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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

PARA QUIENES SALÍS AL MONTE CON VUESTROS COMPAÑEROS DE CUATRO PATAS, EXTREMAD LAS PRECAUCIONES CONTRA LAS SALAMANDRAS

Para empezar desearía puntualizar que las salamandras son seres adorables y muy atractivos. No hay por qué temerlas; son animalitos inofensivos que evitan al ser humano y demasiado a menudo perecen aplastados bajo los neumáticos de los coches. No son agresivas, pero tienen la desgracia (o fortuna para ellos, pues en realidad carecen de otra defensa contra los depredadores) de poseer glándulas venenosas. La secreción lechosa que rezuma la piel de la salamandra es irritante si se pone en contacto con ojos o boca, aunque no resulta peligroso para el hombre.
Es un privilegio verlas, pues se suelen esconden bajo la hojarasca húmeda. Pero esto no quiere decir que no descansen en el sotobosque que nosotros recorremos durante nuestras caminatas. Nuestros perros, que conservan aún una parte de sus instintos s pesar de la domesticación a la que han sido sometidos durante milenios por el hombre, muy a menudo son capaces de detectar su presencia incluso sin verlas. No es raro que entonces efectúen movimientos anómalos alrededor de la hojarasca en la que se esconden, una especie de danza circular entre curiosa y frenética. Quizá pretenden marcar su presencia, pero el problema es que algunos perros no se conforman con eso y deciden degustar uno de estos animalitos. Las consecuencias pueden ser fatales: conozco algunos casos de perros de pequeñas dimensiones muertos en estas circunstancias. Conviene indicar que algunos de ellos eran perros de Hervás, perros de pueblo. Esto demuestra claramente que esa teoría según la cual sólo los perros de ciudad han perdido una buena parte de sus instintos y son incapaces de discernir los peligros, no es correcta.
De aquí en adelante hasta que se acerquen los calores del verano y la sequía impida la presencia de las salamandras, mi consejo es que a la menor actitud extraña por parte de vuestros perros, os aseguréis de apartarlos de la zona en la que es probable que haya una escondida. No obstante, al mismo tiempo os rogaría que procuraseis proteger a estos bellos animales que además de ser una joya de la naturaleza ayudan a reducir la población de insectos molestos.

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