
Es un privilegio verlas, pues se suelen esconden bajo la hojarasca húmeda. Pero esto no quiere decir que no descansen en el sotobosque que nosotros recorremos durante nuestras caminatas. Nuestros perros, que conservan aún una parte de sus instintos s pesar de la domesticación a la que han sido sometidos durante milenios por el hombre, muy a menudo son capaces de detectar su presencia incluso sin verlas. No es raro que entonces efectúen movimientos anómalos alrededor de la hojarasca en la que se esconden, una especie de danza circular entre curiosa y frenética. Quizá pretenden marcar su presencia, pero el problema es que algunos perros no se conforman con eso y deciden degustar uno de estos animalitos. Las consecuencias pueden ser fatales: conozco algunos casos de perros de pequeñas dimensiones muertos en estas circunstancias. Conviene indicar que algunos de ellos eran perros de Hervás, perros de pueblo. Esto demuestra claramente que esa teoría según la cual sólo los perros de ciudad han perdido una buena parte de sus instintos y son incapaces de discernir los peligros, no es correcta.
De aquí en adelante hasta que se acerquen los calores del verano y la sequía impida la presencia de las salamandras, mi consejo es que a la menor actitud extraña por parte de vuestros perros, os aseguréis de apartarlos de la zona en la que es probable que haya una escondida. No obstante, al mismo tiempo os rogaría que procuraseis proteger a estos bellos animales que además de ser una joya de la naturaleza ayudan a reducir la población de insectos molestos.
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