El cerezo y el almendro de mi jardín se buscan. Se afanan, incomprensiblemente, por alcanzar un inesperado abrazo al que creían haber renunciado. Han decidido, contra toda lógica, entrelazar sus ramas. Ambos tienen ya una cierta edad, y sin embargo hacen gala de un entusiasmo que quizá no les corresponda. Reverdecen impúdicamente ante los ojos extraños, y no les importan mínimamente las miradas indiscretas. Parecen vivir en su propio mundo. Como si la tierra que abrazan sus raíces fuese más cierta que la del resto. O como si hubiesen comprendido que a veces hay que arriesgarse a no tener tierra firme bajo los pies.
El cerezo y el almendro de mi jardín son en apariencia muy diversos. Pero las apariencias muchas veces, casi siempre, engañan. Y ellos no constituyen una excepción a esa regla: el cerezo y el almendro de mi jardín son muy diversos sólo en apariencia. Cuando ambos florecen, para los ojos inexpertos los frutos de sus esperanzas apenas se diferencian. Es más lo que les une que lo que les separa. Y a esa certeza quieren aferrarse con tenacidad, con la voluntad que les salvó de la tala y de la insidiosa carcoma en otro tiempo.
Durante muchos años defendieron sus respectivos espacios; las copas crecieron con sus propias costumbres y vicios, ajenas la una a la existencia de la otra. Pero ahora que se han descubierto, que casi se tocan, han entendido que compartir es mejor que disputar. Las hojas puntiagudas y ligeramente coriáceas del almendro han decidido no herir al compañero. Y en justo pago el cerezo será fiel y leal: no morderá la mano amiga, no clavará sus dentadas hojas en la confianza tierna. Para él, aunque un día pase la fugaz primavera, será siempre cándido como el vestido de una novia.
MÍSTICAS NUPCIAS
Se desposa el vetusto cerezo con la luz.
Extiende,
plantoncillo inexperto,
las escarmentadas ramas.
No teme,
aunque parezca insensato,
quemarse otra vez.
Es el milagro de la fe
que nutre,
con voluntad de vida,
su savia.
(S. G. I. Madrid, 19 de mayo de 2011)
Para escuchar (a ser posible acompañados... Mejor, muy bien acompañados) a Van Morrison interpretando Someone like you.
¡Hola Salomé!
ResponderEliminarMientras con el místicismo los árboles se acarician con sus ramas, son testigos de quanto les rodea.
Un beso.
Cuánta razón tienes, querido Fernando. Siempre he creído que la perfección se alcanza cuando dos que son el uno con y para el otro, son también con y para el resto. Como decía Benedetti, “porque somos pareja que sabe que no está sola”. En efecto creo que ése constituye un buen motivo para amar, un lazo (y no cadena) que refuerza uniones. Porque las coincidencias no son nunca casuales. Besos.
ResponderEliminarHola Salome, cuanto tiempo...!!
ResponderEliminarMísticas Nupcias, una sola palabra es capaz de cambiar muchas cosas.
Al igual que esos árboles, con sus simples expresiones, movimientos, encierran algo más grande, miradas, caricias, besos....Con un solo abrazo se puede llegar al cielo.
"Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar.
Erich Fromm"
Saludos.-
En efecto, el suficiente para añoraros intensamente. Aunque, por otro lado, el tiempo pasa tan deprisa a veces…
ResponderEliminarMi naturaleza me impulsa a disfrutar más dando que recibiendo. No obstante, la experiencia me ha demostrado que es correcto y mucho más sensato buscar un equilibrio entre ambos papeles, lograr una merecida correspondencia. Lo contrario, depende de quién tengamos en frente, puede resultar devastador. Conviene, por el propio bien de la relación, ser compensados como merecemos. Creo, por ello, que el amor (y quiero decir el amor, no cualquier otro sentimiento de tantos que con él se confunden habitualmente) pertenece sólo a los justos y generosos; huye de los egoístas y mezquinos. Besos.
Será por amar...
ResponderEliminarSaludos
Siempre, querido Javier, tan conciso, tan preciso, tan sensato y prudente. Pues sí, la actividad más noble. Independientemente de cuál sea el sujeto que se beneficie de ella e incluso independientemente de que éste lo merezca o no. Lo que no obsta para que convenga elegir juiciosamente. Abrazos.
ResponderEliminarY de esas nupcias nacerá la vida...en las aladas alas del cerezo...¿o en las del almendro quizá?
ResponderEliminarPara mi humilde gusto, este texto y su poema se cuentan entre lo mejor de tu escritura. Lo digo y lo firmo.
Para mí que es Ud. demasiado generoso, caballero. Pero es una bella cosa la generosidad. y quizá, en el fondo, no resulte nunca demasiada. Yo díría que la vida ha nacido o renacido en los dos. Y es justo que así sea. A ser posible, exactamente en la misma medida. Besos.
ResponderEliminar