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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

SIN PUENTES NO HAY CAMINO



Puente del Retamar, Las Rozas (Madrid)

La discreción es un don precioso que no abunda. Hay personas que nacen con esa cualidad, pero la discreción también se aprende. La dan, además, los años y la experiencia. O al menos así sucede normalmente. La discreción es, en palabras pobres, esa lucecita de alarma que se te enciende en el cerebro cuando estás a punto de traspasar las fronteras del compromiso, explícito o tácito. La discreción es la oportunidad preciosa, incalculable, de cerrar la boca a tiempo. De cerrarla para evitar, por ejemplo, que en un arranque de insensatez ofendas a terceros. O para evitar que hayas de tragarte tus indiscretos comentarios más adelante. Entre otras cosas porque, como decíamos ayer, pedir perdón, pedirlo sinceramente, no resulta sencillo a la mayor parte de los mortales. Y si bien es signo de humildad, verse obligado a realizar ese sano ejercicio demasiado a menudo también puede resultar indicativo de otras cosas. Porque lo cierto es que, a mis años, ya no creo en el perdón sino en el sincero arrepentimiento. Y éste, como caminar, sólo se demuestra con el andar… del tiempo. A mi edad, la verdad, ya no creo en las palabras que no se ven justamente avaladas por consecuentes actos. Para resumir, no creo demasiado en las peticiones de perdón, sino en el propósito de enmienda. O más bien, en los actos para resarcir y enmendar.
La comunicación, como la confianza, se puede comparar con un tejido delicado. Para que no se rompa, una regla básica consiste en pensar antes de hablar: reflexionar sobre si lo que digo en efecto expresa correctamente lo que quiero decir, y sobre cómo afectará esto a mi interlocutor. No pensar en cómo recibirá el otro mi mensaje es signo, cuanto menos, de egoísmo. Puede que también, de prepotencia.
Únicamente los puentes nos salvan de la incomprensión, de ser islas, de caer en el tumultuoso río de la demencia… Hay que tender puentes hacia el entendimiento, la empatía y la solidaridad. Hay que tender puentes hacia el otro… Si no queremos acabar quedándonos definitivamente solos.

El grito, Edvard Munch

Para escuchar a Elton John interpretando Madman across de whater


Los verdaderos protagonistas estan aquí