.

.

DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

IRONÍA


Qué cruel presa per i fondelli (“tomadura de pelo”), me digo. Pero luego recapacito: no, nadie tiene tan mala baba. ¿Qué satisfacción o beneficio reportaría? Concluyo que, sencillamente, quien colocó la botella de agua vacía en esa posición no reparó siquiera en la siniestra composición a la que daba vida. Porque, sí, el árbol está definitiva e irremediablemente seco; ni siquiera las abundantes lluvias lograrán revivirlo. La cuestión es cómo pudo pasarle desapercibido al desconocido algo tan evidente, algo que hirió la retina de un semejante de inmediato. Por qué caminamos la mayor parte del tiempo como si el mundo que nos rodea fuese algo consabido y banal. Hay aventura y sorpresa y emoción y otros tesoros a cientos, a miles, ahí fuera: fuera de cada uno de nosotros. Nuestro universo personal es un universo, y es fascinante y único, cierto. Pero es un universo muy pequeño si lo comparamos con el milagro del cosmos. Hay cientos, miles de tesoros ahí fuera. Pero jamás lograremos verlos si no aprendemos a mirar. No se abrirán para nosotros si no nos interesamos por ellos, si no aprendemos a implicarnos. Esa recompensa exige un compromiso por nuestra parte.

16 comentarios:

  1. Desde luego que hay gente sin miramiento alguno. Como bien dices hay fuera hay miles de bellos rincones y tesoros por descubrir ,lastima que hay gente a quien todo esto le importa un carajo. Saludos

    ResponderEliminar
  2. Hola Salomé. Preciosa fotografía, una luz interesante que da otra perspectiva a la imagen. Solo espero que la tengas tambien sin botella. Buen trabajo y un abrazo desde Doña Mencía

    ResponderEliminar
  3. Si os soy totalmente sincera yo quiero creer, y de verdad creo, que en la mayor parte de los casos, en casi todos, es ignorancia, falta de costumbre, más que desinterés absoluto o verdadera falta de sensibilidad. Creo que el hombre se ha alejado totalmente de la naturaleza y, haciéndolo, ha dado la espalda a una parte fundamental de sí mismo. No creo que nunca haya habido mayor desequilibrio en el ser humano que ahora. Abrazos.

    ResponderEliminar
  4. En efecto, hay mucha ignorancia pero mezclada con desidia, dejadez, pasotismo y, en algunos casos, cosas peores. Me encanta tu generosidad para con el ser humano, señal de que abrigas muchas esperanzas de que las cosas cambiarán para mejor. Leyendo, por ejemplo, lo que ha sucedido en La Cervigona (Acebo), me ratifico en que iremos de mal en peor mientras la cultura ambiental no entre obligatoriamente en la escuela y en el cerrado cerebro de nuestros politicuchos de tres al cuarto.
    Un fuerte abrazo y, oye, preciosa foto.

    ResponderEliminar
  5. Creo que no se puede vivir sin esperanza. Me parece que sin esperanza sólo se puede ir tirando. Hace poco escuchaba a una persona, alguien que parecía una buena persona, decir “la gente es mala”. Qué ruin hay que ser para pensar así y generalizar, me comentaba alguien tras contarle el hecho que tanto me había turbado. Sigo pensando que el desconocido era una buena persona, y que su cabeza había advertido una verdad como un templo, sólo que su lengua la había verbalizado de un modo un tanto incorrecto. Yo no creo que las personas sean malas, pero sí me parecen que hacen cosas que ellos mismos consideran malas todo el tiempo, cosas que les hacen avergonzarse ante sí mismos y por las que intentan buscar las justificaciones más peregrinas. Creo que el hombre es casi siempre bueno. No porque sea un santo, sino porque hacer el bien nos produce satisfacción y orgullo, nos hace sentirnos bien con nosotros mismos. A veces, también por amor, por generosidad hacia quien está fuera. Creo que el hombre es bueno pero hace cosas malas por desidia, como dices tú, y por miedo, porque el hombre suele vivir con mucho miedo. Y ambos, la desidia y el miedo, normalmente acaban convirtiéndose en egoísmo.
    Creo que lo que dices es muy razonable: siempre me ha fascinado la idea de poder acercar a otros al misterio que hay ahí fuera, especialmente a los niños. Porque los niños son capaces de vivir la emoción con mayor espontaneidad y apasionarse más. También, por supuesto, porque tiene toda la vida por delante para que la semilla del amor crezca vigorosa. No obstante, no creo que baste con eso. Recuerdo que muchos compañeros de mi generación odiaban el Quijote. Algunos, sólo algunos, lo descubrieron de verdad muchos años después de que se nos obligase a leerlo en el instituto. Otros no quisieron ni siquiera volver a tocar las tapas. Se puede enseñar a amar hasta cierto punto, enseñar determinados hábitos saludables para amar como el objeto amado necesita; pero no se puede obligar a amar. Creo que la actitud de los medios de comunicación podría llegar a ser muy útil en este sentido: no son una imposición, pero sus mensajes calan, y mucho, inadvertidamente.
    Besos.

