Por la fascinación regalada como autor y también como ser humano. Porque me acuerdo mucho de ti cuando estoy allí arriba, cuando la tierra huele a húmedo y vivo. Especialmente si los batracios se cubren de elocuentes puntos y rayas. Sea o no una salamandra, tú −señor de la magia que habita en las palabras− sabrás leer el mudo mensaje que ofrecen sus espaldas. Que el reencuentro no se haga esperar. Y sean, de nuevo, camino fértil las horas entrelazadas.
Para escuchar a Jethro Tull interpretando el fascinante Coronach
Unas fotos preciosas y una dedicatoria llena de ternura.
ResponderEliminarUn abrazo
Hermoso y húmedo paisaje, parecido a una fraga gallega (Bosque Húmedo), encierra más belleza y vida de la que muestra.
ResponderEliminarSaludos.-
De crió caze tanto unas como otras, las mariposas a pesar de su vuelo irregular siempre me fueron más fáciles, las lagartijas o gecos eran otra cosa más complicada, no se dejaban cazar, casi siempre estaban ocultos, solo se cruzaban por las veredas y caminos, siempre escuetas y rápidos, En las salamandras como tú dices, sus colores son señales aparte del camuflaje son de advertencia para sus depredadores, llaman la atención, destacan, se diferencian de otras especies, se hacen notar con su color llamativo, tal cual las has encontrado tu para enseñárnoslas.
ResponderEliminarUn abrazo salome
Está la ternura hacia los adultos, por algún extraño motivo que no alcanzo a comprender, desprestigiada, querida Ana. Y sin embargo es, creo, una de las pocas tablas de salvación a las que aferrarse. Confiados, pero determinados a un tiempo. Besos grandes.
ResponderEliminarBasta observar tus fotografías, querido Enrique, para comprender que tú también te has percatado de ello. Está cada rincón de la montaña poblado por más vida de la que se advierte a simple vista. A veces, tengo la total seguridad, por más aún de la que son capaces de percibir los ojos más perspicaces. Hay, por supuesto, muchos modos de mirar el mundo. Abrazos.
ResponderEliminarPreciosa la hembra del Tritón jaspeado, vaya brillo que tiene en la mirada. ¿No será un duende? Un abrazo.
ResponderEliminarSon los gecos, en efecto, querido Alejandro, animalitos fascinantes tanto por sus capacidades acrobáticas como por sus hábitos nocturnos, tan similares a los míos. Tengo la casa llena y confieso que, a pesar de ponerme de parte de las mariposas cuando sus lenguas se acercan demasiado con intenciones poco honestas, más de una vez contemplo extasiada las escenas de caza a la luz artificial de las bombillas. Es la naturaleza. Hay siempre crías dispersas por los rincones: recuerdo que hace un par de años compartí mi habitación con una de ellas durante todo el verano. Mi presencia no parecía molestar al pequeño animalito, que salía cada noche de debajo de la cama casi siempre a la misma hora. Cosa que yo agradecía sobremanera, ya que mi admiración por la puntualidad es proverbial.
ResponderEliminarPor las salamandras nutro una ternura especial: son seres de piel delicada y suave, de aspecto sereno y hábitos que me atrevería a calificar de gentiles. Hacen únicamente uso de su mecanismo de defensa en casos de necesidad, y saben apreciar la consideración que se vierte sobre ellas. Son además, a pesar de su colorido, seres muy discretos: la fresca hojarasca es su mejor refugio contra las miradas indiscretas, incluso contra las del, no pocas veces, cruel sol.
El tritón jaspeado que aparece en las fotos es, en realidad, poco común en Hervás. Mis compañeros infantiles fueron los tritones ibéricos (esas adorables criaturas de pequeño tamaño pero encendido vientre naranja o rojo), que por aquel entonces, cuando las aguas estaban aún limpias, abundaban por doquier. Son ellos, junto con las ranas, quienes me evocan más recuerdos de infancia y adolescencia. Y probablemente también son ellos los seres por los que nutro sentimientos más cálidos. Besos.
Para mí que vas a tener razón tú, querido Alberto. La encontré durante una salida muy especial en un lugar mágico, y en efecto a mí también me llamaron la atención inmediatamente sus ojos. Emanaba un magnetismo especial; muy difícil separarse de ella. Besos grandes.
ResponderEliminarunas bellas imagenes que llenan de alegria verlas un buen trabajo y una dedicatoria estupenda un saludo Salome
ResponderEliminarMuchas gracias, Jesús. En efecto yo también encuentro que el verde es un color que ensancha por dentro. Tanto que a veces tengo la sensación de no poder caber en mí misma, de no poder contener las emociones en mi interioro. Abrazos.
ResponderEliminarHola Salomé. Bonita serie de fotografías otoñales, se intuye la humedad y el olor a otoño. Buen trabajo y un abrazo desde Doña Mencía.
ResponderEliminarUna de las cosas que más me gusta recordar es el olor a humedad del bosque. Siempre que tengo la suerte de olerlo (y recordaré especialmente el bosque de las hayas de Ordesa), cierro los ojos y aspiro con fuerza ese olor maravilloso. A veces cuando compramos setas en el mes de septiembre y octubre, cierro los ojos y meto la nariz entre las setas....ayssss.....y ahí está ese maravilloso olor.
ResponderEliminarTodo esta evocación me la has despertado con esa referencia a "cuando la tierra huele a húmedo y vivo" y con esas preciosas fotografías.
Preciosa dedicatoria.
Un abrazo grande.
Muchas gracias, José Manuel. En efecto el olor a fecundo era embriagador. No se puede comparar con ningún otro aroma. Ni siquiera con el delicioso y penetrante de los iris o los torviscos en flor. Besos.
ResponderEliminarCuando yo era muy pequeñita, querida Laura, en la cocina de mis padres había un mueble patatero. Mi madre me sorprendía casi siempre con la cabeza encajada en la estrecha abertura superior, la que servía para verter las patatas dentro. Aspiraba frenética. De seguir existiendo aquel mueble, lo haría aún hoy en día. Sin ningún pudor. Besos impregnados de negra y mullida tierra, de tierra de castañar.
ResponderEliminarUnas fotos preciosas al igual que el texto que las acompaña. La Salamandra es preciosa me encantaaa!!
ResponderEliminarHmmmm.......qué olor tan maravilloso ¿verdad? Pues cierro los ojos y te envío mi beso con olores a tierra húmeda de hayedos.......
ResponderEliminarYo también, Trotasendas, si he de legir sólo un ser mágico del bosque, me quedo con la salamandra. Aunque, como Alberto hacía notar, los ojos de este tritón eran muy hechiceros.
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