Un camino lo
hacen los pies (Mago de Oz)
El
camino no pesa en las piernas ni la noche en los párpados. Parte mientras todos
duermen; sabe que la ruta ofrecerá mucho más que el sueño. Entusiasta, abandona
el cálido lecho y sale al frío de la madrugada. Sólo una mirada hacia arriba
antes de iniciar la marcha. Desde el cielo se despiden las estrellas, tantas
como cuando el mundo aún era a medida de hombre. Su MP3, perspicaz compañero, tararea
la banda sonora de El último mohicano.
La
ruta, plagada de gélidos arroyos estacionales por atravesar, es exigente en
invierno. Camina, inmersa en la niebla o bautizada por la lluvia, sobre tomos
de nieve que entorpecen el avance. Sortea las insidiosas placas de hielo y
soporta en los párpados tiernos las punzantes agujas arrancadas de las cumbres por
el viento. Pero el esfuerzo es escuela; la estación ofrece catarsis y gnosis. Entonces
se comprenden muchas cosas. Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. Descubre
que puede llegar siempre más lejos. Aprende a caminar otra vez, de cero. Con
cada paso, aprende a respirar de nuevo.
El verde
ceniciento como lápida de cementerio de los enormes canchales, ríos estáticos
de negro
carbón en verano, no la desalientan. Líquenes y musgo no la engañan. Con
los pies sumergidos en el arrollo
helado, tiemblan los abedules. Pero esa
languidez es aparente. La impaciencia palpita tras su desnudez indefensa, sólo
ficción de muerte, necesario reposo, pausa para la reflexión y el sueño: para
proyectar el día del largo bostezo, cuando las ramas se estiren al sol y la savia
postergada corra de nuevo.
El invierno es,
para quien sabe mirar, promesa de nueva vida.
La lluvia lava
decepción, traición y pérdida. El dolor, hasta hace poco en carne viva, se
arrastra por el suelo alejándose en sordina. Ha comprendido que si corre lo
suficiente, lo dejará atrás: con la lengua fuera, ya no podrán alcanzarla. Así,
a cada paso, reconstruye sus tejidos hechos jirones. Ya no mana sangre de la
herida.
La bestia,
negra como la pena negra, con el pelo erizado, va perdiendo el rastro. Súbitamente
sólo logra oler su derrota. No puede seguir adelante: incapaz de traspasar esa frontera
invisible que ella ha marcado con su avance, impotente, se resigna a verla alejarse
mientras gruñe frustrada. “I'm safe up high nothing can touch
me… No pain inside. You're my protection”, susurra Pink en su oído. El MP3 no
parece dispuesto a rendirse. Es cuestión de disciplina. Entonces comprende definitivamente:
si tú no lo permites, nada podrá contigo. Pasará antes el cataclismo que tu
tozuda resolución. Seguirás de pie, con las raíces firmemente ancladas al suelo
y el tronco orgulloso ante las embestidas del viento, esperando, si hace falta,
que pase el invierno.
Descripción de la ruta
Propongo
comenzar por la Solanilla, camino que tradicionalmente conducía al Pinajarro. Al
desembocar en la Pista, continuamos hacia la derecha hasta llegar a un pilón.
Allí abandonamos la Heidi y tomamos la pista que se adentra en un pinar a
nuestra izquierda. Pasaremos a los pies del Pinajarro y sortearemos una bella cascada.
Continuamos circunvalando la sierra hasta que el camino comienza a descender y
enlazamos con la Heidi, que tomaremos hacia nuestra izquierda. En las
Tabladillas podemos seguir por la Pista o bajar hasta el canal, y allí decidir
si aprovechar para visitar la Chorrera o bajar directamente por las Vueltas y
regresar ‒quizá echando un vistazo antes a las Charcas Verdes, tras la Fábrica
de la Luz‒ por Marinejo.
Las fuentes a
lo largo de la Heidi son abundantes. Además en invierno los arroyos se
multiplican. En esta estación conviene no transitar al borde de la pista en los
tramos encementados, sobre los que aparecen resbaladizas placas de hielo.
Epílogo
Cada año, por
irresponsabilidad o viles intereses, los incendios asolan nuestros bosques.
Muchos no entienden aún que la muerte fuera es también la muerte dentro.
Recorrer un paraje calcinado es tiznarse de luto los pies, llenarse los oídos
de silencio y los pulmones de muerte. Recorrer un paraje calcinado es, en plena
canícula, sentir como avanza el verdadero frío; tomar conciencia de lo irreversible.
En el verano
de 2015 han ardido alrededor de ocho mil hectáreas en la Sierra de Gata. El
paisaje jamás volverá a ser el mismo: nadie
puede bañarse dos veces en un mismo río. Pero el ser humano necesita puntos
firmes a los que poder aferrarse, seguridades a las que anclarse para no quedar
a la deriva tras cada naufragio: rutas con las que crecer y construirse sólidamente
por dentro… para afrontar después con nuevas armas todo lo que el proceloso
destino le pueda deparar.
Salvar los
bosques, que nos conceden todo eso, significa salvarnos a nosotros mismos.
Salomé Guadalupe Ingelmo, “Hervás, Ruta Combinada Heidi-Pinajarro-Chorrera:
Un Viaje Interior”, en Rutas paradescubrir Extremadura: Extremadura en la red. Blogs y fotografía de naturaleza,
José Manuel López Caballero y Atanasio Fernández García (eds.), Trujillo:
Dirección General de Turismo / Fundación Xavier de Salas, 2015, p. 242-247.
Pink, Sober