Jamás, bajo ningún concepto, debemos emprender una marcha con un calzado que no hayamos probado antes.
Esta norma básica se vuelve vital si además nos enfrentamos a un recorrido especialmente largo. En nuestra vida cotidiana solemos prestar poca atención a los pies, pero lo cierto es que de ellos depende en buena medida (en otra ocasión veremos que existe un factor igual o incluso más importante) que culminemos con éxito nuestra empresa. Eso sin contar con que el dolor en los pies (ya sea de origen articular o por ampollas, heridas o rozaduras) es uno de los que agria más el carácter y puede terminar convirtiéndonos en una carga insoportable para nuestros compañeros de marcha.
Hay que especificar que probar este tipo de calzado no es igual que probarse un zapato de vestir. No se trata de ver cómo nos queda o si nos aprieta en algún sitio, sino cómo responde al uso prolongado. Evidentemente, si al poco de calzarnos las botas o zapatos sentimos la menor molestia, quedarán automáticamente descartados. Una vez que hayamos comprobado que el calzado elegido nos resulta cómodo a lo largo de varias salidas, podremos exponernos a usarlo también en recorridos más largos y complicados.
Igualmente básico es elegir el calzado apto para el uso que le vamos a dar. Una de las muchas cosas que nos debemos plantear es que caminar por la montaña no es lo mismo que caminar por la ciudad. El terreno está plagado de irregularidades y, sobre todo, de piedras. Por eso una buena suela es fundamental. Si vuestro calzado no dispone de ella, iréis notando cada guijarro y caminar será un calvario. Pero al mismo tiempo, si el calzado elegido resulta demasiado pesado, puede llegar a percibirse como un lastre. Por eso conviene buscar el equilibrio entre la comodidad y la dureza/resistencia.
Es cierto que las zapatillas deportivas (para correr por montaña. Cualquier otro tipo debe ser totalmente descartado de antemano) que muchas personas usan para caminar por la montaña pueden llegar a ser muy cómodas y especialmente ligeras, pero yo os aconsejo el calzado diseñado específicamente para hacer senderismo, la bota o zapato de trekking.
El calzado de trekking resulta menos elástico que las zapatillas de deporte y al principio hay que acostumbrarse a él, pero su agarre al terreno y, sobre todo, la protección que ofrece al pie y tobillo no se puede comparar.
La ventaja fundamental de la bota de trekking sobre el zapato de trekking es que os sujetará los tobillos, de forma que éstos sufrirán menos los efectos de la marcha. De hecho también se pueden combinar los dos según el tipo de recorrido que vayamos a efectuar.
No obstante, dicho todo esto, hay que añadir que en materia de equipo no hay normas estrictas. Cada uno debe encontrar las marcas y modelos que más se ajustan a sus necesidades y ello sólo se consigue a fuerza de experimentar. Afortunadamente tenemos mucho campo por delante para poder hacerlo.
buenos consejos .
ResponderEliminarquede con una duda
¿que zapatillas son esas?
Muchas gracias, Rubén. Pues, veras, son mis viejas, muy viejas botas de trekking. Han estado conmigo en tantos sitios que aún hoy me resisto a tirarlas, y eso que tienen incluso remiendos de emergencia en las suelas... No te lo vas a creer, pero en alguna ocasión todavía me las pongo para salidas por Hervás no muy exigentes, cuando necesito descansar los pies de otras bastante más machacantes. No he vuelto a encontrar otras en las que hubiese tanto equilibrio entre comodidad y resistencia. Además el tipo de cierre hacía innecesaria mi costumbre de meter los lazos de los cordones por dentro de la parte cruzada de los mismos. Ya sabes, para evitar enganchones imprevistos que te pueden hacer acabar en el suelo de la forma más tonta (y no es raro que pase), e incluso en los lugares más inapropiados y peligrosos.
ResponderEliminarNo te doy el nombre porque en realidad era una marca desconocida. Y además lo de las marcas no me convence mucho. Es como con las zapatillas de deporte: pueden ser buenas, pero si no das con la más aproximada a tu horma...
Un cordial saludo