Cuando quebrantas un límite hay siempre consecuencias. Es, como cualquier rito de paso, un momento suspendido, desgajado del tiempo. Un momento en el que se abandona un paisaje para entrar en otro −que no será el mismo contigo dentro. Ni volverá a ser el mismo, después, contigo fuera−. No se pertenece ya a ninguno de los dos. Y al tiempo, un poco a ambos. Se queda desorientado, desubicado, apátrida por un momento. Ése momento en el que el pie flota entre ambos mundos. El último instante para la razón: ya no hay tiempo. El último para pensar. Y es un bien sentir el escalofrío: es signo de conciencia. Porque atravesar la cancela tiene, siempre, sus consecuencias.
(S: G: I: Madrid, 27 de febrero de 2011)
La foto fue tomada el veintidós de febrero, a la salida del pueblo en dirección hacia la Solanilla. Como observáis, los jaramagos han florecido ya. Y entre ellos agachan pensativos la cabeza los primeros narcisos. Iluminan, en la hierba, las caléndulas naranjas como solecitos humildes.
Para escuchar a Pink interpretando Nobody knows
Para escuchar a Antony and the Johnsons interpretando Hope there's someone