Recientemente, el 12 de mayo, fue el Día Internacional de la Enfermería. Sin embargo, al menos en España, tienen bien poco que celebrar los profesionales de la sanidad. Están muy necesitados de amparo.
No, no son héroes sin capa. Por mucho que también Banksy haya decidido sumarse al carro. ¿Y quién no? Aunque —a pesar de mi edad— soy extremadamente inocente, y no dudo que algunos artistas de todas las disciplinas —músicos, escritores, artistas plásticos...—, anacrónicamente candorosos como yo, se hayan unido a este tipo de homenajes espontáneamente, incluso por pura solidaridad; movidos simplemente por el deseo de demostrar su reconocimiento más sincero y desinteresado.
Pero, seamos honestos: lo que de verdad requieren nuestros sanitarios son menos aplausos y más respeto. Por parte de las instituciones y también del resto. Lo que precisan urgentemente es el apoyo de los ciudadanos. Especialmente cuando, por ejemplo, administraciones indignas, como la Comunidad de Madrid, los mantienen, todavía a 48 horas de que expire el contrato que firmaron en su día —a veces perdiendo ofertas mucho más rentables— para venir, en la peor de la crisis sanitaria, como voluntarios a esta región, sin conocer su situación laboral. Ahora que, presuntamente, ya no son necesarios. Y recalco "presuntamente", porque solo un idiota se arriesgaría a prescindir de ellos con tanta ligereza, como si el peligro hubiese pasado definitivamente.
Utilizados y vapuleados: me aprovecho de tu generosidad, como siempre. Mucho te quiero perrito, pero de pan poquito. Te traigo y te llevo cuando me parece e interesa, sin tener consideración de tu situación personal. Que seguro que viajas ligero de equipaje; puedes hacer las maletas en menos de 24 horas y buscarte un sitio donde mal dormir los ratos que te queden libres.
Pero no te preocupes, que si al final hubieses de contagiarte durante el desarrollo de tu profesión, en el cuidado de los enfermos, bien porque bajes la guardia tras tantas horas sin descanso o porque el material médico deficiente y no homologado facilitado por esta misma administración acabe pasando factura —Dejarlo todo en manos de la divina Providencia, por muy creyente y católica que una sea, quizá no parezca la mejor opción. Dios, tan requerido como anda últimamente, puede estar temporalmente ocupado en otras cosas—, nosotros, generosos como somos, te haremos un huequecito en nuestros maravillosos hospitales, donde serás atendido por otros sanitarios a los que, como a ti, chantajeamos emocionalmente para que remedien nuestra incompetencia y desidia —por no hablar de otros móviles crematísticos aún más oscuros y abyectos—, si es necesario, poniendo a disposición su propia vida.
¿Hasta cuándo vamos a consentir este círculo vicioso? ¿De verdad nos sentimos tan orgullosos de salir a las ocho a aplaudir a los balcones? ¿Sinceramente alguien piensa que así ha cumplido con la obligación moral que nos ata?
No, no son héroes sin capa, sino personas responsables. Modelos de civismo, solidaridad y humanidad. Se ve que estamos tan poco habituados a la ejemplaridad o tenemos tan escaso vocabulario —especialmente los medios de comunicación de masas— que ya no sabemos definir correctamente.
El problema es que, reproduciendo el trivial tópico del héroe, banalizamos su esfuerzo. Como siempre, escogemos los pueriles estereotipos. Admirémolos, por el contrario, por lo que realmente son: personas excepcionales, pero personas. Personas que necesitarán en un futuro, que están necesitando ya, a su vez, nuestra ayuda y solidaridad. Si quieres, sigue aplaudiendo cada día a las ocho; pero apoya también, ahora y más adelante, sus justas reivindicaciones. Por ellos y por todos nosotros.
Ahora, después de los reconocimientos públicos, arrimemos el hombro de forma mucho más discreta: sigamos las medidas higiénicas razonables —También quienes aplaudían desde el balcón a las ocho y al tiempo se las saltaban a la torera. Un poco de coherencia—, que servirán para reducir contagios, salvaguardando así también el bienestar de nuestros doctores/as y enfermeros/as. De paso, demostremos algo de memoria cuando nos acerquemos a las urnas en el futuro. Y exijamos, después, que se respete nuestra Sanidad y a nuestros sanitarios. El voto no da derecho al despotismo durante cuatro años, ni nos convierte en siervos amordazados.
El cuarto estado, Giuseppe Pellizza da Volpedo (1901) |
David Bowie, Heroes
Lo que hay es una gran desvergüenza.
ResponderEliminarSaludos.
Mucha hipocresía, me temo. Y sí, te doy la razón: una cara como el cemento. Besos.
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