Hoy nos vamos por montaña a Béjar, a la espectacular Hoya Moros, desde donde contemplaremos los meandros que se forman cerca del nacimiento del río Cuerpo de Hombre.
El Canchal del Pinajarro será la cumbre más baja por la que pasemos. Iremos subiendo por el Canchal de los Campanarios y más alto aún encontraremos Los Dos Hermanitos (2293), El Torreón (2373) y el Calvitero (2400).
Ni que decir tiene que no es el periodo más apropiado para hacer este recorrido de por si bastante exigente, ya que vamos y volvemos partiendo de Hervás y empezamos el día trepando al Canchal del Pinajarro por las proximidades de Hoya del Ferrero. Así, para ir abriendo boca. Este momento del año implica dos problemas fundamentales: el agua y las retamas. Me diréis que las retamas están allí todo el año, pero hay que ver cómo están ahora, en pleno vigor, y especialmente después de un invierno tan lluvioso. En las fotos comprobaréis que los retamares son tupidísimos y en ellos apenas se aprecian los hitos. Entre unos y otros en este momento ya no quedan rastros de veredas, así que hay que guiarse por el instinto, el sentido de la orientación y la lógica. Por otro lado cuando salimos de los retamares a zonas más despejadas de rocas o praderas no encontramos indicaciones. En definitiva, en todo el trayecto los hitos o están muy dispersos o tapados por la vegetación. Resumiendo, si no tenéis sentido de la orientación y os atrapa el pánico si no encontráis indicaciones en el terreno, mejor que lo intentéis sólo en periodos en los que el camino pueda estar más despejado. Por lo que respecta al agua, yo consumí entre 7 y 8 litros, que hay que llevar a la espalda y cargar también mientras se trepa... En las zonas de pastos encontraréis pozas medio secas en verano. Son zonas transitadas por vacas, así que hay que tener mucho cuidado. No obstante, yo sí me fiaría de recoger agua en las primeras que encontraréis, ya que el arroyo que las abastece aún es visible, si bien con muy poco caudal, y la temperatura (está bastante más fría que la de arroyo Forero) y la transparencia ya nos indica que el recambio es muy constante. En estas pozas podréis disfrutar de la vida acuática de la que os dejo ejemplos en algunas fotografías. Otra opción es llevar pastillas potabilizadoras. En efecto sería lo más inteligente para echar mano de ellas en caso de emergencia. No obstante yo evito cualquier ayuda externa del mundo civilizado; tengo mis manías como todo el mundo.
Como no he estado nunca en el lugar y nadie me sabe dar explicaciones precisas sobre cómo llegar, llevo conmigo un plano topográfico de la zona (MTN 576-I Tornavacas). Confío en que lograré encontrar los hitos que deberían marcar el trayecto y en que, si no, seré capaz de orientarme.
Me acerco al Pinajarro tomando el camino de la Luz y enlazando el canal con la pista mediante las Tabladillas. En lugar de trepar por el Canchal de frente, subo por el lateral derecho, en las proximidades de Hoya del Ferrero. En esta zona encontraréis varias veredas entre los piornos que han ido haciendo las vacas. El objetivo es irlas aprovechando en la medida de lo posible, ir enlazando unas con otras en continua subida hasta alcanzar la cumbre. En este lado del Pinajarro quizá logréis dar con hitos, pero están bastante espaciados y el camino que marcan tampoco es especialmente bueno. En efecto puede haber alguna forma más sencilla de subir, pero hoy me da por ponerme a prueba, a ver si a mi edad aún resisto.
A propósito de los piornos, es cierto que pinchan, pero en zonas de terreno muy suelto, piedras inestables o hierbas secas (lo más peligroso por lo que resbala) se convierten en nuestros aliados, pues sus raíces son capaces de soportar bastante peso. Así que nos agarramos a ellos todas las veces que haga falta.
Ya en los primeros treinta metros de Canchal me pincho un ojo con una caña seca. El dolor es considerable y las molestias continuaran durante todo el trayecto dificultando bastante el hacer fotos. No es el único percance del día, y yo no suelo sufrirlos, lo que quizá de una idea de que el recorrido no es tan sencillo y resulta lo suficientemente largo como para que pase un poco de todo. Lo importante es que todos los percances se quedan en un casi: casi me salto un ojo, casi me disloco un tobillo (el mismo) dos veces, casi me luxo el hombro izquierdo... Pero mientras que sea casi no hay problema.