    ResponderEliminar
  6. Casi me quedo con esta ultima reflexión (contestación) tuya, sin menospreciar la origen con la foto que ambas tambien llenan lo suyo.
    Saludos

    ResponderEliminar
  7. ¡Hola Salomé! Creo que si miramos hacia nuestro interior y encontramos el tesoro de la CONCIENCIA, seremos capaces de compartirlo y de extenderlo. Tú ya lo estás haciendo a través de este blog.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  8. Gracias, Fernando. Creo que todos lo hacemos (o no, claro. Ahí está la cuestión) en la convivencia diaria con el prójimo: con nuestras actitudes cotidianas. Diría que es muy importante ser coherente con uno mismo, tener principios. No es tan determinante la naturaleza de esos principios cuanto que existan, que se respeten. Personalmente me preocupa mucho más y me inspira más desconfianza alguien que no tiene principios en absoluto, que se mueve únicamente por el interés sea de la clase que sea y es inmune al remordimiento, que alguien que tiene algunos contrarios a los míos pero se mantiene fiel a ellos porque cree que son justos. Y porque sabe que de lo contrario no dormiría bien por las noches. Como insinuábamos en la entrada sobre la Tremella mesenterica, quizá no sea tiempo de hacer estos discursos. Soy consciente de estar muy obsoleta. Aunque confío… no, sé por cierto que no soy la única. Quizá, en el fondo, sí sea éste precisamente el momento más apropiado. Abrazos.

    ResponderEliminar
  9. Yo también como Roig, me quedo con esa reflexión y espero que nos demos cuenta lo que estamos haciendo con el planeta.
    Un saludo y buen fin de semana

    ResponderEliminar
  10. ¿Obsoleta? Bobadas. Eso es un error que solo puede surgir de tu natural modestia. Cuando hablas de principios, cuando razonas sobre unos y otros asuntos, no se aprecian ideas antiguas, caducas ni pasadas de moda. Más bien al contrario, me da la impresión de que llevas tu idealismo contigo a todas partes y eso es magnífico, aunque corres el riesgo de sufrir más de una decepción. Eso sí, confías mucho en el ser humano y eso tiene mucho mérito, más aún para alguien que sabe mucho de historia y de civilizaciones.
    Yo, sin embargo, estoy perdiendo la fe. Por eso me gusta leerte, siempre pones ese punto de esperanza...
    Besos

    ResponderEliminar
  11. ¿He oído decepciones? Mañana, tarde y noche: como las recetas médicas. A ver, como explico a menudo, aunque la gente se empeñe en no creérselo por unos y otros motivos, estoy rondado los cuarenta. A esta edad, imposible ser… de esta forma espontáneamente, alegremente, instintivamente, inconscientemente, irreflexivamente… En fin, nos hemos entendido. A esta edad uno es aún así porque así ha decidido ser, así lo decide de nuevo cada mañana al levantarse. Y cada noche se reconstruye, se zurce los jirones en la esperanza herida, en la confianza y la fe rasgadas. Evidentemente cada año cuesta un poco más, porque es un año más cosiendo. La mayor parte de las veces, totalmente a oscuras o como mucho entre tinieblas. Pero a veces sale el sol. ¿Qué últimamente no lo ves por ningún lado? Pues yo te lo enseño. Y el día que no lo vea yo, me lo enseñas tú. Y así con todos los vecinos de buena voluntad que se nos quieran ir uniendo.
    Por otro lado, caballero, me parece que insinúa que es más lo que sabe y calla que lo que dice. Quizá sea usted un animalito discreto, pero diría que al tiempo es también, como yo, un animalito curioso. Me parece a mí que usted ha investigado… Vivimos en un mundo en el que resulta casi imposible mantener el anonimato total. Aunque eso no quiere decir, por supuesto, que las personas puedan quedar reducidas a una serie de datos, que muchas veces no son ni siquiera los más representativos. De ahí se pueden extraer etiquetas, pero siempre he desconfiado de quien intenta colocarme una: siento que no me queda bien ninguna. Porque al tiempo me quedan más o menos bien varias. Y estoy convencida de que, de alguna forma, eso nos pasa a todos. Uno es casi siempre aprendiz de muchas cosas y maestro de casi nada. Besos.

