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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

EN LA OTRA CARA DE LA LUNA




La recuerda en su celda, en las largas noches insomnes, cuando el humo de los cigarrillos que fumaba lánguidamente ejecutaba seductoras danzas en el aire. La luz de la luna, que se filtraba entre los barrotes de su ventana, dibujaba claroscuros en su rostro desmejorado. Entonces ella dejaba de ser Mata-Hari y volvía a convertirse sencillamente en Margaretha. Mientras la bailarina india educada por los brahmanes quedaba atrás, la hija del sombrerero holandés relataba su infancia de pobreza [...] Margaretha rememoraba sus ansias de escapar lejos […] Hablaba del temor a la vejez que todo lo marchita... Pero nunca del descubrimiento de su talento: nunca de aquel misterioso parto en el que, de entre las brumas, surgió cual Shiva danzante, capaz de dar la vida o destruir con un solo movimiento de su cadera, ella. Nunca de ese desgarro doloroso en el que abriendo la puerta a la luz, franqueó el paso también a la muerte. Nunca de esa otra mujer.
[…] Los pasos siguen resonando a sus espaldas, como un eco de sus propios pasos que se adapta armoniosamente al sonido de sus tacones sobre el empedrado, como un diestro músico empeñado en poner el contrapunto al instrumento solista. Las farolas iluminan precariamente la calle poblada por inquietantes sombras. Cada isla de luz parece una promesa de salvación. Entre una y otra, el pulso se acelera y los pies parecen volar [...] Pero su misterioso acompañante no está dispuesto a abandonarla. Por el rabillo del ojo percibe el movimiento a pocos centímetros de distancia. Cuando se vuelve, no encuentra cuerpo alguno. En el suelo, junto a su sombra, hay otra silueta idéntica que también surge de sus propios zapatos. Ambas mujeres, unidas como las manecillas de un reloj, esperan a que ella decida ponerse de nuevo en marcha.
Esa sombra habrá de acompañarla toda la vida, aunque inexplicablemente nadie más que ella parezca poder verla.
[…] A pesar de su figura perfecta, no era hermosa. Sin embargo algo cautivador yacía en el fondo de ese cuerpo delgado. Algo envolvente y cálido como las mantas con las que las madres arropan a sus hijos en invierno, no frío y escurridizo como la serpiente en la que sus enemigos acabaron convirtiéndola.
La luz se refleja en la escamas de su vestido, de esa ajustada malla plagada de minúsculos cristales con la que cubre su cuerpo. Ella es la tentación encarnada. Mientras ofrece el gesto voluptuoso bien ensayado ante el espejo, mientras todos los hombres de la sala dejan volar la fantasía, ella no piensa en nada más que en el siguiente paso de baile, en cómo colocarse para que la luz resalte sus curvas; es simplemente un trabajo. Al terminar, en el camerino se amontonan ramos, notas, regalos caros y todo tipo de invitaciones.

Durante la sinuosa danza ha ido despojándose de cada uno de sus velos como una nueva Salomé. Sólo que ella es una mujer segura de sí, perfectamente consciente del poder que le confieren sus encantos, y sabe bien lo que quiere. Quiere lo que nadie le puede dar. Quiere que la vida fluya entre risas y champán y cuerpos anudados siempre jóvenes. Quiere que la guerra sea desterrada, que la muerte quede lejos para poder acunar entre sus brazos a todos esos soldados cuyos cuerpos acaban hechos pedazos en algún lejano campo de batalla, en una tierra que a nadie le importa, regada por una sangre estéril que no ha de dar frutos. Ahora que ya no puede recuperar la infancia que tan rápido quiso abandonar, quiere que el mundo vuelva a ser un inmenso prado mullido en el que tumbarse a mirar cómo pasan las nubes, a recibir las caricias del sol… Pero se conforma con vivir el presente y no pensar jamás en el futuro. Como si el fondo de las copas en las que busca consuelo le hubiesen revelado ya que no habrá mañana por el que preocuparse. Se conforma con asegurarse el lujo y la protección que sin duda sus influyentes amantes le ofrecerán a ella y a su Vadim, el único hombre que de verdad ha elegido. El único al que es fiel a pesar de todo…
Como cada noche, se sienta en soledad a observar la luna. En las sombras encuentra refugio; su abrazo es cálido y maternal. Después de todo, a pesar de ser una criatura risueña y llena de luz, se siente también un ser melancólico y nocturno. En ella conviven dos naturalezas opuestas, como en todas las fuerzas creadoras, fuentes de vida y quizá a veces de destrucción, como en el útero que nos trae al mundo y en la tierra que ha de acogernos un día.

Reza en silencio a la pálida luna, esa diosa benevolente cuyo cuerpo muestra claros signos de maternidad [... ]
―[…] ¿Te desnudarás?
―Por supuesto. Pero esta vez lo haré como no lo he hecho antes ante ningún ser humano. Me desnudaré para vivir, no para morir. Bailaré desnuda como hizo Shiva, en el que se funden hombre y mujer, y un poco de la vida que todavía me queda dentro se liberará y permanecerá en el mundo aún mucho después de que yo me haya ido. Cuando tú veas las nubes volar y oigas los pájaros cantar sobre las ramas, te acordarás de mí.

―Yo me acordaré de ti siempr…

―No. Sólo siente ―interrumpe su reproche colocándose un dedo sobre los labios resecos, sobre los labios cuarteados de una mujer de cuarenta y un años que sabe estar viviendo sus últimos momentos.

