A veces, muchas veces, cuando el sendero se retuerce en una previsible curva, me imagino a mí misma caminando sobre el vacío. Los pies sostenidos únicamente por la fe. Avanzando por una pista ya inexistente, que se adentra en el acogedor precipicio sólo en mi mente. Me siento, fuera de mí, ligera, ingrávida: libre por fin de las insidias del suelo. Y la nada parece tirar de mí seductora, solidaria. Pero la tierra es siempre mucho más fuerte; también hoy el paso se impone al vuelo. La línea recta habrá de esperar, aunque continúe siendo la distancia más corta entre dos puntos. También, la distancia más corta entre dos cuerpos. Tomo la curva a regañadientes, como un cáliz amargo apurado ante el escaparate de una pastelería. Trago, una vez más, trabajosamente. Y me digo que la fe es lo que más alimenta. Aunque no sólo de fe se vive.
Para escuchar a Kansas interpretando Dust in the wind