Hoy, después de una salida por la mañana y otra por la tarde, he encontrado un comentario que deseo contestar mediante una entrada. Me ha parecido fascinante e imprevisto. Y me gusta tanto, pero tanto ser sorprendida… Creo que a todos nos gusta. Nuestra compañera Liliana me pregunta, tras haber leído la entrada “¿Dentro o fuera?”, cÓmo acaba la historia. He de reconocer que en al principio me he quedado un poco perpleja: en realidad los autores nunca podemos predecir las sensaciones o ideas que nuestros textos sembrarán en los lectores, en cada lector. Y creo firmemente que cada interpretación, cada nueva persona que metaboliza nuestra obra, la enriquece. Inmediatamente después he comprendido que la pregunta era de una trascendencia inesperada, que ponía de manifiesto algo en lo que ni siquiera yo me había parado a reflexionar. Porque a veces desde dentro no ves lo que desde fuera resulta obvio. Gracias Liliana. Nunca llegarás a imaginar el bien que me ha hecho esa pregunta.
Pues lo cierto, querida Liliana, es que ni siquiera yo sé cómo termina. Es decir, no termina. No termina porque, a pesar de lo que pueda parecer, a pesar de lo que mis amigos más queridos hayan podido escuchar o percibir en los últimos tiempos, a pesar de los años y las experiencias, yo creo aún en el amor. Incluso en el amor eterno. Yo, que soy mujer de voluntad y fe, elijo seguir creyendo. Porque, sí, puede que nada sea eterno en realidad; pero si tienes la fortuna (es decir el tesón, el compromiso, la tolerancia, la generosidad, la entrega…) de que te dure toda la vida, qué más da que no sea eterno.
No termina porque ese amor que nos une a Ella y a mí no ha de perecer nunca. Lo siento. Lo siento cuando ella parece regocijarse a mi paso: cuando las hojas de los castaños susurran bajo el viento y los rayos de sol dibujan encajes esquivos en el suelo para que yo corra tras ellos, para que la siga persiguiendo con tanta pasión como el primer día. Lo siento cuando la lluvia es solidaria, si es que de mis ojos llueve. Cuando el trueno se une a mi voz o cuando la niebla solícita me envuelve para ampararme de cuanto queda fuera.
No termina aunque el final parecía ya escrito. Porque parecía ser ineludible porque se antojaba el desenlace lógico, el único posible ya. Porque, quizá, por primera vez en mi vida hubiese decidido rendirme. Y sin embargo… Y sin embargo un buen escritor es siempre capaz de inventar un final alternativo. Un buen escritor es siempre capaz de volver a tomar las riendas. Un buen escritor resurge, si es necesario, de sus propias cenizas.
Obviamente antes o después terminará: todo ha de acabar un día. Pero ese día está aún lejos. Y no tengo prisa por alcanzar ese objetivo; hay muchos parajes aún por visitar. Y muchos serán aún bellos y ofrecerán reposo al caminante. Y en muchos brillará aún el sol y cantarán los pájaros. Y yo he de ver todos esos parajes aún. Yo he de recorrerlos de nuevo, con los pies renovados por la lluvia vivificadora, antes de que el camino acabe.
Gracias infinitas, Liliana.
Para escuchar la que considero la más bella canción de amor: Franco Battiato, La cura
Para escuchar la que considero la más bella canción de desamor (o quizá no. Son tan sutiles las fronteras a veces…): Franco Battiato, Canzone dei vecchi amanti
Tu me has sorprendido querida salome, tu respuesta me confundio gratamente y tu manera de ver la vida un poco fuera de este mundo.
ResponderEliminarEscribes con pasion, y eres como un pez en el agua
yo para poder hacerlo necesito todo un equipo de buzeo!
El amor florece en tus palabras, me quitaste el aliento por un momento al leerte
Te invito a que pases a mi blog, nunca hice algo antes asi, pero fue una respuesta a tu respuesta de mi comentario
Hermosas las dos canciones que dejaste, me han encantado de mis videos de los mios don del amor es un todo.....Hmmm quien no quiciera amar asi?
http://www.youtube.com/watch?v=YJIz7JsZ6tE
Y otro donde el desamor anido
http://www.youtube.com/watch?v=hjFmzU593ZY
Gracias Salome.
Con la de plantas y aves que hay en ambas márgenes del camino -¿para qué pensar en el final del mismo?
ResponderEliminarHaces bien en disfrutarlo, apurarlo, vivirlo con intensidad.
Al destino hay que engordarlo con todas las observaciones posibles.
Saludos
Tú también pintas y escribes con pasión, Liliana. ¿Se puede hacer de otra forma? Todos nos ahogamos en nuestros textos, creo. El ejercicio de la creación es al tiempo una experiencia de muerte y resurrección. Dar la vida al texto implica también dar la muerte a la experiencia que lo inspiró, de algún modo. Tras verterlo sobre el papel, no es un agujero lo que queda dentro, pero tampoco exactamente el mismo sentimiento. Cuando te duele la pérdida del amor, por ejemplo, y ese dolor da la vida a un poema, el mismo poema asesina al dolor originario: seguirá doliendo, pero no de la misma forma. ¿No es cierto?
ResponderEliminarSólo he experimentado en otras dos circunstancias la sensación de caminar sobre la fría linde, de estar al borde de esa asfixia que no necesariamente ha de ser física (o sí) y regresar después de la antesala de la muerte. Por eso no podemos dejar de escribir, ni dejar de subir a la montaña, ni dejar de amar. Quién podría renunciar a la experiencia de la resurrección: al espejismo de ser eternos.
Yo me alegro de esta primera vez: todas las primeras veces inauguran. Son puertas que se abren. Sabes, en mi casa las puertas permanecen siempre abiertas. No es una metáfora; muy raramente cierro las habitaciones. Creo haberlo comentado ya, yo no creo en las casualidades.
Cómo no visitarte. Gracias a ti, Liliana, por tu labor. Es tan importante que los colores que visten el mundo aniden también dentro del hombre… Y la mayoría de los hombres, no saben verlos o no saben verlos del todo. Así que el pintor es, en cierto modo, un traductor que aplica códigos comprensibles sobre el universo para hacerlo visible a sus semejantes. Tantas miradas como pintores hay; una mirada por cada ser humano.
Un fuerte abrazo.
Engordémoslo pues, Javier. Desprendámonos de cuantas ofrendas exijan sus maullidos hasta ganárnoslo como a un gato vagabundo. Hasta que el minino, apaciguado, elija aovillarse en nuestro regazo. Abrazos.
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