Leo el comentario dejado por uno de los compañeros que honra esta casa con su valiosa presencia, Jarnaco, y me da por pensar. Ha sido un día raro. Siento una suerte de injustificable orgullo; me satisface que algunos puedan descubrir a Víctor Jara a través de este blog. Y me digo que muchos internautas quizá sean demasiado jóvenes, que la memoria es directamente proporcional a la edad. Y que yo ya tengo alguna: puedo ver sus manos, las de los viejos documentales.
Recuerdo la tarde que mis padres compraron en un conocido barrio obrero de Madrid, cerca del colegio donde cursé preescolar, el LP que de niña yo no dejaba de poner en el tocadiscos. Murió cuatro meses después de que yo naciera. Aquel debiera haber sido un año afortunado, un año alegre. De hecho lo fue para algunos. Quizá porque era muy pequeña, menor que un grano de avena, quizá por el influjo del blanco y negro de la carpeta del disco, ese recuerdo carece de color. La tarde, creo, era gris y lluviosa.
Recuerdo la tarde que mis padres compraron en un conocido barrio obrero de Madrid, cerca del colegio donde cursé preescolar, el LP que de niña yo no dejaba de poner en el tocadiscos. Murió cuatro meses después de que yo naciera. Aquel debiera haber sido un año afortunado, un año alegre. De hecho lo fue para algunos. Quizá porque era muy pequeña, menor que un grano de avena, quizá por el influjo del blanco y negro de la carpeta del disco, ese recuerdo carece de color. La tarde, creo, era gris y lluviosa.
Hoy ha sido, también, un día gris. Ha sido un día raro. Me da por pensar en sus manos, en sus palmas elevadas a un cielo sin nubes. Para mí las manos son tan importantes como los ojos; revelan lo que una persona es, lo quiera ella o no. Y las veo tocando, acariciando las cuerdas. Y me las puedo imaginar acariciando a otro ser humano o a un animal. Pero, curiosamente, no logro imaginarlas golpeando, torturando.
Hoy ha sido un día gris, con una ligera tormenta. Pero ha sido también un día raro. Así que, en lugar de los insistentes y amenazadores truenos, yo sólo acierto a escuchar su voz. Su voz: conciencia y azote de los opresores. Su voz una y otra vez en mi cabeza. Su voz, la misma que llamaba a la reconciliación, que no al olvido. Y me digo, como tantas otras veces, que olvidar y no recordar no son siempre sinónimos. Y constato que la indignación y la rabia no van siempre de la mano. Y presiento que la segunda es una piedra tirada sobre el propio tejado, y que por el agujero irreparable que deja en nuestra morada van entrando indeseables alimañas. Hasta que, un día, nuestro hogar se convierte en una oscura guarida en la que no cabe el sol. Pero su voz reconfortante, cálida como los recuerdos infantiles, aplaca la tormenta.
No, querido Jarnaco: si puedo elegir, escojo poder seguir escandalizándome, indignándome toda la vida; no llegar a sentirme nunca tan vivida −o tan decepcionada por el género humano− como para considerarme curada de espanto. No escojo la rabia. Elijo resistir: escojo, a pesar de la experiencia, no permitir que nada ni nadie me empuje al odio.
Pero también me digo que la juventud suele ser impulsiva, que padece un exceso de energías a menudo difíciles de canalizar. Que yo misma quizá siga siendo, aún, demasiado activa para mi edad. Y que, quizá, observada desde el exterior, pueda parecer a veces incluso demasiado visceral. Y concluyo que, en el fondo, quizá no importe tanto, que tendré tiempo de sobra para parecer absolutamente aplacada, aplacada cuanto corresponde a mi edad, cuando esté muerta. Pero que ese momento aún no ha llegado. Que ese día no es hoy. Que hoy quiero −y debo− seguir, e incluso parecer, viva.
http://www.youtube.com/watch?v=j6Aq2tUdhnw
Preguntas por Puerto Montt
http://www.youtube.com/watch?v=KD6PPld4e7c&feature=relatedVamos por ancho camino
http://www.youtube.com/watch?v=6qXkXTaZiXg
Mis Lps de Víctor Jara están sobados y, quizás, los surcos del disco de vinilo, desgastados de tanto ponerlos. Es un cantante que me conmueve hasta las lágrimas.
ResponderEliminarNo creo que la Indignación y las ganas de batallar tenga que ver con la edad, aunque el paso del tiempo desanima a muchas personas... te acuerdas de lo que dice Bertolt Brecht :
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles.
