Los poetas, los
escritores generosos, nunca están solos. Generaciones pasadas, presentes y
futuras les sostienen en pie cuando las fuerzas propias flaquean.
Porque el poeta es un loco traspasado por el fuego divino, un niño cuya
lengua la hipocresía no ata. El poeta cumple, aún, con la sagrada obligación de
desentrañar las vísceras y exponerlas al sol, a la vista de todos. El poeta es
de todas las patrias y de ninguna. Condenado a esa bendición de no tener una
almena que pueda decir que es suya. Sólo a la verdad y al hombre, al hombre sin
nacionalidad, al hombre sin rostro, se debe. El poeta ofrece generoso hasta el
último húmero a la voracidad de su insensato tiempo. “Yo doy todos mis versos
por un hombre / en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, / mi última voluntad”, decía
Blas de Otero.
(S. G. I., Madrid, 5 de noviembre de 2015 )
Jacques-Louis David, La muerte de Sócrates |
The Handsome Family, Far From Any Road
https://www.youtube.com/watch?v=rrBA5j6jYa4
https://www.youtube.com/watch?v=Fwd8tliPklM