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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

AÚN TENGO LA VIDA

Aún tengo la vida
El majestuoso sauce escucha silbar el aire en el hueco que le ha ido creciendo dentro a lo largo de los años, ése que apenas le ha dejado la corteza. Cuando la tarde cae, se siente vacío. Porque ese hueco es enorme, insondable. Y cree que nunca nada logrará llenarlo. Pero en ese hueco, en lugar de vacío, podría anidar un día, mañana mismo, una familia de gaviotas con el norte perdido. Sus raíces siguen siendo firmes, y reverdece cada primavera como cuando la savia era joven.


Compañero

Un poco más allá, el compañero. De menor edad, pero con el tronco ya marcado, surcado por las cicatrices dejadas por los insectos y las inclemencias, por los sinsabores de la vida.

Ya no se sabe si es el árbol de más edad quien se apoya en la visión del compañero o el joven quien soporta las envestidas gracias a al ejemplo de la determinación inquebrantable. Las simbiosis son a veces muy complejas. Lo importante es que ambos continúan aún en pie, apoyados quizá sólo en una mirada que el paseante ni siquiera consigue advertir. Porque no todo lo que no se ve no existe. Y a veces lo invisible es mucho más consistente que el mundo que transitamos cada día.

Son dos árboles del parque público de Hervás, pero podrían haber sido dos árboles de cualquier parte.

7 comentarios:

  1. Qué bonito Salomé, parece una metáfora de la vida de las personas, de parejas, no necesariamente de convivencia, de amistad...
    Qué siga la vida...

    Un abrazo

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  2. Hay que ver lo que aguantan estos árboles después de sufrir grandes heridas como esta.Hermoso texto ,saludos.

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  3. Así es...
    Y suerte tienen, en los tiempos que corren, de no haber sufrido todavía, como diría Pascual Madoz, los efectos del "hacha destructora del leñador".
    Eso sí, un hacha muy distinta a la que él conoció.
    Besos

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  4. Gracias, Laura. Ya sabes, mirar fuera sirve para ver dentro. Y otras veces, es cierto, cuando algo ocupa mucho espacio dentro, puede que acabes viendo signos suyos por todas partes. La naturaleza, mi naturaleza, es muy sabia: por si un día yo cayesen en la tentación de volver la espalda a cuanto hay que afrontar, me coloca un espejo delante constantemente. Hoy la montaña ha ofrecido otro ejemplo, del que probablemente colgaré alguna foto más tarde. Por eso la busco tanto, porque, sin ser masoquista, me horroriza la idea de huir de mis responsabilidades, de justificarme ante mí misma con excusas peregrinas. Bien venido sea el esfuerzo y el dolor, no sólo como penitencia, sino porque si se sabe manejar supone también una vía de conocimiento, y llegado el tiempo nos limpia por dentro. Ella nunca te hace sentir bien condescendientemente; nunca te pasa la mano por el lomo. Hay que vivir todo el proceso, de modo que primero te ayuda a bajar a los avernos, a tocar del todo fondo, y sólo después, cuando has comenzado a digerir, procura arrastrarte a la superficie antes de que te ahogues definitivamente con el amargo bocado. Pero lo más importante es que está siempre a tu lado, en lo peor y también en lo mejor. ¿Quién más estaría dispuesto a dar tanto?
    Sí, la vida sigue siempre, para bien o para mal. No me parece consolador. Precisamente ayer dejaba un comentario al respecto en el blog de otro compañero. El hombre sobrevive a cualquier cosa. Nunca se sale entero de un luto (sea del tipo que sea), pero se sale. Y esta idea me ha parecido siempre muy triste.

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  5. Es cierto, Trotasendas, algunos árboles imponentes sobreviven al hacha y al fuego, a la insidia de los hongos y de los insectos minadores. Pero lo importante no es sobrevivir, sino seguir dando hojas y frutos, seguir meciendo a los pájaros. Porque hasta las ramas llenas de cicatrices pueden dispensar ternura si se lo proponen. El contraste es conmovedor: otro de los motivos, quizá el principal, por el que me gusta tanto abrazar a los grandes pinos, ésos cuyas cortezas siempre están surcados por profundas arrugas. Besos

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  6. Cita interesante, Warlock, de anteayer, más o menos... Veo que ya somos dos los que estamos un poco mayores, en fin. Lo cierto es que pareces tener poderes paranormales: hoy, bajando de la nevada montaña, me he encontrado una desagradable sorpresa relacionada con la tala. Por supuesto no es la primera y no será la última. Pero esto no hace que te acostumbres ni que te duela menos. Besos.

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  7. Compartimos ese rechazo a justificarnos a nosotras mismas y a huir de las responsabilidades... por desgracia eso da siempre una magnitud trágica a cualquier aspecto de la vida... ¿Has colgado la foto? Estoy leyendo al revés en el tiempo...glup!!!

    Besos

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