SACRIFICIO TOLTECA
Solía ofrecer a los astros
mi cabeza pequeña
cuando habitaba otra vida.
Y en otro apartamento,
en otra ciudad,
el mundo, aunque lentamente,
aún giraba
al olor de la sangre estantía,
antaño fresca.
Solía ofrecer a los astros
mis jugos,
cada día más exiguos:
cálices salados apurados a conciencia
―sin conciencia―
a puerta cerrada
sobre el suelo de la cocina.
Solía ofrecer a los astros
mi cabeza sobre un plato
con sobrecogedora alegría:
rojo sobre blanco,
sonrisas fijas,
negativo de mi propia forzada sonrisa…
huellas de la hoz en el cuello sumiso,
hendido.
Pero hoy vengo con las manos vacías.
No ofrezco crueles ofrendas,
despojos de guerra.
No inmolo en tus altares mi cuerpo;
no es tu reino de piedra.
Señor, hoy tu boca hambrienta
sólo con alma
mi carne acepta.
(S. G. I., Madrid, 15 de noviembre de 2011)
Para escuchar Gabriel’s oboe (BSO de la película The Mission) de Ennio Morricone
sacrificios por ser feliz,
ResponderEliminarexcelente poema
saludos
Sobre todo, querido Omar, por no volver a lanzarse a las piras de dioses insensatos modelados con barro. Abrazos.
ResponderEliminarYo ofrecería a los astros la cabeza de estos políticos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, me ha gustado.
un abrazo
Zeus, el padre Zeus, es el adivino que nunca miente...!
ResponderEliminarTantas veces solemos ofrecer...y tan pocas tomar lo que se nos ofrece.
ResponderEliminarTus palabras son como marcas en una vieja pared.
Gracias.
Ese tipo de ofrenda, querido Marce, es siempre espontánea, generosa hasta el suicidio; es siempre un don de amor (no importa que sea mal entendido). No me parece que tenga cabida en la política, o cuanto menos en la política actual. No, quédese cada uno con su cabeza. Y si es posible, aprenda a usarla juiciosamente. Lo mismo aconsejaría para la lengua. Y esto sí que, creo, deberían aplicárselo los políticos de todos los tiempos. Besos.
ResponderEliminarUf, Zeus, querido Manuel... Gran fingidor de palabra y actos. Taimado como los trasnochados donjuanes. Tú, mente preclara y cautivada por el universo femenino, deberías confiar más en la lengua de la Gran Madre, tome la forma que tome. Que bien podría ser la de una señora bajita de mediana edad que nació para dríade y, a falta de milagros, escribió sobre ellos... Besos
ResponderEliminarTu comentario te honra, querido Miguel: retrata a un ánima generosa. Pero lo cierto es que, sin perder la esperanza en la redención del hombre (eso nunca), el mundo me parece cada día un poco menos generoso. Generoso en lo cotidiano, que quizá sea la única verdadera generosidad. Las viejas paredes tienen la voz del eco: todo cuanto en ellas se escribe alberga sólo un fin memotécnico... Si es así, no olvidemos el pasado (aun superándolo)... para no volver a escribir nunca las mismas palabras. Besos
ResponderEliminar¡Hola Salomé!
ResponderEliminarCreo que lo único que podemos ofrecer es nuestro verdadero SER, ese momento en que nos quedamos en pura presencia, siendo un todo con el universo, porque nosotros estamos formados de su misma materia.
Besos.
Debería ser así, querido Fernando: siempre he pensado que en eso consiste el amor, en la absoluta transparencia y sana "rendición". No obstante la teoría puede volverse muy peligrosa en la práctica dependiendo de la naturaleza del verdadero SER que tengamos delante... En efecto siento, especialmente en la montaña, que estoy hecha de la misma pasta que ese universo del que hablas; pero indudablemente no de la misma que esa clase de seres de los que te hablo yo. Hay que desvestirse juiciosamente, para fundirse con los seres apropiados. Para perder la cabeza como debemos perderla: de forma gozosa y recíproca, sin derramamiento de sangre. Besos
ResponderEliminarDe nuevo por tu casa, disfrutando de las cosas que nos dejas. Gracia por compartir.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Hola Salomé. Una muy buena entrada, y la música, un acierto. Enhorabuena y un abrazo desde Doña Mencía
ResponderEliminarMe ha gustado la última parte, también la foto con esa luna tan nítida.
ResponderEliminarDa gusto leerte Salomé, saludos
Sí, Roig, sin lugar a dudas, la última parte es lo mejor; lo que compensa todo. Besos.
ResponderEliminarBuuff que gastronomía mas cruda con semejante sacrificio. Menos mal que el salto del pasado al presente me deja mas satisfecho. Todo tiene un precio pero, que sea moderado.
ResponderEliminarSaludos.
Como visto a través de RX bajo la luz polarizada de la pálida Luna las humanas apariencias de los dioses se revelan, los tiempos están cambiando o nosotros con el tiempo, lo que no tengo muy claro. Un abrazo Salomé.
ResponderEliminarCette incantation à l'astre de la nuit est très belle, tant qu'elle reste dans le domaine de la poésie.
ResponderEliminarReste longtemps en vie, avec nous, Salomé,
Bien amicalement,
Roger
Como siempre, iluminadora tu lucidez, querido Javier. En efecto hay precios que no se deben pagar: lo que los exige, de seguro, no merece la pena. Besos
ResponderEliminarSí, Johnny, sí; uno no puede esconderse eternamente detrás del papel. En efecto vivimos tiempos de cambio, creo, de signo contrario. Quizá sea nuestra naturaleza... Habrá que darnos tiempo y confiar. Besos.
ResponderEliminarHe aprendido a elegir cuidadosamente a mis dioses, querido Roger. Y a limitar mis ofrendas a lo que la justicia dicta: no volveré a desviarme de la luz, a pesar de ser al tiempo aún un ser (sanamente) nocturno. Besos.
ResponderEliminarme gusta cuando dices: "Solía ofrecer a los astros mis jugos,cada día más exiguos".
ResponderEliminarDerramé en exceso, querido David; por aquel entonces me quedaba poco por verter. Llegó un momento en el que prácticamente se puede decir que lloraba en seco (que era casi más fustrante y doloroso). Hasta que, como sucede siempre cuando se te rompe algo irreparable, un día deje definitivamente de hacerlo. Abrazos.
ResponderEliminargracias por pasar por mi blog...
ResponderEliminar"...Creo que no siempre hay dos otros: en ocasionas uno es sencillamente ficticio, inventado para la ocasión con el único fin de encandilar a la víctima..."
o quiza tambien lo inventamos nosotros porque es lo que necesitamos...
un abrazo
Papillón
Seguramente a veces ha de ser así, querido Papillón. Aunque de esa otra situación no entiendo demasiado: siempre he evitado someter al otro a cánones. Y bien mirado eso me ha resultado a veces altamente nocivo también. Porque en la teoría suena fantástico, él culmen de a tolerancia; pero en la práctica algunas divergencias antes o después se hacen determinantes. Las dos personas habrían de ser tan sumamente inteligentes y sensibles para que no lo fuesen… Besos.
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