Y esa noche ella baila como Mata-Hari aprendió a hacerlo en el templo de Shiva, pero también como Margaretha habría deseado hacerlo ante un compañero. Esa noche, por primera y última vez, no piensa en la posición que debería adoptar para sacar el máximo partido a sus encantos, ni en la elección más conveniente entre los hombres que seguramente visitarán su camerino tras el espectáculo, ni en el tiempo que aún le puede quedar antes de ajarse definitivamente y formar parte del olvido, de morir sola y abandonada… No piensa.

A fuerza de alimentar su leyenda con historias fantásticas sobre sus orígenes, hasta ella casi ha acabado por olvidar de dónde proviene. Pero esa noche Mata-Hari desentierra a la Margaretha que yace bajo el polvo que se ha acumulado sobre ella en todos esos años, bajo los sedimentos que se han ido depositando sobre su vida desde la infancia. Esa noche, la mujer con dos sombras habla de una infancia tierna entre nidos de pájaro y ranas en el río, de una niña con perennes costras en las rodillas y manchas tiznándole la piel tostada por el sol entre las pecas.
(Selección de fragmentos extraídos de "Cuando tú no estés", Salomé Guadalupe Ingelmo)


UNA MIRADA NOCTURNA

10 comentarios:

  1. Una mirada, es siempre una mirada, independientemente del momento, da igual a la luz del sol, que a la luz de la luna, lo importante es lo que trasmite y lo que se quiere decir con esa mirada.
    Saludos.-

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  2. Es muy importante también, querido Enrique, quien observa desde el otro lado; cómo observa e interpreta esa mirada. Abrazos.

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  3. Muy lindo SGI
    Muy lindo
    Chao y saludos

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  4. Precioso Salomé.
    Hoy subí a la montaña, en bici, bebí agua de manantial, me tendí en la hierba y me llene los ojos de nubes esponjosas y retazos de azul,escuché el murmullo del agua, los trinos de los pajaros y... ya puesto, mejor decirlo todo, me pege un "morrazo" y entre tanta mágia solté una maldición que no voy a repetir. Otro dia te cuento mas.
    Y tu... ¿donde te metes? Se te extraña.

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  5. Es mutuo; yo también os echo de menos. Ando de viaje, fuera y dentro. El viaje interior no sé muy bien cuándo acabará, pero del otro preveo regresar en breve. Ha sido todo bastante imprevisto y algún pequeño percance ha habido, aunque sin bici de por medio. Me alegro de que haya sido un día tan completo. Hoy yo no he tenido cielos ni agua de manantial, pero hago un pedazo de tu experiencia mía. Besos gordos.

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  6. Como siempre, Salomé, una maravilla, menuda mirada, buen trabajo. Un besote.

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  7. Viajas y mientras tanto creces, te alimentas de pequeños milagros y sacias tu sed en fuentes de vida. Quizás te caes, a veces, pero quién lo duda, eres una mujer y te levantas a pesar de las heridas, que más da que no sanen nunca. ¿Quién ha dicho que no se puede vivir almacenando grandes dosis de dolor con algunas pocas de felicidad?

    Te conozco apenas, quizás, incluso, de ser distinto no acortaríamos distancias para ello, aunque lo dudo. Entro en bloger y me da por mirar si regresaste, solo eso, quería que lo supieras.
    Muakis!

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  8. Se puede, querida Anna. Es más, se debe. Aunque por otro lado creo que es una obligación buscar la felicidad, cuanta más mejor. Y también rebelarse contra lo que parece nuestro destino: negarse a permitir que esas heridas nos determinen la vida. Nos la condicionarán sin duda, pero hagamos que sea lo menos posible. Hay que obligarlas a sanar. Y si es posible, que no cicatricen precariamente.
    Yo también lo dudo. A ambas nos gusta caminar (con o sin las rodillas desolladas); creo que echaríamos a andar en direcciones opuestas y acabaríamos encontrándonos a medio camino. Ni un poco más para acá ni un poco más para allá. Puede que en realidad ya lo hayamos hecho.
    Un beso muy fuerte.

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  9. Regresaste, me alegro de corazón.
    La felicidad, yo no solo la busco sinó que la defiendo con uñas y dientes,a patadas si se tercia. Soy de fácil contentar, mi marido dice que a mí me dan un bocadillo, una botella de agua y unas chirucas y me lanzo al monte como las cabras más contenta que Dios. Me cansa enormemente estar triste, dar más vueltas de las que conviene a cualquier cosa. ¿Para qué?
    Seguramente nos hemos cruzado, no sabría decirte en que tiempo o camino, a saber...
    Un besazo amarillo, como no.

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  10. Concuerdo: más vueltas de las estrictamente necesarias, mejor sólo en la montaña. Aunque creo que a ese convencimiento se llega únicamente con la edad, o más bien con la experiencia. O quizá más bien con la acumulación de desencantos. Y me parece que escribir también facilita las cosas; puedes seguir dándole vueltas fuera de tu cabeza (y/o corazón) en lugar de hacerlo dentro. Luego finges que esa vida ya no es tuya y a veces incluso funciona.
    Sin lugar a dudas, nos hemos cruzado. Ya sabes que a veces las curvas del camino te impiden una visión clara. Lo importante es que ahora los ojos de ambas logran obviar los obstáculos. Besos montaraces.

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