SIEMPRE NOS QUEDARÁ EL HADES
Cómo no acudir
si con artes me has invocado.
He sido invitada al banquete.
Transito un páramo yermo:
hoy, sólo espinas
donde ayer florecían vergeles.
Bajo el emparrado,
verborrea de avispas.
Codician el único licor,
esta sangre estantía:
en las ramas, impúdicos frutos,
acerbos, corrompidos,
granadas podridas.
A mis pies
ya sólo crecen ortigas.
Anuncian los ecos al anfitrión.
Un desconocido irrumpe
altivo sobre el navío:
guirnaldas en el pelo
de cano vestido.
Te veo bajar en brazos de la corriente.
Más que arrastrado,
mecido:
descansado, tranquilo.
Caronte te ofrece su espejo;
te miras.
Te miro.
El reflejo se ha tornado frío.
En la superficie amnésica
siniestro presagio percibo;
ya no me falta la ausencia
ni me aguijonea el descuido.
Si fuese tu imagen de cera,
no engendraría menos brío.
Sobre el lago árido, Narciso,
que enmarca tu vanidad
con un halo ficticio,
te veo bajar en brazos de la corriente.
Más que arrastrado,
mecido:
descansado, tranquilo.
Caronte te ofrece su espejo;
te miras.
Impasible, te miro….
Y es el Estige un anillo
que nos desposa en su círculo.
(S. G. I. Madrid, 5 de octubre de 2011)
Para escuchar a los Cream interpretando White Room
Gran paisaje en otoño. La subida de Plasencia hacia Bejar es impresionante.
ResponderEliminarSaludos
¡Qué paz! Lo infinito está dentro de nosotros...
ResponderEliminarImpresionantes, tanto las imágenes como el poema, dan sensación de desasosiego aún siendo de gran belleza.
ResponderEliminarUn saludo
O a lo mejor, querido Manuel, es que no hay nada infinito. Nada que nosotros no sepamos construir como tal, o que cuanto menos no sepamos reconstruir solícitamente. Besos.
ResponderEliminarConcuerdo totalmente con vosotros, queridos José Ángel y Miguel Ángel. Y cada tramo es fascinante y único, de personalidad inconfundible. Nada tiene que ver, por ejemplo, la montaña de Hervás con la de la cercana Gargantilla, ni tampoco con la Sierra de Candelario. Yo no podrá elegir, ni renuncio a ninguna de ellas: ni a las más tupidas y acogedoras ni a las más descubiertas y recias. Cada una me da algo distinto en el momento necesario.
ResponderEliminarY respecto al otoño, qué decir. Es un paisaje perfecto para reflexionar, para llorar (si fuese necesario), para reordenar y determinar... Es la antesala del invierno, mi estación preferida en las alturas, la estación que mejor sabe consolar. Besos
Existe a veces un cierto equilibrio, incluso estético, en la desazón, querido Xurde Radio. Creo que el desencanto abre paso a la serenidad, sencillamente porque nos roba la esperanza. Prefiero definirme como un ser inquieto, aquejado sólo muy ocasionalmente, sólo cuando no se me deja otra salida, por ese mal. Abrazos
ResponderEliminarHola Salomé, aquí ando después del Puente del Pilar, Unos paisajes otoñales de ensueño, aquí por ahora seguimos con temperaturas veraniegas 30,32º y las playas repletas de gentes, hasta estamos en alerta de sequía, embalses al 30% y ríos con tan solo 25 cm de cauce.
ResponderEliminarComo bien dices, cada paisaje, nos ofrece algo distinto en el momento necesario. Solo hay que saber disfrutar ese momento.
El otoño, nos ofrece paisajes perfectos para, meditar, reflexionar, para la nostalgia, para el recuerdo; pajes melancólicos y grises preludio del invierno.
Saludos.-
En efecto, querido Enrique, se me antoja el paisaje que ofrece mayor solidaridad cuando estás mal. Junto con el invierno, claro. Si la congoja te atenaza, el otoño llora contigo y el invierno te arropa con su manto, te ofrece intimidad el velo de los copos al caer. Besos.
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