Hoy saltaremos de nuevo el orden cronológico y analizaremos una salida posterior a mi reciente visita a la Solana de Andrés. El motivo es muy sencillo: temo por la seguridad de quienes puedan intentar afrontarla en estos momentos. Doy por sentado que con estas condiciones climatológicas se acercarán a ella sólo quienes conocen bien la zona. No obstante no está de más que alguien que ha vivido de cerca sus inconvenientes en los últimos días nos ponga sobre aviso. No me detendré en cuestiones genéricas analizadas en su día sobre este recorrido, aunque sí os recuerdo que en este momento los problemas de abastecimiento hídrico que suele presentar pasan a segundo plano: yo seguiría evitando los arroyos por el peligro que el tránsito de las vacas implica, pero ahora es muy fácil obtener agua potable derritiendo nieve.
Lo principal que debéis recordar es que el uso de crampones resulta absolutamente imprescindible. Llevando botas de muy buen agarre y sabiendo pisar correctamente, podréis evitarlos hasta la Garganta Buitrera. De ahí en adelante será absolutamente imposible continuar sin ellos: la nieve está demasiado congelada en superficie y las abundantes escorrentias han generado placas de hielo en ocasiones muy extensas y peligrosísimas. De hecho si sois más bien ligeritos como yo, sobre ellas conviene que afirméis bien los crampones antes de cargar el peso del cuerpo. Especialmente en el hielo más duro, unos golpecitos bien propinados antes de dar el paso. Dado que la mayor parte del camino consiste en piedra suelta, en una suerte de enorme majano, será imposible evitar las torceduras de tobillos mientras avanzáis con ellos, ya que hasta dejar el Pico Buitrero a vuestras espaldas el espesor de la nieve no es suficiente como para que los crampones no toquen piedra. Por ello convendría que en este tiempo circulasen por allí sólo quienes lo hayan hecho el resto del año: quienes realmente conozcan bien el terreno y sepan lo que en realidad hay debajo de la nieve. En el último tramo antes de salir al puerto os hundiréis hasta los tobillos, pero circularéis mucho más cómodamente ya que la nieve está blanda.
Deberéis atravesar los arroyos que discurren sobre el camino, de modo que convendría llevar botas lo más impermeables posible y no estarán de más los calcetines de repuesto. El frío allí arriba es muy intenso, de modo que las mojaduras mantenidas en recorridos largos pueden tener pésimas consecuencias.
En días como hoy, en los que el puerto estaba cerrado al tráfico, necesitaréis llevar los crampones incluso sobre el asfalto de la carretera, cubierto por un estrato considerable de nieve y hielo. Yo me los he podido quitar entre el kilómetro 11 y 10, en bajada hacia Hervás.
Hemos comentado ya en varias ocasiones que por diversos motivos, si se afronta partiendo desde Hervás, es un recorrido bastante exigente incluso con buen tiempo, así que podéis imaginar en lo que se convierte ahora. Por ello os rogaría prudencia y responsabilidad. No intentéis algo para lo que no estéis preparados, especialmente con estas condiciones tan rígidas. Pero al tiempo os digo, especialmente a aquellos de vosotros que sí estáis en condiciones de disfrutarlo, que es una de las cosas más maravillosas que he hecho en mi vida, una de las experiencias más gratificantes e intensas.
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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS
(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)
EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.