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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

EL AMANECER DE UNA NUEVA ERA

Ayer charlaba con nuestra querida amiga Laura Uve (administradora del blog U-Topía) acerca de cómo la perspectiva sobre la Historia de la que goza el profesional en la materia es bien distinta de la del común de los mortales. Ella, que también es de la profesión aunque un poco menos antigua que yo, de seguro habrá reflexionado, como todos nosotros, cientos de veces sobre este tema. Como advierte el Eclesiastés, “quien aumenta su saber, aumenta su dolor”.
Recuerdo con especial cariño una de mis primeras entregas de premios literarios, unas Navidades en la Fría Mota del Cuervo, Cuenca, donde la Asociación de Amigos de los Molinos de Viento me acogieron cálidamente. Recuerdo aquel relato de marcado regusto pictórico e histórico, como muchos otros que vendrían después. Fue uno de mis mejores títulos, uno de los más lúcidos y fecundo en contenido: “La imperfección del círculo”. Era aquel relato que tomaba por excusa la obra y vida de El Bosco y los recuerdos de un hipotético superviviente del exterminio nazi, amén de una muestra de repulsa hacia la intolerancia, una reflexión sobre lo poco que el hombre ha cambiado en el fondo: sobre su patológica tendencia a tropezar sistemáticamente en las mismas piedras, sobre su aparente torpeza en el aprendizaje (o su pertinaz cabezonería, aún no he acabado de decidirme).
Por eso hoy, justo al volver de clase, he decidido contaros una historia. Una historia que no es una fábula sino un recuerdo lejano de lo que fue. Aunque a veces los recuerdos se mezclan con los sueños y, en ese paisaje vago de la mente, donde las brújulas a menudo pierden el norte, las fronteras se vuelven frágiles. ¿Hasta dónde lo real y lo ficticio? ¿Hasta dónde el pasado y el presente?

