Museo Sorolla, Madrid, 19 de abril
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Mira Medusa su cabeza cercenada sobre el bruñido escudo del guerrero. Esos ojos empañados ya no se dirían los suyos: apenas reconoce a la joven doncella que nada sabía del mundo. El metal refleja la cruda realidad indiferente, ni cruel ni misericordioso: sencillamente, desapasionado. Inexplicablemente, la mujer desfigurada está por encima de su propia tragedia, por encima incluso de la infamia. Inexplicablemente, la mujer mutilada es inmune al odio. Lejos de destilar veneno, las serpientes de su cabellera ofrecen miel al recién llegado. Su regazo concede reposo al amable extranjero. El hombre, entonces, observando las facciones relajadas que contradicen el cuello seccionado, se pregunta quién es realmente el monstruo.
No te mires en la dura superficie, niña; es peligroso –muy peligroso– reflejarse en los espejos. No te fíes, niña, de las corneas ajenas. Mírate –porque has de hacerlo– únicamente dentro.
Para escuchar a Dead can dance interpretando Chant of the paladin
Para escuchar a Dead can dance interpretando Echolalia
Para escuchar a Dead can dance interpretando Ulysses