Muchos lo consideramos, en definitiva, una auténtica pedrada infligida a la naturaleza.
Si había por fuerza que construir una acera del todo innecesaria, al menos se podría haber hecho respetando los materiales de la zona y procurando que su estética se hubiese amoldado a las necesidades del paisaje, que no hubiese sido tan invasiva ni hubiese provocado un impacto visual tan fuerte. Se podría haber utilizado la piedra o, como mucho, la pizarra, que al menos habría resultado infinitamente más discreta.
Por cierto, aunque la acera está ya acabada, la iluminación está aún por instalar. Porque también se van a colocar farolas. Así, además de ofender la vista de algunos viandantes, molestaremos a los pájaros y murciélagos con la contaminación lumínica que cada día les deja espacios más restringidos, que altera sus ecosistemas al modificar el comportamiento de los insectos de los que se alimentan.

Los verdaderos protagonistas estan aquí