Río Tormes (Salamanca). Aunque bien podría ser el Leteo |
EN TIERRA INEXPLORADA
Sólo los separa el Leteo; casi puede
tocarla. El autor se dispone a atravesar la cautivadora corriente, aun a
riesgo de quedar aprisionado en el Hades. Pero entonces lee en sus
ojos: ella ya no es su Virginia, ya no le reconoce. Súbitamente el
grácil cuerpo se pliega. Tras el violento golpe de tos, ella observa el
cándido pañuelo con resignación y tibia melancolía. Muestra al
desconocido la mancha que se extiende implacable. Le ofrece un adorable
mohín a modo de disculpa. Se hace tarde; debe regresar a casa.
A miles de kilómetros, las olas del mar
gélido rompen contra los acantilados. Es octubre y hace frío, pero la
ventana abierta aguarda el improbable regreso de Annabel.
“¡No cerréis el ataúd, ella aún vive!”.
El escritor despierta sobresaltado. Las lágrimas han fluido
inconscientemente mientras dormía sobre su escritorio, y ahora es su
último poema el que parece llorar ríos de tinta. Sabe que regresará
junto a ella, pero no puede esperar todo un día. Entonces abre el cajón
que siempre permanece cerrado con llave y, fingiendo no ver los
insidiosos recortes de periódico, extraer el precioso frasquito. Aprieta
los labios contra la fría boca y bebe de ese beso lenitivo. Tras
algunos minutos, la voz infantil acude acompañada por el lánguido
lamento del arpa que ella solía tocar. Revolotea tímidamente por la
habitación. Cuando está a punto de posarse en su hombro, el sombrío
cuervo grazna “nevermore” y el animalito huye asustado.
Lo persigue por un Baltimore desierto,
entre los glaciares y la bruma de los opiáceos y el alcohol, hasta caer
exhausto. No se resiste cuando un vagabundo le propone que intercambien
sus chaquetas.
Siente tanta piedad que finalmente
decide entregársele. No ve esas ropas raídas que ni siquiera le
pertenecen. Ella sabe quién es él realmente, no necesita leer los
recortes de su cajón. Bajo el tupido velo de novia, Edgar reconoce
inmediatamente el rostro pálido como la nieve: la ha cortejado desde su
juventud. La enorme figura etérea avanza con los brazos abiertos,
dispuesta a acogerle en su seno. Esta vez, para siempre.
(Salomé Guadalupe Ingelmo, En tierra inexplorada, en la revista digital miNatura. Revista de lo breve y lo fantástico 103, julio-agosto 2010, p. 26, pp. 21-22.)
Para escuchar a Radio Futura
interpretando Annabel Lee
Salomé, me has puesto el corazón en un puño. Extraordinario relato breve. Felicidades!!
ResponderEliminarY esas pinturas muy hermosas.
Un beso.
Muchas gracias, Laura. La vida de Poe, y muy especialmente sus últimos años, siempre me ha impresionado sobremanera. Igual que la de otros autores desafortunados como Philip K. Dick. Aunque, he de reconocerlo, por alguna misteriosa razón, de especial forma. Si ellos hubiesen sabido la gloria que les esperaba en un futuro... Supongo que es el sino de casi todos los grandes escritores, los que verdaderamente lo han sido. Quizá demasiado adelantados a sus tiempos: quizá el lector necesite una larga digestión para dimensionar en su verdadera magnitud lo que almas más frágiles de lo que aparentan depositan con esperanza e ilusión en sus manos. Se nota que llega su aniversario, porque me estoy poniendo muy... sentimental. Aunque en realidad iba a decir "moñas". Besos.
EliminarEste cuervo estremecedor, 108 versos que se posan en el hombro, magnífica tu prosa Salomé, has interpretado de forma extraordinaria el vuelo negro del córvido.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Sigo convencida de que, más allá de la propia calidad, la honestidad en la literatura se advierte. Y creo que por eso Poe es tan amado. Abrazos.
EliminarHola Salomé.. Precioso texto con palabras intensas y llenas de pasión.. Un saludillo..
ResponderEliminarImpresionante vuelo y relato. Chapo
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana y Jerónimo. Besos.
ResponderEliminarSalome, es precioso. Muchos besos.
ResponderEliminarUn texto maravilloso, Salomé.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Teresa y Emiliano. Besos.
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