
Esto en la práctica implica:
1. No dejar jamás atrás a ningún compañero. Debemos saber en todo momento dónde está cada uno de los miembros del grupo.
2. En terreno especialmente difícil (por ejemplo si estamos atravesando un río y es necesario saltar de piedra en piedra, con la consecuente dificultad para mantener el equilibrio), esperar al compañero que nos sigue y mantenernos alerta para echarle una mano si fuese necesario.
3. Si nos acompañan personas que tienen vértigo y nos vemos obligados a caminar al borde de un barranco o por cualquier camino que pueda desencadenar el miedo a las alturas, siempre que sea posible, procuraremos colocarnos entre nuestro compañero y el vacío. Si no es posible evitarle la visión del vacío, para infundir tranquilidad en quien padece este problema a veces puede ser suficiente cogerle de la mano o simplemente hacerle notar que estamos cerca de él.
4. Si estamos atravesando un bosque denso y es necesario abrirse paso entre ramas o maleza, no soltaremos la vegetación hasta que estemos seguros de que quien nos sigue haya tomado las medidas necesarias para que ésta no pueda herirle.
5. Si avanzamos por un terreno bastante removido, debemos caminar correctamente para evitar que los compañeros que nos siguen encuentren mayores dificultades aún.
La lista es infinita y variará según la travesía que estemos abordando y sus particulares condiciones. En realidad no será necesario que nadie nos explique lo que debemos hacer en cada caso para facilitarle la travesía a nuestros compañeros. Bastará con que aprendamos a pensar en todo momento en sus necesidades, que básicamente serán las nuestras, y hagamos cuanto esté en nuestra mano para satisfacerlas.
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