Bajo la niebla la Chorrera nos ofrece uno de sus rostros más seductores. Ahora bien, presuntamente en este periodo del año es ya imposible llegar hasta ella siguiendo el canal, desbordado hasta resultar intransitable en un par de puntos. Digo presuntamente porque siempre he tenido muchos problemas con los verbos poder y deber. Y porque, como comentábamos no hace mucho, no hay nada imposible para los pies del hombre. Nunca mejor dicho. La foto de cabecera no es la Chorrera sino la corriente que deberéis atravesar si queréis llegar a vuestro objetivo. Para ello será necesario quitarse las botas, los calcetines y arremangarse los pantalones. Unos veinte segundos de dolor intensísimo y, si habéis calculado bien el lugar más apropiado para atravesarlo, estaréis ya al otro lado. Reactiváis la circulación en los pies con unas palmadas, dejáis de soltar tacos (hay que ver qué mal hablados que sois), os secáis a conciencia y ya estáis listos para volver a poneros calcetines y botas. Habréis oído aquello de "quien quiera peces...". Bueno, pues vais a estar de suerte porque, por esta vez, con los pies y, como mucho, media pierna será suficiente. No es poca fortuna: no tenéis ni idea de lo fría que está. Aun así, si vais bien equipados, no hay riesgo de hipotermia, especialmente a esta altura (más arriba, en la Heidi y sobre todo en la pista superior, el frío se intensifica y hacer estas cosas ya en este periodo del año tiene su miga).
No intentéis atravesar corriendo; la corriente es siempre más fuerte de lo que parece y podríais resbalar. Mejor aguantar el dolor algunos segundos más y pasar con serenidad, observando bien dónde se pisa.
Una vez estéis al otro lado, tomad la senda ascendente marcada con una cruz (lo que quiere decir que no está previsto que sea transitada). De esa forma podréis evitar el siguiente tramo de canal desbordado y especialmente peligroso. Una vez que lo hayáis pasado, podréis ya abandonar la senda y bajar de nuevo al canal. Pisáis monte bajo y además en este periodo del año está aun más despejado, de forma que la visibilidad es perfecta y resulta imposible perderse.
Desde aquí podréis estar tranquilos hasta que llegue el momento de abandonar el canal y comenzar a trepar para ascender hasta la Chorrera. Como sabéis es el tramo más complicado del camino, y en este periodo del año exige mayor prudencia. Evitad las piedras gruesas bien encajadas en el terreno, justamente ésas que pisaríais en verano. Es cierto que son las más firmes, las que mejor soportarán vuestro peso y no rodarán, pero también son las más resbaladizas con este tiempo. No importa que llevéis botas de buen agarre y que creáis tener las suelas lo suficientemente secas; la lluvia y simplemente la humedad ambiental pueden hacer que, en el mejor de los casos, os llevéis un susto. Es mucho más seguro pisar en el terreno suelto, que con esta lluvia está esponjoso pero mucho más firme que en verano. Cuando os veáis obligados a pisar sobre piedras gruesas, colocad los pies en los huecos que éstas puedan tener, donde su superficie sea más irregular y pueda presentar mayo adherencia.
Ya sabéis que desaconsejo la subida a lo alto del salto de agua incluso en verano, pero ahora con mucha más razón. No obstante, quienes conocéis bien la Chorrera observaréis que algunas fotos están tiradas desde allí arriba... Si los que conocéis muy bien la subida no os podéis resistir ni siquiera con este tiempo (y repito que lo sigo desaconsejando), os recuerdo que ahora la hierba seca, que es nuestro principal problema en verano, se puede pisar con bastante seguridad. Sin embargo la enorme piedra que hay justo encima del salto de agua se ha vuelto peligrosísima; es prácticamente imposible no resbalar.
Igualmente se ha vuelto peligrosísimo atravesar el río saltando de piedra en piedra.
Repetiros, como siempre, que la elegancia a la hora de trepar no está de más, pero la seguridad es mucho más importante. Lo fundamental es siempre volver a casa enteros. Si en determinados momentos es necesario usar las manos, se hace.
La conclusión es que la Chorrera no debería ser visitada de nuevo hasta que llegue el estiaje más que por quienes la conocen muy bien o están muy acostumbrados a moverse por la montaña bajo condiciones climáticas difíciles. El resto tenéis buena parte de la primavera y todo el verano para hacerlo. Hervás os acogerá muy bien durante todo el año. Mejor todavía entonces, dado que los hervasenses se vuelven un poco osos cuando llega el frío: se retiran a hibernar en sus respectivas casas y se dejan ver poco. Lo digo por si alguno de vosotros está al otro lado. ¡A ver si nos damos una vidilla también en invierno!
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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS
(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)
EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.
Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.
Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.
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