Hay que joderse, uno sale de casa, escrupulosamente pertrechado como Matt Damon en The martian, a primera hora para no molestar a los demás, con la única intención de hacer la compra en santa paz y, mientras, dócil y obediente, guardas cola para entrar en el súper, ya te tienen que reventar el día. No, Joan Manuel, no: creo que, por mucho que nos esforcemos, hoy no va a poder ser. Porque, aunque hayas llegado a pie como es tu costumbre, tienes la desagradable sensación de haberte dejado el DeLorean en alguna parte
Justo delante, el nostálgico, de unos sesenta y pico, arenga a una ancianita quizá no mucho más mayor que él —la vida, así de cabrona, pasa factura, y no siempre a los que debiera—: “[Bla, bla, bla, bla. Bla]… Estos señoritos todavía pretenden hacer creer que la sanidad pública la han inventado ellos. La sanidad pública —No sé muy bien si por “sanidad pública” entiende los internamientos en cárceles y campos de trabajo (esclavo) y "reeducación" (es decir campos de concentración), el tiro en la nuca en tapias de cementerios y cunetas, la Ley de Vagos y Maleantes o el rapto de niños de familias desafectas al régimen— la inventó Franco, tanto que lo critican. Y ahora, además de meterse con Ayuso, le echan la culpa de lo de los asilos también a Florentino Pérez —por sus inversiones en ese delicado sector tan mal gestionado, como en otros—”. Y más bla, bla, bla, bla.
Yo mantengo la distancia social —en este caso, no solo por mi proverbial civismo, sino porque no me cabe duda, sin necesidad de test, que podría pegarme algo muy contagioso y realmente indeseado— y un escrupuloso silencio —No hago meditación, pero dispongo de un autocontrol fuera de lo común, fruto de mi muy cultivada disciplina—; la cortesía me impide inmiscuirme en conversaciones ajenas. No obstante, aún así, el tipo me mira de reojo desconfiado, con indicios de culpa; como un cachorro malcriado que acaba de cagarse en la alfombra. Se ve que, aunque la mascarilla solo me deja los ojos al descubierto, no debo de tener muy buena cara. Yo es que soy así de natural: a pesar de mi exquisita educación, cuando se me revuelven las tripas se me nota. Y tanto me hace perder la serenidad que, a pesar de mi memoria de elefante, se me olvida la lista de la compra. Que, aunque la llevo escrita, aprovecho la coyuntura sanitaria para poner en práctica el ejercicio de, con la excusa de no manipular objetos fuera de casa, aprendérmela de memoria.
“No, hable usted, hable. Si aquí, para muestra un botón, se puede decir cualquier cosa. Cualquiera. Si este, todavía, es un país libre. Gracias a unos cuantos. Algunos de los cuales, afortunadamente y de milagro, lograron sobrevivir a ese régimen que usted tanto echa en falta”.
A Madrid, que fue la que más resistió y la última en caer en el 39, no la discriminan, como he escuchado últimamente; en Madrid, lamentablemente, nos significamos solitos.
Alegoría de Franco y la Cruzada, Arturo Reque Meruvia |
Al bando vencido, Ismael Serrano
Hoy puede ser un gran día, Joan Manuel Serrat
Lo de que la SS.SS. es de franco vamos a dejarlo.
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Seguridad_Social_(Espa%C3%B1a)#Restauraci%C3%B3n_y_Segunda_Rep%C3%BAblica_(1875-1936)
Saludos.
;)
Así estamos todavía, querido Alfredo. Tela. Muchos besos.
EliminarMe pongo enferma con lo que oigo y veo. Besos.
ResponderEliminarComprensible, querida. No es para menos. Besotes.
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