SACRIFICIO
EL EVANGELIO
SEGÚN PONCIO PILATOS
Aguas,
llevaos todo lo que de pecado haya en mí
ritual
hitita de purificación RV 1.23.22 (=10.9.8)
Lava
mis culpas/ no sólo mi cara
inscripción
en una fuente griega (Antología Palatina XVI 387 c. 5)
“Se ha instalado en tu cerebro como
una planta venenosa, como un parásito que se alimenta de ti. No puedes seguir
viviendo así. Mira en lo que te has convertido. Pareces una sombra, un espectro.
Ese tío te ha robado la ilusión durante demasiado tiempo, despojándote de todo
cuanto tenías: te ha ido matando poco a poco, silenciosamente. No puedes
permitir que lo siga haciendo incluso ahora. ¡Por el amor de Dios, reacciona! Aún
eres joven... Debes hacer algo, antes de que sea demasiado tarde y ya no logres
reconstruir tu vida.”
Llueve. Como si el cielo, solidario,
hubiese presentido que ese día ella necesitará una excusa con la que disimular
sus lágrimas.
De camino a casa, en el autobús
atestado de personas que fingen no ver cómo llora en silencio, no deja de repetirse
mentalmente las palabras de la amiga. En su confuso cerebro se agolpan imágenes
en blanco y negro de rudimentarios rituales vudú, seguramente extraídos de alguna
vieja película de infancia: alfileres agudos que se clavan en muñecos sin vida,
en cuerpos sustitutos. Porque ella aún no está segura de poder afrontar el
enfrentamiento cara a cara: no está segura de poder hacer lo que ha de hacer
mirándole a los ojos.
Para
cuando llega a su parada el llanto se ha secado. La decisión está tomada: debe
deshacerse definitivamente de él. Cualquiera la exculparía. Cualquiera podría
comprender que se trata sólo de un acto desesperado de legítima defensa. Sencillamente
se dispone a lavar esa mancha, a borrar ese terrible error de su existencia.
Él la mira sin pestañear, desde el
fondo. Sus facciones, por lo general inalterables, surcadas por las trémulas ondas
del agua. Cualquiera confiaría en que se desesperase, que rogase “no lo hagas”...
Pero él, tan gélido e indiferente como siempre, ni se inmuta. Perfectamente peinado,
irresistible como de costumbre. Se limita a mirarla de frente, con los ojos muy
abiertos, a través del agua. De su boca mentirosa, por una vez, ninguna excusa peregrina
sale: no escapan siquiera burbujas de aire.
Curiosamente no siente ningún
remordimiento. No siente nostalgia, no siente dolor. Ese hombre le ha arrancado
tanto, le ha dejado tan poco que, sencillamente, ya no siente… Sólo, un
reconfortante alivio. Finalmente.
Entonces
comprende que está preparada para la despedida. Lo mira por última vez a los
ojos y aprieta el pulsador. El liberador estruendo arrastra lo que queda de él.
Por fin, definitivamente, fuera de su vida. Por fin, definitivamente, está
donde se merece.
Borrón
y cuenta nueva. De él ya no queda rastro alguno en la casa. Da finalmente por
zanjado ese desagradable asunto, ese penoso episodio de su vida. Pero cuando
está a punto de abandonar el baño, consecuencia de aquella frase que le repetía
insistentemente su madre de niña o quizá fruto de las escasas lecciones de
Religión a las que asistió antes de que sus padres optasen por la Ética, ella,
la víctima, vuelve sobre sus pasos: de nuevo al lugar del crimen. Evitando
mirar la taza del váter, por la que su última foto ha puesto rumbo a oscuras
cloacas de olvido, abre el grifo del lavabo y lenta, meticulosamente enjabona
sus blancas manos.
Han
sido necesarios dos largos años. Dos largos años desde que él se marchó dando
un portazo. Seguramente, a seguir amargándole la existencia a otra más joven e
incauta, a otra más ingenua y complaciente. Han sido necesarios dos largos
años, dos largos años mirando día y noche esa foto que ahora viaja hacia
destinos ignotos. Lo único, a parte del dolor, que dejó en su vida. Dos largos
años perdiendo el sueño y los jugos por un hombre que jamás la respetó, que
nunca la había amado. Han sido necesarios dos largos años velando una imagen
congelada, una ilusión, un espejismo… Han sido necesarios dos largos años, pero
finalmente ella ha encontrado el valor para tirar de la cadena.
Sacrificio: el evangelio según Poncio Pilatos ha sido publicado en Proyecto Venecia, Ediciones Pastora -
Un café con literatos: Madrid, 2013, p. 12-15.
La muerte de Acteón, Tiziano |
Para escuchar a Joe Cocker interpretando Unchain my heart
Para escuchar a Creedence interpretando Have you ever seen the rain?
Hola Salomé como siempre la profundidad de tus palabras.. De gran contenido y gran belleza.. Te deseo un buen fin de semana.. Un saludillo desde Madrid
ResponderEliminarSalomé, que pases y tengas un buen día. Besos.
ResponderEliminarMe desgarran estas historias desgraciadas de la realidad. Cómo se puede dar tanta maldad y miseria humana a cambio del alma, el amor, la vida...
ResponderEliminarSaludos.
Ya ves, ciertas naturaleza "humanas". Besos.
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