El término Pueblos del Mar no resultará ajeno a todos aquellos que tengan un mínimo conocimiento de Historia de Oriente. A estas gentes se responsabiliza del colapso de las instituciones que tradicionalmente habían regido la vida en Mesopotamia: el templo y el palacio. Siempre me ha hecho gracia esa visión que a menudo se nos ha inculcado de determinadas etnias, la demonización que sobre algunos pueblos ha caído como una maldición bíblica. Como si, por ejemplo, los Pueblos del Mar (una denominación que aglutina a gentes de etnias y culturas diversas) hubiesen sido esos tipos malos-malísimos, altos y fornidos, con grandes mostachos (desgreñados y sucios), cascos con cuernos y caras de pocos amigos (quizá por el peso de los propios cuernos…), que desembarcan en plan caballo de Atila (para que no vuelva a crecer la hierba) el primero de enero del 1200 a.C (1)  a las ocho de la mañana (sin respetar siquiera la resaca del Fin de Año y el merecido sueño, cosa que hasta los enemigos de Gila tenían el buen gusto de hacer: “Oiga, ¿es el enemigo? Es que me he enterado que vais a atacar a las siete de la mañana. ¿Y no podríais atacar más tarde? Es que a esa hora estamos todos durmiendo”). Porque ellos son bárbaros, sí, y bestias también; pero muy puntuales al tiempo.
En realidad los pueblos del mar no hicieron más que impulsar un proceso interno puesto en marcha en la propia Mesopotamia. Porque, evidentemente, los tiempos ya estaban maduros para un cambio.
Al final del Bronce asistimos a modificaciones fundamentales en la estructura social mesopotámica. Se advierte un malestar creciente, una crisis no sólo de estructuras e instituciones sino también, y mucho más preocupante, de valores. Mesopotamia está agitada por migraciones internas propiciadas por el colapso de las estructuras sociales precedentes, y la reducción demográfica no permite satisfacer las exigencias de los palacios. Pero éstos no parecen dispuestos a adaptarse a la crisis: siguen pretendiendo del ciudadano lo mismo que cuando las cosas iban mucho mejor… No es extraño que las familias caigan en la esclavitud por deudas, pues las gentes consiguen préstamos empleando como aval sus únicos bienes, a esposas e hijos. El miedo y los intereses propician el desmembramiento de la familia, minan la cohesión social: proliferan los documentos jurídicos en los que hermanos luchan entre sí por la herencia paterna. Y esta situación ya ni siquiera intenta ser subsanada por los soberanos, que habían pasado los últimos siglos promulgando reiteradamente edictos en los que se presentaban bajo el modelo real del “buen pastor (re’û, exactamente el mismo término empleado para el señor que cuida de las ovejas… No sé si duele más el paternalismo o el recochineo)”, como el protector de las viudas y los huérfanos. Edictos cuya proliferación demuestran cuán fácilmente se veían relegados al olvido por un mundo despiadado.
Hay, en definitiva, un clima de “sálvese quien pueda”, de preocuparse cada uno sólo de su propio pellejo. Y en estas circunstancias la población se dice, justamente, “si las estructuras dominantes (el templo y el palacio) sólo piensan en sí mismos, si me exigen mi trabajo y viven a mi costa pero no me protegen, como decía Groucho Marx, que paren el mundo que yo me bajo”. Las gentes, para librarse del peso fiscal (y quizá también en parte de determinadas estructuras mentales) impuesto por el modelo palacial, huyen de las ciudades y se estructuran en grupos tribales pastorales, grupos que se conexionan en buena medida gracias a la solidaridad y a los parentescos de sangre. El resultado es que templo y palacio se quedan sin mano de obra, hundiéndose aún más en la crisis. Es una pescadilla que se muerde la cola.
En esa nueva estructura social se encuadran los arameos, que son en origen gentes nómadas, aunque luego se constituyan en estados. Resulta relevante cómo una comunidad se define a sí misma, cómo les gusta ser imaginados. Y es evidente que a los arameos les gustaba considerarse una familia, apelar insistentemente a los antepasados comunes, como demuestran algunos de los nombres de sus estados: Bit Agusi, Bit Adini. En el Hierro observamos una identidad nacional basada en la pertenencia a una familia: una voluntad del ciudadano de recuperar la perdida cohesión social.
El colapso de los tradicionales centros de poder, a la sombra de los que había nacido la escritura con un único fin administrativo (es decir para facilitar el control de los recursos económicos), facilitó una democratización de la misma, que además había ido simplificándose progresivamente gracias a un proceso de fonetización (2)  y haciéndose con ello accesible a más personas. Mientras antes la escritura quedaba en manos de profesionales, los escribas, que dedicaban mucho tiempo y esfuerzo a aprender las largas listas de signos. El escriba había actuado como un canal entre la lengua oral y la lengua escrita y también, como un canal entre la población y su propia lengua. Con la destrucción de muchos palacios asistimos a la desaparición de los archivos y a la dispersión de los escribas. Si el poder a cuya sombra viven desaparece, ellos se ven obligados a buscarse, literalmente, la vida de otra forma o cuanto menos en otro lugar.
 Más personas pasan a tener la oportunidad de no necesitar intermediarios para acercarse al texto escrito. Este proceso democratizador deja también su rastro en las fuentes. Ahora aparecen, hablando en primera persona, gentes que no habían tenido oportunidad de dejar constancia de su existencia y comienza la historia de los anónimos: un sector de la sociedad cuya historia precedentemente habíamos tenido que rastrear en los testimonios de la clase privilegiada (la que sí tenía acceso a este medio de expresión aunque fuese mediante los escribas), que nos ofrecen una visión subjetiva si no interesada, o en fuentes materiales no textuales, y por ello más sujetas a múltiples interpretaciones. Las nuevas voces implican, además, grandes cambios en la naturaleza de las fuentes: todos los documentos sumerios (como sabéis, los sumerios les prestaron la escritura cuneiforme a los semitas acadios) más antiguos son de contenido económico, mientras los primeros documentos arameos son inscripciones de propiedad en pequeños objetos, breves grafitos en cerámica, inscripciones funerarias, estelas votivas y documentos diplomáticos. Es decir, el mensaje mayoritario es “yo estuve aquí”. Las fuentes escritas revelan una mentalidad cada vez más liberada de las antiguas instituciones, un uso  cada vez más individualista de ese “nuevo” instrumento con el que personas anónimas pretenden dejar constancia de su paso por este mundo. Se produce un enorme cambio en la historia del pensamiento humano.
Lo mismo os suena. Aunque supongo que, al otro lado, no todos seréis historiadores…


NOTAS
(1) Recuerdo, por si a alguien se le escapa, que en el 1200 a. C los años, evidentemente, no comenzaban el primero de enero.

