El año pasado ya recorríamos juntos el camino que conduce de Hervás al Puerto de Honduras pasando por Gargantilla. Hoy nos proponemos visitar las ruinas de la Casa del Espino, muy cerca del Puerto.
Sobre la forma de llegar de Hervás a Gargantilla por el Castañar del Duque y de Gargantilla al Puerto de Honduras por montaña podéis consultar la correspondiente entrada del verano pasado.
Para alcanzar la Casa del Espino, una vez os encontréis en el mirador del puerto, debéis tomar el camino en tierra que parte de la verja abierta que encontraréis a vuestra izquierda (vosotros habréis llegado por montaña por la que permanece cerrada a vuestra derecha. Recordad volverla a cerrar una vez hayáis salido a la carretera para evitar que las vacas puedan sufrir un accidente). A unos doscientos metros el camino se dividirá. Entonces debéis tomar el que gira a la izquierda (es inconfundible porque hay un pequeño murete de piedra). Es muy importante que no toméis el que continúa de frente (y más adelante se divide de nuevo en dos), que os aleja del objetivo, tiene una cierta longitud y carece de puntos de agua. Poco más adelante encontraréis una fuente de agua potable a una temperatura muy agradable. A unos setecientos metros aparecerán las ruinas de la Casa del Espino, rodeadas por un gran número de serbales de cazador que en estas fechas lucen sus espectaculares frutos ya maduros.
El camino que estáis siguiendo enlaza con la ruta de montaña que conduce hasta Cabezuela del Valle. Os explicaré cómo dar con éste, aunque en este momento lamentablemente no es transitable.
Una vez hayáis sobrepasado la Casa del Espino, a unos doscientos metros, veréis a vuestra izquierda una portilla con un cartel que indica "Coto privado de caza". Debéis abrirla y entrar. Una vez dentro encontraréis una estaca con las marcas horizontales amarilla roja y blanca que distinguen la ruta. Tenéis que caminar siguiendo la tela metálica. Un poco más adelante volverán a aparecer las marcas sobre la misma tela. Entonces veréis una senda estrecha en el suelo y de vez en cuando las marcas sobre rocas. Estáis ya en la ruta que conduce hasta Cabezuela. Pasaréis al lado de una cascada de la cual podéis ver sólo la parte superior, que aparece en la última foto. Siguiendo ruta deberíamos pasar muy cerca del salto de agua y disfrutar del espectáculo. El problema es que en breve el camino, que está muy removido y tiene una enorme pendiente, es comido por las zarzas, ortigas y helechos que más adelante alcanzan los dos metros de altura. Yo he continuado y no os lo aconsejo en absoluto, ni siquiera con pantalones largos; saldríais de allí llenos de arañazos y en condiciones físicas pésimas.
Lógicamente sorprende y apena observar que esa ruta está aparentemente perdida, totalmente abandonada. No puedo evitar preguntarme si una buena parte de responsabilidad no la tienen quienes permiten que a su alrededor aparezca un coto privado de caza. Para empezar la señalización no es suficiente como para que los excursionistas la encuentren fácilmente. y por otro lado una verja, por mucho que no tenga candado, disuade siempre (más aun si piensas que traspasándola podrían pegarte un tiro). Cierto es que pocos somos ya los que acostumbramos a andar por la montaña, pero de esta forma seremos cada día aun menos. Es triste sentirse en vías de extinción.
Hola Salome, me encanta como escribes y como describes. Pensamos ir a Hervas el puente del pilar, llevamos dos niños de 11 y 8 años, ni muy intrepidos ni tampoco demasiado flojones. ¿Me podrias aconsejar alguna ruta? Igual hacemos dos dias de caminata y un dia visitamos Salamanca. Muchisimas gracias de antemano. Soy Mª Jesus de Chiclana, Cadiz.
ResponderEliminarMuchas gracias, María Jesús. Mira, te voy a hablar desde lo más profundo del corazón. Amo de forma desmedida los paisajes de los que os hablo en este blog: con toda seguridad son lo que me regala experiencias más intensas y místicas en este momento. Cada salida por esos lugares es emocionante, única e irrepetible. Son todas especiales y no olvido ninguna. Pero creo que mi “romance” con la naturaleza empezó la primera vez que fui a la Chorrera, que aquella excursión determinó muchas cosas y puso en marcha mecanismos. Y eso que apenas la recuerdo; para mí es ya un pequeño grupo de imágenes dispersas. Sin embargo sé que subí por mi propio pie, y sólo en la parte más peligrosa, una vez abandonado el canal, mi padre me llevó a hombros por seguridad, no porque me quejase de cansancio. Si lleváis a los niños ahora, sin tardar más, y les abrís ese mundo del que muy probablemente viven alejados, no lo olvidarán nunca. Y es muy probable que determine su futura relación con la naturaleza, e incluso consigo mismos. Sed vosotros los primeros entusiastas: instadles a oler y tocar. Ayudadles sobre todo a perder los miedos en los que solemos educar, para que en un futuro sean adultos más libres y felices, para que ganen en autoestima y confianza. Y enseñadles a respetar, a respetar mucho todo cuanto vive. Sólo así podrán amar lo que les rodea y recibirán el justo pago por parte de la montaña. Cuando tú la respetas y amas, ella te devuelve amor y respeto. Sólo se puede amar realmente lo que se conoce, así que enseñadles a observar y a escuchar.
ResponderEliminarEl resto de los recorridos que os propongo en este blog exigen una cierta preparación que lamentablemente la media de los individuos modernos, totalmente sedentarios o casi, no suelen tener (a excepción de la Tejea, aunque quizá sería una visita más apropiada para la primavera-verano). Yo me metí en la Heidi por primera vez cuando aún se estaban construyendo algunos cortafuegos, con unos trece años (es que ya tengo una cierta edad. Treinta y siete, para ser exactos), pero debo reconocer que ya era una mala bestia entonces.
Si optáis por la Chorrera, pido un favor personal: partid a pie desde el pueblo, nada de dejar el coche en la Luz. Es poco deportivo, contamina y acaba con la vida de muchos batracios. Si no estáis en forma, con calma en las vueltas. Mucha atención al abandonar el canal, cuando comencéis a trepar. Llevad botas de buen agarre. Los niños preferiblemente entre dos adultos, para que sepan dónde es seguro pisar (donde haya pisado el que va en cabeza) y haya alguien que pueda ayudar desde atrás. En ese tramo, las manos libres: si lleváis cámaras, dentro de la mochila; y aconsejo que cerréis los bastones si acostumbráis a caminar con ellos. No dudéis en usar las manos si en algún momento os sentís poco estables: lo importante no es trepar con elegancia sino con seguridad. Una vez hayáis llegado, no intentéis en ningún caso trepar a lo alto del salto de agua con los niños. Tampoco lo aconsejo a los adultos que no conozcan muy bien el terreno; puede llegar a ser extremadamente peligroso.
Yo no como nunca en mis salidas, pero es tradición ancestral comerse el bocadillo bajo el gran acebo que crece a los pies del salto de agua. Así que…
Las Charcas Verdes os pillan de paso y, aunque ahora no podréis bañaros, son muy bonitas. Encontraréis indicaciones de cómo llegar en entradas pasadas. Es muy sencillo.
Espero que lo disfrutéis mucho. Especialmente los enanos. Ya nos contaréis.
Un abrazo