.

.

DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

Mostrando entradas con la etiqueta CONSEJOS PRÁCTICOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CONSEJOS PRÁCTICOS. Mostrar todas las entradas

LAS BIFURCACIONES

Un principio básico que os puede ahorrar muchos (y a veces serios) disgustos consiste en no tomar jamás una bifurcación a la ligera. Si no conocemos perfectamente el camino (y con conocerlo perfectamente quiero decir recordar de memoria cada tramo del mismo) y no estamos totalmente seguros de estar tomando la dirección correcta, el procedimiento antes de continuar consiste en pararse, mirar a nuestro alrededor y memorizar el paraje en el que tomamos la bifurcación. El objetivo es poder reconocerlo a la vuelta, pues deberemos desandar exactamente el camino andado para evitar perdernos.
Para lograrlo tomaremos algún punto de referencia fácilmente identificable, como una piedra de grandes dimensiona o de alguna forma especial, un árbol que destaque por alguna característica en particular (como ser el único de sus especie en el paraje), etc. En algunas ocasiones tendremos la suerte de poder contar con elementos aún más fácilmente reconocibles, como una vieja casilla, una portilla, un puente, etc. Nos aseguraremos de no adentrarnos en el camino elegido hasta estar totalmente seguros de poder reconocer el punto en el que lo tomamos.
Tenemos que apelar a la memoria fotográfica. Es mejor no habituarse a memorizar indicaciones de naturaleza verbal como, por ejemplo, “tomé el camino de la derecha”. Es evidente que los caminos que fueron “de la derecha” a la ida se convertirán en caminos “de la izquierda” a la vuelta. Y aunque parezca de Perogrullo, ello podría ocasionar confusiones entre los menos avezados, especialmente si a la vuelta el cansancio ya se hace notar.
Este sencillo procedimiento es importantísimo, ya que tomar un camino equivocado nos puede alejar muchísimo de nuestro objetivo. Recientemente me narraban las peripecias de un matrimonio que se habían echado a andar por el monte en otoño sin tomar este tipo de precauciones. El resultado es que, tras pasar la noche en una cuneta con la única protección de las hojas secas de los árboles, consiguieron llegar ateridos de frío y hambrientos hasta el pueblo en el que creían haber dejado el coche con su documentación y dinero. Pero entonces descubrieron que se encontraban en otro pueblo totalmente distinto, a veinte kilómetros de distancia. Estoy convencida de que ellos no volverán a tomar las bifurcaciones a la ligera.
Para finalizar, recordaremos que si nuestro grupo es nutrido o está compuesto por algunos miembros proclives a quedarse rezagados, debemos tener siempre la precaución de asegurarnos de que todos nuestros compañeros tomen la misma dirección en las bifurcaciones. En ellas esperaremos a los más rezagados y nos aseguraremos de que al menos vean con claridad qué camino toman el resto de miembros.

EL CALZADO

Ahí va la primera regla de oro. Tan obvia que aparentemente no haría falta ni recordarla. Y sin embargo, no son pocos los que caen en el error de no seguirla.
Jamás, bajo ningún concepto, debemos emprender una marcha con un calzado que no hayamos probado antes.
Esta norma básica se vuelve vital si además nos enfrentamos a un recorrido especialmente largo. En nuestra vida cotidiana solemos prestar poca atención a los pies, pero lo cierto es que de ellos depende en buena medida (en otra ocasión veremos que existe un factor igual o incluso más importante) que culminemos con éxito nuestra empresa. Eso sin contar con que el dolor en los pies (ya sea de origen articular o por ampollas, heridas o rozaduras) es uno de los que agria más el carácter y puede terminar convirtiéndonos en una carga insoportable para nuestros compañeros de marcha.
Hay que especificar que probar este tipo de calzado no es igual que probarse un zapato de vestir. No se trata de ver cómo nos queda o si nos aprieta en algún sitio, sino cómo responde al uso prolongado. Evidentemente, si al poco de calzarnos las botas o zapatos sentimos la menor molestia, quedarán automáticamente descartados. Una vez que hayamos comprobado que el calzado elegido nos resulta cómodo a lo largo de varias salidas, podremos exponernos a usarlo también en recorridos más largos y complicados.
Igualmente básico es elegir el calzado apto para el uso que le vamos a dar. Una de las muchas cosas que nos debemos plantear es que caminar por la montaña no es lo mismo que caminar por la ciudad. El terreno está plagado de irregularidades y, sobre todo, de piedras. Por eso una buena suela es fundamental. Si vuestro calzado no dispone de ella, iréis notando cada guijarro y caminar será un calvario. Pero al mismo tiempo, si el calzado elegido resulta demasiado pesado, puede llegar a percibirse como un lastre. Por eso conviene buscar el equilibrio entre la comodidad y la dureza/resistencia.
Es cierto que las zapatillas deportivas (para correr por montaña. Cualquier otro tipo debe ser totalmente descartado de antemano) que muchas personas usan para caminar por la montaña pueden llegar a ser muy cómodas y especialmente ligeras, pero yo os aconsejo el calzado diseñado específicamente para hacer senderismo, la bota o zapato de trekking.


El calzado de trekking resulta menos elástico que las zapatillas de deporte y al principio hay que acostumbrarse a él, pero su agarre al terreno y, sobre todo, la protección que ofrece al pie y tobillo no se puede comparar.
La ventaja fundamental de la bota de trekking sobre el zapato de trekking es que os sujetará los tobillos, de forma que éstos sufrirán menos los efectos de la marcha. De hecho también se pueden combinar los dos según el tipo de recorrido que vayamos a efectuar.
No obstante, dicho todo esto, hay que añadir que en materia de equipo no hay normas estrictas. Cada uno debe encontrar las marcas y modelos que más se ajustan a sus necesidades y ello sólo se consigue a fuerza de experimentar. Afortunadamente tenemos mucho campo por delante para poder hacerlo.

Los verdaderos protagonistas estan aquí