Además se me pasan todos los males al contemplar los trece buitres que vuelan en círculo sobre mí en lo alto del Pinajarro. Comienzan siendo dos que vuelan lo bastante bajo como para que los vea perfectamente. Al poco descubro que en realidad son cuatro. El hecho curioso es que de repente empiezan a llegar los demás, casi como si fuesen una bandada de grandes palomas, desde el Canchal de la Portilla del Arenal. Son animales majestuosos y el espectáculo es uno de los más fascinantes que he podido disfrutar. No obstante resulta un tanto inquietante, casi como si se estuviesen diciendo "chicos, el desayuno está servido. Ésta ya está en las últimas".
En las fotos observaréis un hito gigantesco (algo más de dos metros de altura). Está muy cerca de los restos de la alambrada que delimita las tres provincias: Salamanca, Cáceres y Ávila. Como os decía antes no es la norma; la mayoría son hitos infinitamente más pequeños (en las fotos apreciaréis alguno perdido en el mar verde del retamar) y en las proximidades de Hoya Moros están muy dispersos.
Dificultad según mi particular escala de valores: tela (al menos en esta época del año).
Distancia: muy difícil de calcula por todo lo expuesto antes (dependerá de por dónde subáis al Pinajarro y de si seguís meticulosamente los hitos o no). En mi caso recorrí unos 19 km de ida y otros tantos de vuelta. El problema no es la distancia (estoy acostumbrada a ese tipo de marchas, en las que tardo muchísimas horas menos), sino la dificultad del terreno por el que transitaréis. Por si fuese poco, bajo un sol abrasador en esta época del año y con una carga considerable de agua.
Tiempo estimado: imposible calcular con exactitud ya que variará según el lugar por el que decidáis subir al Canchal del Pinajarro y si luego seguís los hitos o decidís desviaros ligeramente el resto del trayecto (lo desaconsejo si no tenéis clarísimo que sabréis orientaros). Personalmente a la ida seguí casi todo el tiempo los hitos, pero en la vuelta no los tuve en cuenta en absoluto: regresé orientándome a mi modo y tardé bastante menos al evitar en buena medida las retamas más altas (algunas me llegaban a la altura de la cabeza). El regreso lo hice literalmente corriendo, pues me preocupaba tener suficiente luz para bajar el Canchal por donde lo había subido. De Hoya Moros a la base del Pinajarro, es decir a la Pista, tardé a la vuelta tres horas (salí de Hoya Moros a las 16:20 y a las 19:20 ponía el pie en la Pista) bajando por Hoya del Ferrero. Pero como digo iba literalmente corriendo por la preocupación de quedarme sin luz. El recorrido entre el pueblo de Hervás y la base del Pinajarro lo suelo realizar en 2 horas y 10 minutos en subida (le podemos calcular unos 20 minutos menos en bajada). Lo que a mí me llevó más tiempo fue subir el Canchal de Pinajarro por donde decidí hacerlo. Entre unas dificultades y otras, el caso es que salí de casa a las 6:20 y regresé a las 21:40. Todo el tiempo andando, menos unos minutillos para meter los pies en las pozas donde saqué las fotos a las ranas y renacuajos.
Qué llevar: muchísima agua, crema solar y pantalones largos. Conviene que los pantalones los metáis por dentro de los calcetines y las botas. Aún así, al menos en este periodo en el que de las veredas no hay ni rastro, las retamas lograrán entrar por dentro de los pantalones y encontraréis las botas y los bolsillos llenos de ramas. Además el último amplio retamar llegando a Hoya Moros está quemado, con lo cual os tiznareis los bajos. Eso sin contar con que, al quedar de las ramas sólo unos 30 cm, se pisa fatal y es fácil perder el equilibrio.
El balance es muy positivo: el espectáculo del Cuerpo de Hombre visto desde esa altura es sobrecogedor. Eso por no hablar de la impresionante pared de la que hacen uso los aficionados a la escalada. Por cierto, en la foto podéis ver el refugio para montañeros de Hoya Moros con su llamativo tejado rojo. Además me traje a casa una pluma de buitre como trofeo. Ni que decir tiene que no se la arranqué a ninguno de mis anfitriones; fueron tan amables de dejármela en el Canchal.