Segregación por sexo en los
colegios, perversa y pervertidora, alimentadora de acercamientos retorcidos al
cuerpo y la mente propios y ajenos; niños de clases humildes señalados por
humildes uniformes, que recompensan la caridad rellenando tinteros para los
compañeros de pago o con cualquier trabajo servil que no dignifique, que
inculque tempranamente la sumisión a los superiores y el sano hábito de la
cabeza gacha; provechosas clases de costura y cocina –sólo para las niñas,
claro; en ese modelo de España no caben los “maricones” – que preparen para el papel desempeñado en la sociedad
–de bien– mañana: para remendar pañales y tapar con el alimento del cuerpo la
voz de la adormecida alma... Todo, bajo la atenta mirada de un cristo
taciturno: afligido porque algunos, sin su beneplácito, dentro y fuera de los severos
confesionarios, han monopolizado un discurso que ya no reconoce como suyo.
Algunos de vosotros tenéis la
suficiente edad como para que os suene. Otros lo habréis visto en el Nodo. Los
demás, temo, comprobaréis de lo que hablo dentro de muy poco.
Para tener más claro lo que se nos viene encima