Mientras en el pueblo llovía y en la parte más baja de la pista caía aguanieve, en los mil doscientos metros arreciaba una imponente tormenta de nieve. De lo más estremecedor que he vivido ahí arriba. De lo más estremecedor que he vivido en general. Tanto que a este día le dedicaremos varias entradas, en las que podréis ir viendo la evolución de la tormenta a lo largo de la pista. En días sucesivos observaréis también las bellísimas consecuencias que ésta ha dejado ochocientos metros más arriba en la Solana de Andrés, que he visitado hoy, día 24 de diciembre. Conviene recordar que en estas circunstancias se hacen especialmente imprescindibles las botas de buen agarre, por no hablar de un equipo apropiado que os proteja del frío y la humedad pesando lo mínimo imprescindible. Debéis tener en cuenta que hasta que el estiaje no afecte a los arroyos que atraviesan la pista, ésta no será transitable a pie. Algunos de ellos están muy crecidos en estos momentos y bajan con la suficiente fuerza como para que una persona tenga que hacer un esfuerzo si no quiere ser arrastrada al atravesarlos. Eso por no hablar lo congelada que está el agua y de la estimulante temperatura ambiental.
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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS
(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)
EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.
MENSAJE NAVIDEÑO 2010
SECCIÓN:
DICHO DE OTRO MODO
Quizá demasiado pronto. Puede que un tanto hermético. Con total seguridad poco ortodoxo. En contra de cuanto hubiese proyectado en un primer momento, no exento de melancolía. Atravesado de parte a parte, como siempre, por las amorosas flechas. Es mi mensaje navideño de este año. En el fondo creo que ninguna de esas peculiaridades, ni siquiera las más imprevistas, son tan casuales. Quienes me conocéis bien comprenderéis inmediatamente. Quienes me intuís probablemente vislumbraréis la trama también con la ayuda de las palabras, de la canción The old ways, compuesta por Loreena Mckennitt. Porque las palabras nunca son sólo aire; por muy ligeras que vuelen, han de tener un peso. Y precisamente ése convendría darle.
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