 (2)  Proceso por el cual los signos, que originariamente habían tenido varios valores logográficos y fonéticos, van perdiendo progresivamente los primeros para favorecer a los segundos. 


Para escuchar a Alberto Cortez interpretando Castillos en el aire

10 comentarios:

  1. Hace tiempo leyendo un libro sobre Egipto aparecía un grabado hecho por los trabajadores que construyeron el templo de la reina Hatshepsut en Deir el Medina que la mostraban copulando posiblemente con un amante cortesano llamado Senemnut, a todas luces es un graffiti, a todas luces una escena más de la "prensa rosa", me hizo pensar en que no era distinto en la antigüedad el orden de cosas y pensamientos a la actualidad, cambia la forma pero no la esencia. La apertura de las puertas del conocimiento y las "libertades de información y expresión" (entre comillas porque no las tengo todas conmigo)nos ofrece esa oportunidad de cambio en el pensamiento humano como bien dices, pero no lo veo como el amanecer de una nueva era, si no más bien una vuelta más en el ciclo de las civilizaciones, comenzando de nuevo pero cambiando de grado (una espiral?) en fin que si todo es cíclico como yo pienso, ahora toca que lleguen los Pueblos del Mar...a los que yo veo con rasgos orientales...
    Besos Salomé.

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  2. Salomé, estamos ambas de acuerdo en que los recuerdos de los que, en parte, se abastece la historia como fuente de conocimiento son subjetivos en el amplio sentido de la palabra. Por ello la historia nunca puede ser una ciencia exacta, simplemente (y tiene un gran mérito) una ciencia social, una ciencia del existir humano.

    Pero si solo nos paramos en la subjetividad de las fuentes podemos pensar que la historia es mito, fábula... y no lo es si quienes nos dedicamos a ello abrimos el abanico de fuentes (también las hay objetivas) y aplicamos un método de interpretación científico y, sobre todo, explícito.

    A partir de aquí las interpretaciones son variadas y aquí entra también la propia subjetividad del historiad@r.... Pero bueno, todo esto de sobras lo sabes tú. Mi enfado venía porque hay lector@s que piensan que leen historia cuando leen novela histórica.

    Magnífica la historia que nos explicas y que, efectivamente, demuestra lo poco que ha cambiado el ser humano a lo largo del tiempo.

    Un abrazo querida Salomé........... estupenda entrada.

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  3. Enhorabuena, veo que te mojas hasta la medula. Es una buena explicación de lo que pasa, diciéndolo de otra manera has hecho una estupenda metáfora con la historia antigua, historia antigua que no resulta ser tan antigua. Como se solía decir, esto tiene rasgos vampirescos y creo que te gustara “La sangre del pobre es muy dulce” y siempre lo fue. La cuestión estaría entonces saber por dónde caminar en ese nuevo humanismo, el viejo humanismo moderno consistía en que el hombre era el centro de todo, quizás habría que pensar que el hombre debe abandonar voluntariamente la posición central que se atribuido en el cosmos y empezar a mirar al mundo de una forma diferente. Pero permíteme, ya que tú lo has hecho de la historia antigua, hacerlo yo de la presente de una manera parecida y hacia el mismo punto.

    La economía es el punto delicado entorno a lo que giran todos los intereses, y nuestra modernidad también llega a su umbral del siglo XXI en medio de una grave crisis con sus modelos sociales, el comunismo ha desaparecido, el estado de bienestar de inspiración social-demócrata se hace añicos, el economicismo individualista muestra sus efectos macabros, como la estrangulación de la economía real por la economía financiera o de la especulación, que nos queda? si no una situación semejante a la que hallamos en el plan de la ideología moderna tan nuestra, que también como en la cultural sufre y se ampara en sus prácticas ilegales, corrupción, economía sumergida, evasión fiscal, etc…

    Se puede decir que vivimos una época tan sumamente interesante como la que nos has relatado de la antigüedad, una época plagada de crisis y problemas cuya solución es imposible, que siempre nos hace pensar que son ciclos que se nos repiten como la propia historia nos a dado a conocer en todos sus periodos. Y la principal de esas crisis es la que afecta nada más y nada menos que a la propia supervivencia no ya de nuestra civilización si no de la propia humanidad.