    ResponderEliminar
  12. Yo si acaso etiqueto productos y objetos. Personas, casi nunca. Supongo que no lo dirás por mí. Además, creo que llevas razón cuando dices que no te encaja bien ninguna etiqueta... ¿Investigar? Hombre, yo no lo llamaría así. Curiosidad, interés...siempre razonable y en unos límites. Llama la atención tu forma de expresarte y tus raciocinios y todo eso conduce al husmeo, casi infantil y sin afanes extraños.
    Mi natural pesimismo me conduce a un cierto interés por posturas más optimistas, a ver si acaso lo negro se puede ir convirtiendo en gris...
    Cuídate

    ResponderEliminar
  13. Tenemos el defecto de no valorar aquello que es cotidiano, de ni siquiera dedicarle unos segundos a mirarlo y verlo. Tal vez por eso algunas veces me dicen que hago unas fotografías un tanto raras. Posiblemente el raro sea yo que prefiero ver esas pequeñas cosas.

    He llegado a tu blog un poco de rebote, pero me gusta, así que lo seguiré visitando. Te dejo un enlace a una de esas fotografías de cosas tan cotidianas y a las que no prestamos la menor atención.

    http://enlasoledaddelfaro.blogspot.com/2011/01/algunas-cosas-que-no-vemos.html

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  14. Ay, Warlock, Warlock, claro que no lo decía por ti. Era más bien una reflexión en voz alta sobre determinadas formas de proceder bastante generalizadas que me inquietan considerablemente. Cada día más, para ser sincera. Se ve que me estoy haciendo vieja.
    Volvemos de nuevo a lo de que siempre me parezco clara, transparente, pero quizá no lo sea tanto. Una pista para el futuro: si te trato de usted es que quizá, sólo quizá, no vaya muy en serio. Al menos respecto a algunas cosas, claro, porque para otras soy serísima.
    No me sea suspicaz, caballero, que no era una crítica sino más bien todo lo contrario. De hecho la curiosidad me parece muy buen signo. Signo, sobre todo, de que aún se está vivo y se tienen ganas de seguir estándolo. De que no apetece vegetar como un brécol, vamos.
    Pues eso de tener un natural pesimista me parece fatal, me vas a permitir que te lo diga, Se me ocurre que podrías empezar divorciándote del pesimismo natural para pasar a adoptar después un optimismo artificial, aunque sea. Ya veremos después cómo nos las apañamos para que de artificial pase a natural: hay que ir por pasos, ya se nos ocurrirá algo. “A ver si acaso lo negro se puede ir convirtiendo en gris”… ¡Chacho (como habría dicho mi abuelo), qué entusiasmo! Oye, me parecen aspiraciones demasiado modestas. Acéptame un consejo: de cabeza a por los colores. Yo es que le tengo mucha manía al gris: me sienta fatal a la cara. Y al alma, ni te cuento. Sin embargo el naranja eléctrico, especialmente cuando estoy “morena montaña”…
    Y por cierto, respecto a tu husmeo infantil… No suelo usar las palabras de otros, pero en este caso es inevitable citar a un gran hombre, una mente preclara: “dejad que los niños se acerquen a mí”.
    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar
  15. Es curiosísimo, Farero: justamente ayer hablaba de este género de cosas con otro vecino fotógrafo, Oliviero Masseroli. Le dejaba un comentario sobre una foto que podríamos considerar dentro de esa óptica.
    A mí no me parecen fotos raras ni posicionamientos extraños. Creo que cada uno es lo que es: lo que debe ser, lo que le dicta su naturaleza. Un faro está para iluminar (evito cuidadosamente el verbo “guiar”, que me parece muy peligroso, y más en los tiempos que corren); para permitir ver donde, de otra forma, no se intuirían más que sombras apenas reconocibles.
    Dado que mantienes la luz encendida, nos seguiremos viendo…

    ResponderEliminar

Los verdaderos protagonistas estan aquí