El odio y la rabia creo que está en proporción con el dolor y la pérdida... en frío es mejor no sentir esos sentimientos, pero en situaciones determinadas comprendo que aparezcan. Nunca he sufrido tanto, he sido explotada tanto, me han torturado o encarcelado tanto.... como para condenar esa reacción.
Un abrazo grande.
No sé, querida Laura. En los momentos de más dolor llegué a sentir, en caliente, impotencia. Incluso lástima hacia quien me lo procuraba. Pero nunca odio. Motivos no me faltarían quizá, y sin embargo he sido sólo capaz de la indiferencia y el más absoluto olvido. Puede que, si lo piensas, sea esto, si no más cruel, desde luego sí más monstruoso que el odio. Creo que la mente, y también el cuerpo, tienen sus propios y misteriosos sistemas de defensa, mecanismos que escapan a nuestro control, pero que aseguran nuestra salud mental y emotiva. Aunque supongo que éstos actuarán de una forma o grado distintos en cada persona. Juzgar es un verbo que me cuesta horrores usar; no creo que nadie esté cualificado para hacerlo, nunca. Cuanto menos en el sentido en el que lo estamos empleando. Tampoco me agrada demasiado aconsejar, y sin embargo… Sí, me atrevería en este caso. Y no porque la reacción no pueda llegar a parecerme natural, si bien pudiera no ser la mía (y digo pudiera porque sólo al encontrarte en la misma situación estás en condiciones de saber con certeza cómo actuarías), sino sencillamente por el bien de la víctima: para que no se emponzoñe aún más, para minimizar las secuelas. Porque ésa es otra de las formas de las que goza el carnicero para seguir ganando. Si quieres hay en ello, más que bondad y/o autocontrol desmedidos, una huella de (sano, creo) orgullo: no me gusta dar esa satisfacción añadida. He procurado siempre minimizar las cicatrices de las caídas y de los golpes, y sospecho que no es una mala política. Presiento que de no haber actuado así, de tener otro carácter, ahora yo sería muy distinta. Aunque esto, obviamente, no podré constatarlo nunca.
ResponderEliminarResulta muy curioso; precisamente esa cita de Brecht reaparecía hace poco en mi vida. Como casi siempre, se me acumulan las casualidades. Besos gordos.
Si me lo permites me quedo con "El derecho d vivir en PAZ"; de V.Jara.
ResponderEliminarCada uno que viva como quiera sin perturbar los derechos de los demás, mientras no moleste a nadie que viva como quiera, no somos libres?.
Como bien dices; soy de tu idea, una persona es, lo quiera ella, y no lo que quieran los demás, ya estamos suficientemente moldeados por la socialización adquirida.
Soy incapaz de comprender como una persona, otro ser humano es capaz de golpear, maltratar o
torturar a otra persona.
Por desgracia esta falsa democracia está llena de opresores encubiertos con piel de cordero.
Día triste y gris, que rezón tienes.-
Bufff!!! ya estoy divagando otra vez...Saludos.-
¡Hola Salomé! Me emociono al leer estas palabras sobre Victor Jara. Todavía recuerdo algunas canciones con la guitarra, en concreto Plegaria de un Labrador.
ResponderEliminarLevántate y mira la montaña
de donde viene
el viento, el sol y el agua,
Tú que manejas el curso de los ríos
Tú que sembraste el vuelo de tu alma.
Besos.
Hola Salomé. Bonita foto y un buen comentario. Un saludo desde Doña Mencía
ResponderEliminarMuy difícil, especialmente en los últimos tiempos, no divagar, querido Enrique. Quizá el problema es que lo hayamos hecho muy poco durante demasiado tiempo. Y eso es malo, pésimo. Es pésimo que determinadas personas, las que más tienden a presumir la estupidez de su prójimo, se acostumbren a no percibir signos de vida inteligente en sus interlocutores. Pero las costumbres también están para quebrantarlas, por supuesto. Especialmente las malas costumbres. Besos.
ResponderEliminarEra, querido Fernando, mi preferida en la infancia. Junto con "Te recuerdo, Amanda", claro. Curiosamente entonces, a pesar de mi corta experiencia vital, esta canción tenía en mí un efecto muy similar al de "Manuel" de Serrat o “Al alba” de Aute. Supongo que hay cosas que los críos perciben por instinto, como los animales. Y supongo que una parte de esos mensajes está por encima de lo puramente verbal. Besos
ResponderEliminarGracias por la visita, José Manuel. Como sabes, eres siempre un huesped muy deseado. Besos.
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