    Un saludo

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  4. Aunque mi posición es compleja (esto de vivir entre dos mundos…), te mentiría si no reconociese que a mí también me fastidia bastante. Aunque tú has hecho notar muy inteligentemente que los responsables son los lectores, y no los autores. No obstante también manifestaré que me pone muy nerviosa la moda de la novela “pseudohistórica”, y no ahondaré porque creo que todos nos entendemos. El género exige, especialmente si uno escribe sobre un período en el que no está especializado (y no creo que todos los novelistas que transitan el género sean historiadores de formación), un tiempo de investigación y documentación a veces considerable, incluso para pequeñas detalles de la vida cotidiana que pueden parecer peregrinos. Pero a los colegas también les recordaría que ensayo es ensayo y novela es novela (o mejor aún, en sentido amplio, ficción es ficción), y no conviene mezclar churras con merinas. Lo tengo que decir porque, si no, reviento: me pone de los nervios que normalmente entre arqueólogos e historiadores haya que despotricar contra las “pelis” de Indiana Jones. Que, dicho sea de paso, amén de muy entretenidas, están bastante bien ambientadas y, en la medida que se puede permitir el género, documentadas (vamos a dejar de lado los marcianos de la última…). Besos.

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  5. Me quedo especialmente, querido Alejandro, con esa última frase, que me parece extremadamente lúcida. Pero ¿y si todo el sufrimiento sirviese para algo? ¿Y si la situación nos hiciese reflexionar sobre las prioridades, sobre la necesidad de redescubrir qué es lo fundamental en una vida? ¿Y si de este trance la humanidad saliese reforzada y, como entonces, la solidaridad y la cohesión social se pusiesen en alza?… Como sabes bien, soy mujer de fe y muy testaruda; no me rindo nunca, ni pierdo la esperanza. Besos.

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  6. Así es más fácil aprender historia y ver como se repite.
    Enhorabuena por el artículo y por el blog.
    Saludos

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  7. muito interessante, abraço
    Milton

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  8. Excelente artículo, muy interesante. Por lo que se ve, pasan los siglos pero ciertos aspectos de las sociedades parece que no cambian, siempre "los de abajo" sosteniendo a "los de arriba" en una suerte de equilibrio inestable y hasta un poco fuera de lógica. Quizás esta situación sea inherente a la naturaleza humana, una especie de instinto perverso.

    Por otra parte, estoy muy de acuerdo en que no se debe mezclar la ficción, por muy de novela histórica que se disfrace, con la realidad histórica. Gran parte de esas novelas están escritas sobre una verdadera base histórica, pero con una visión y una forma de pensar actuales en su desarrollo, lo que no tiene nada que ver con los modos, pensamientos o costumbres al uso de la época en que se sitúan. Formas de actuar completamente impensables hoy en día eran lo más corriente para la mentalidad de según qué épocas.

    Un saludo.

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  9. Buenos días Ingelmo.
    Un disfrute leer hoy tu texto. Me ha hecho reflexionar, siempre se solapa con algo que los humanos estamos atravesando ahora, lo de la crisis de valores y económica de Mesopotamia. Es bien cierto que a la hora de las herencias puede estar sucediendo lo mismo, los hermanos dejan de verse como tales para fijarse solo en valores, valores que no han sido más que la causa del estrangulamiento del antes y del ahora, de la integración de las relaciones entre las personas. El sálvese quien pueda sigue vigente.
    Yo soy más bien arameo que utiliza algún objeto para decir: Yo estuve aquí, o mismo de forma fotográfica. O tal vez, algún escriba que ha salido despedido por causa de la crisis, se preste a escribir entre mi canal oral tan necesitado de una buena transcripción.
    Todo un gran repaso al comportamiento histórico de los distintos pueblos de ese tiempo tan ejemplificador para nosotros, que seguimos cayendo reiteradamente en las mismas piedras. Como si el tiempo pasase y solo después de ese paso fuésemos solo capaces de sanar nuestra conciencia asumiendo que lo hacíamos por nuestro bien.

    un abrazo.

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  10. Interesante y buen articulo...
    me ha encantado leerte
    un abrazo

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