A veces el
otro es tan sumamente ególatra que, creyéndose el centro del universo, aun careciendo
de autoridad moral, decide, unilateralmente, usurpar un proyecto compartido que
ni siquiera le pertenece por derecho. A veces el otro es tan despótico y
totalitario, tan inmoral y falto de escrúpulos, que, obscenamente, se arroga el
derecho de establecer unas normas a las que tú, presuntamente, habrías de
someterte como dócil vasallo.
Abandonar lo
que otros rompieron previamente no equivale a saltar del barco como las ratas;
revela únicamente un mero instinto de conservación, una sana capacidad de
establecer límites más allá de los cuales no se está dispuesto a viajar.
Por mucho que
pretendan pintártelo de verde, cuando se ha acabado no hay nada que hacer; no
queda nada que salvar. Intentan sólo persuadirte de que aguantes para que mantengas
precariamente a flote una nave que ya no es la tuya. De la que, como mucho, te dejarán fregar la cubierta de vez en cuando. Porque ‒no te permitirán
olvidarlo‒ donde hay patrón…
Genesis, That's all
No sé por qué. he pensado en la vergonzante comparecencia ante el Congreso de Diputados, de la otrora formación del cambio. Y realmente si así fuere es un texto de lo más certero.
ResponderEliminarBesos.
A saber cómo te habrá venido esa circunstancia a la cabeza... Besos.
Eliminar¿Pero quién es el propietario del barco?
ResponderEliminarTodos aquellos puros de corazón, ajenos a bastardos intereses, que no tergiversen ni desvirtúen los principios bajo los que, con tanto esfuerzo, fue construido y echado a la mar por personas íntegras. Son muchos, en realidad mayoría, sólo que se les niega la palabra y se les hurtan los oídos. Besos.
EliminarLo justo sería rebelarse aunque ello signifique quemar la nave, el ave Fénix (teóricamente)siempre renace de sus cenizas. Creo que saltar no es una opción mientras se es copropietario. Besos y encantado de nuevo.
EliminarEl problema es que a veces no saltas; te tiran por la borda (de ahí también la ilustración). Lo que quiero decir es justamente eso, que está muy bien revelarse y resistirse a dar por despojos al moribundo antes de tiempo; pero la experiencia personal también me dice que, por mucho que tú te empeñes en luchar y en dialogar para salvar los restos y a partir de ahí iniciar una seria reconstrucción, si la otra parte ha decidido tomarte por cantos de sirena y hacer oídos sordos, ya te puedes desgañitar, que acabarás haciéndote sólo daño a ti mismo. No parece justo abandonar cuando ese proyecto es compartido, en efecto; pero tampoco lo es batirse contra un muro. Por otro lado me parece que, en este caso concreto, acabar abandonando la nave equivale a pegarle fuego: con el desalojo se pone en evidencia que el barco ya no es lo que era. Besos.
EliminarVisto así...
EliminarBesos.
Hola Salomé.. Hace tiempo que no veía tu blog.. Espero que estés bien y tengas un feliz Otoño.. Saluditos
ResponderEliminarCon mucha tarea: dando guerra con mis textos aquí y allá. Pero eso, en el fondo, se me antoja sano. Yo también espero que tú y tu cámara estéis disfrutando de los pajaritos, aunque este otoño todavía te los oculten las hojas. Hay que ver qué temperaturas tan raras... Besos.
EliminarBuena tarde Salomé.
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