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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

ATRAPÉMONOS EN SUEÑOS

Naturaleza artificial

Puede que lo artificial no sea el geco, sino el mundo que le rodea, el que le obliga a colgar día y noche de esa pared. Expuesto, convertido en un blanco fácil. Él se ha limitado a entrar en el papel con profesionalidad, incluso con pasión: se ha vestido de mosaico para responder a las expectativas. Por el público se hace cualquier cosa. Y sin embargo… Y sin embargo, las noches en las que aúlla, solo, a la luna llena como un lobo solitario, recuerda sólo el vacío de esa pared en blanco contra la que ni siquiera escucha rebotar ya los aplausos entusiastas de antaño. Si están, ya no le importan. El geco de colores es de colores sólo en apariencia. El geco de colores se siente, en realidad, gris por dentro. Espera ver aparecer otro geco artificial, hembra, por el horizonte descolorido. Pero los gecos artificiales no caminan por las paredes amnésicas. No caminan. Y así, la espera podría ser interminable, como la vida de un geco de cerámica. Y tiene hambre el geco. Nutre un hambre atroz de todas esas cosas que ya, está seguro, no podrá tener.

Sólo queda matar el hambre o dejarse matar por ésta. Ha esperado tanto, la desesperanza ha hecho tal mella en él, que ya se dispone a ofrecer el cuello. Cuando, un día, inesperadamente, ve una mariposa volar por encima de sus ojos fijos. Parece ligera, despreocupada, cautivada por los colores de la primavera. Cautivada también por los artifíciales lunares de su espalda. Y entonces el geco, que no puede luchar contra su naturaleza, que no puede resistir el impulso, saca su anquilosada lengua, ésa que ha mantenido muda durante tanto tiempo. El beso es tan apasionado que ambos, mariposa natural y geco artificial, quedan indisolublemente trabados. Y así el geco emprende finalmente el vuelo: inicia una nueva vida desde la que no ve ya una dura página en blanco, una pared ineludible, sino, cada día, un cielo sin límites por descubrir con sus nuevas alas, las que ella le presta.
                                                                            (S. G. I. Madrid, 11 de marzo de 2011)


Para escuchar a Pink inerpretando Catch Me While I'm Sleeping

4 comentarios:

  1. Me resulta sencillo ver al geco recorrer las paredes sujeto mediante sus láminas digitales mientras cambia de lugar, ya sea para acechar, ya sea para curiosear. Digo sencillo, porque tu narración, lo transporta por una verticalidad llena posibilidades, mientras se beneficia de una vida efímera, pero, intensa.
    La mariposa es una belleza demasiado tentadora.

    Saludos.

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  2. Bueno, Javier, quizá la vida de un geco cerámico no sea tan breve. En principio, la pasta de la que está hecho me hace esperar que no se quiebre si no se le lanza contra el suelo, por ejemplo. Si no se le pisotea… Si se le trata con un mínimo de delicadeza, en definitiva. Eso sí, si hay mariposa por medio, no me cabe duda que la existencia del geco será intensa. Ya se sabe lo que sucede con las mariposas… Conscientes de la brevedad de la vida como ningún otro ser, es normal que se lancen a libar con vehemencia cada fugaz momento. Y habida cuenta de eso que se rumorea de que todo se pega menos la…, quién nos dice que la pobre mariposita no siente precedente y decida oponer batalla al hielo de los años. Quizá acabe optando por la vida también ella. Besos.

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  3. Pues me voy a comprar un caza mariposas...!!!

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  4. Yo aconsejaría más bien, querido Alejandro, el uso de la delicadeza, de la persuasión en lugar de la verdadera captura. Resulta infinitamente más estimulante cuando quien tiene alas decide, por voluntad propia, volver una y otra vez a nosotros. Si quisiese, en efecto, podría volar a cualquier otro lado. Sencillamente no quiere. Si tus movimientos se hacen armoniosos, si evitas los gestos bruscos, será la mariposa quien se pose sobre ti. No habrá necesidad de que tú la persigas. Eres maestro del toque leve allí donde la luz revela. No se beneficia de ese don sólo el lienzo. Hasta los lepidópteros sabrán verlo. Besos. Aunque en este caso, obviamente, sería más apropiado mandarte uno de los tan traídos y llevados besito-mariposa. Sé que lo tratarás con tal delicadeza que no perderán un gramo de lustre sus alas.

    Dame tu libertad.
    No quiero tu fatiga,
    no, ni tus hojas secas,
    tu sueño, ojos cerrados.
    Ven a mí desde ti,
    no desde tu cansancio
    de ti. Quiero sentirla.
    Tu libertad me trae,
    igual que un viento universal,
    un olor de maderas
    remotas de tus muebles,
    una bandada de visiones
    que tú veías
    cuando en el colmo de tu libertad
    cerrabas ya los ojos.
    ¡Qué hermosa tú libre y en pie!
    Si tú me das tu libertad me das tus años
    blancos, limpios y agudos como dientes,
    me das el tiempo en que tú la gozabas.
    Quiero sentirla como siente el agua
    del puerto, pensativa,
    en las quillas inmóviles
    el alta mar. La turbulencia sacra.
    Sentirla,
    vuelo parado,
    igual que en sosegado soto
    siente la rama
    donde el ave se posa,
    el ardor de volar, la lucha terca
    contra las dimensiones en azul.
    Descánsala hoy en mí: la gozaré
    con un temblor de hoja en que se paran
    gotas del cielo al suelo.
    La quiero
    para soltarla, solamente.
    No tengo cárcel para ti en mi ser.
    Tu libertad te guarda para mí.
    La soltaré otra vez, y por el cielo,
    por el mar, por el tiempo,
    veré cómo se marcha hacia su sino.
    Si su sino soy yo, te está esperando.
    (Pedro Salinas)

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