Qal’at Sim’an o Iglesia de san Simón Estilita. Complejo cristiano del siglo V, Patrimonio de la Humanidad desde 2011. Siria 1996. |
Simón el
estilita pasó treinta y siete años subido a una columna en medio del desierto
sirio. Como llegado un cierto punto la distancia del suelo no le pareció
suficiente, decidió hacerse construir otra aún más alta. Y así sucesivamente.
Según dicen, la
penitencia del santo era signo de humildad. Algunos, inocentemente, creen que su
existencia debió de resultar muy dura, pues sólo disponía de una superficie de apenas cuatro pies para dormir y pasar el
día procurando no caerse. Pero lo cierto es que Simón había encontrado el
retiro perfecto, su remanso de paz. Y allí, aislado del panorama que contemplaba
sólo ocasionalmente desde lo alto, estaba a salvo. Porque hasta allí no
llegaban los cantos de sirena del maligno. Aunque tampoco los del hombre,
claro. No podían alcanzarle las voces del mundo: ni los gritos de los niños hambrientos
ni los sollozos de los ancianos desprotegidos ni las súplicas desesperadas de
los padres impotentes. Allí, en su torre de orgullo o su parapeto de cobardía,
estaba a salvo de todo. Sobre todo de sus propias debilidades y miedos. De sus
compromisos. De sus semejantes y las cotidianas miserias: de su propia humanidad,
De hecho, si
Jesús, salvando tiempo y distancia, hubiese acertado a pasar por allí, en efecto
habría clamado en el árido desierto lanzando una semilla estéril. Pues, desde
su posición, el impasible santo no habría escuchado las fraternales enseñanzas.
Simón, turbado
por los vulgares asuntos humanos, decidió retirarse al desierto para vivir en
continua penitencia. O lo que es lo mismo, en continua ausencia. Allí, después
de morar en una cisterna seca y una cueva, importunado por las voces de la
numerable gente que por admiración le visitaba ‒apartándole de la vida
contemplativa y la oración y acercándole a la tentación‒, decidió que le
construyeran una columna de tres metros de altura, luego una de siete y por
último otra de diecisiete.
Pero ahora,
hermanos, no es tiempo de ascetas, sino de santos más humanos sin los oídos
llenos de cera.
Presagio,
por Raquel Forner
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David Bowie, Cat people (Putting Out Fire). Video de Bruno Aveillan
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