Así, espontáneamente, a capela. Sin aderezos ni ambages, sin
disfraces −ni antifaces. O quizá, para mayor corrección, pasamontañas−. Sin medias tintas ni tiempos condicionales.
Sin respuestas evasivas −que no gallegas−. Sin esperas. Cuando te sabes en uso de la razón, y
no sólo de tus razones, nada recelas. Si no tienes nada que esconder, culpa no
se te puede imputar.
Quizá se pierda misterio; pero no,
necesariamente, encanto. Es como en un buen matrimonio: en uno compuesto por
dos personas dotadas de madurez emocional; en uno de esos en los que los
cónyuges no se vienen abajo por verse recién levantados. Por no mencionar que
es así como se gana, sin duda, la confianza y el respeto del hermano.
S. G. I., Madrid 31 de enero de 2012
La incredulidad de Santo Tomás, Caravaggio (1602)
|
Para escuchar a Beyonce interpretando Halo en versión acústica
Para escuchar a Pink interpretando Who Knew en versión acústica