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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

OTRO MILAGRO DE LA PRIMAVERA


Es, por supuesto, el almendro de mi jardín. Tiene ya un buen número de años; arrugas profundas de su corteza. No esconde que se siente cansado: sus ramas se inclinan un poco más cada día y rara vez rememora su pasado gallardo. Pero aún acoge con regocijo e ilusión primera, hospitalario como un plantoncillo sin apenas experiencia, a los verderones que su melena escogen como refugio. Acepta sumiso y tolerante los picotazos de los descarados gorriones en sus frutos. Es el almendro de mi jardín, que se recorta contra la tarde agonizante, contra la noche incipiente, encendiendo tenaz farolillos blancos en el negro ocaso: constelación de estrellitas fragantes caída del cielo a la tierra.
                                                                                          (S. G. I. Madrid, 27 de febrero de 2011)




A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

ardas en alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.
                                                                
                                                                             (Antonio Machado, Campos de Castilla)




Para escuchar a Joan Manuel Serrat interpretanto A un olmo seco





 

6 comentarios:

  1. Aysss... Salomé, que preciosidad de almendro y de flores. El poema precioso, Machado es uno de mis poetas favoritos y Serrat también bien (no es uno de mis cantantes favoritos, pero este verano lo vi en el Grec de Barcelona, interpretando a Miguel Hernández, otro de mis poetas favoritos).

    Un abrazo grande, ¿bien por Madrid? Entendí que volvías al trabajo ¿verdad?

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  2. Querida Laura, hoy , en efecto, torturaré de nuevo, sin piedad (pero con delicadeza… Bueno, a lo mejor no con tanta delicadeza, aunque sí, siempre, con mucho amor) a las mentes tiernas. Y neblinosas la mayor parte del tiempo. A ver si consigo que salga el sol...
    Machado fue mi primer amor en la poesía, cuando aún me faltaba mucho para aprender a leer (y eso que lo hice muy pronto, como andar o correr y también hablar. Y ahora que lo pienso, a escribir). La carpeta de su disco, del de Serrar, dedicado a él muestra las huellas de mi pasión: no tiene rasgaduras, pero sí está desgastada: me limitaba a acariciarla mientras me ponían el disco. Ya sabes lo que dicen, que la música amansa a las fieras. Quizá por eso, por esos recuerdos que no son ni siquiera recuerdos del todo míos (en realidad no recuerdo casi nada antes de los cinco años), siempre me gustó Serrat. Algunas canciones suyas del álbum Mediterráneo me han impresionado siempre tanto. De jovencita, parecía muy coriácea. No era de lágrima ni fácil ni no (no es que ahora sea de lágrima fácil, pero las experiencias nos vuelven más tiernos), sin embargo había una canción con la que nunca podía contenerme, independientemente de cuántas veces la escuchase: Manuel.
    La abandono temporalmente, Señora: he de disfrazarme de azote de la pereza, de paladín de las luces de la razón… aunque sea sólo temporalmente. Porque si uno es lo suficientemente maduro como para entender que hay momentos y momentos, es posible aprender y disfrutar tanto de las propias sombras interiores… Beso enorme.

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  3. Hola Salomé. En verdad que la primavera es un milagro de la naturaleza. Y aqui estamos nosotros para cantarle, unos con el verso y otro con las fotos; pero tu "hija mía" le das a "los dos palos". Felicidades y un abrazo desde Doña Mencía.

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  4. Ya sabes, José Manuel: aprendiz de todo, maestro de… Eso. Besos.

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  5. Bela fotografia...belo poema....
    Cumprimentos

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  6. Gracias, Fernando. Aunque yo diría que la belleza radica en el inesperado milagro. ¿Que no es inesperado? Háganme caso a mí, que sé lo que me digo. Es, cada vez que sucede, inesperado. Y no se crean, no, que tampoco se repite cada año. Abrazos

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