.

.

DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

RITUALES DE PURIFICACIÓN


SACRIFICIO
EL EVANGELIO SEGÚN PONCIO PILATOS

Aguas, llevaos todo lo que de pecado haya en mí
ritual hitita de purificación RV 1.23.22 (=10.9.8)

Lava mis culpas/ no sólo mi cara
inscripción en una fuente griega (Antología Palatina XVI 387 c. 5)

            “Se ha instalado en tu cerebro como una planta venenosa, como un parásito que se alimenta de ti. No puedes seguir viviendo así. Mira en lo que te has convertido. Pareces una sombra, un espectro. Ese tío te ha robado la ilusión durante demasiado tiempo, despojándote de todo cuanto tenías: te ha ido matando poco a poco, silenciosamente. No puedes permitir que lo siga haciendo incluso ahora. ¡Por el amor de Dios, reacciona! Aún eres joven... Debes hacer algo, antes de que sea demasiado tarde y ya no logres reconstruir tu vida.”


            Llueve. Como si el cielo, solidario, hubiese presentido que ese día ella necesitará una excusa con la que disimular sus lágrimas.

            De camino a casa, en el autobús atestado de personas que fingen no ver cómo llora en silencio, no deja de repetirse mentalmente las palabras de la amiga. En su confuso cerebro se agolpan imágenes en blanco y negro de rudimentarios rituales vudú, seguramente extraídos de alguna vieja película de infancia: alfileres agudos que se clavan en muñecos sin vida, en cuerpos sustitutos. Porque ella aún no está segura de poder afrontar el enfrentamiento cara a cara: no está segura de poder hacer lo que ha de hacer mirándole a los ojos.

Para cuando llega a su parada el llanto se ha secado. La decisión está tomada: debe deshacerse definitivamente de él. Cualquiera la exculparía. Cualquiera podría comprender que se trata sólo de un acto desesperado de legítima defensa. Sencillamente se dispone a lavar esa mancha, a borrar ese terrible error de su existencia.


            Él la mira sin pestañear, desde el fondo. Sus facciones, por lo general inalterables, surcadas por las trémulas ondas del agua. Cualquiera confiaría en que se desesperase, que rogase “no lo hagas”... Pero él, tan gélido e indiferente como siempre, ni se inmuta. Perfectamente peinado, irresistible como de costumbre. Se limita a mirarla de frente, con los ojos muy abiertos, a través del agua. De su boca mentirosa, por una vez, ninguna excusa peregrina sale: no escapan siquiera burbujas de aire.

            Curiosamente no siente ningún remordimiento. No siente nostalgia, no siente dolor. Ese hombre le ha arrancado tanto, le ha dejado tan poco que, sencillamente, ya no siente… Sólo, un reconfortante alivio. Finalmente.

Entonces comprende que está preparada para la despedida. Lo mira por última vez a los ojos y aprieta el pulsador. El liberador estruendo arrastra lo que queda de él. Por fin, definitivamente, fuera de su vida. Por fin, definitivamente, está donde se merece.

Borrón y cuenta nueva. De él ya no queda rastro alguno en la casa. Da finalmente por zanjado ese desagradable asunto, ese penoso episodio de su vida. Pero cuando está a punto de abandonar el baño, consecuencia de aquella frase que le repetía insistentemente su madre de niña o quizá fruto de las escasas lecciones de Religión a las que asistió antes de que sus padres optasen por la Ética, ella, la víctima, vuelve sobre sus pasos: de nuevo al lugar del crimen. Evitando mirar la taza del váter, por la que su última foto ha puesto rumbo a oscuras cloacas de olvido, abre el grifo del lavabo y lenta, meticulosamente enjabona sus blancas manos.


Han sido necesarios dos largos años. Dos largos años desde que él se marchó dando un portazo. Seguramente, a seguir amargándole la existencia a otra más joven e incauta, a otra más ingenua y complaciente. Han sido necesarios dos largos años, dos largos años mirando día y noche esa foto que ahora viaja hacia destinos ignotos. Lo único, a parte del dolor, que dejó en su vida. Dos largos años perdiendo el sueño y los jugos por un hombre que jamás la respetó, que nunca la había amado. Han sido necesarios dos largos años velando una imagen congelada, una ilusión, un espejismo… Han sido necesarios dos largos años, pero finalmente ella ha encontrado el valor para tirar de la cadena.  

Sacrificio: el evangelio según Poncio Pilatos ha sido publicado en Proyecto Venecia, Ediciones Pastora - Un café con literatos: Madrid, 2013, p. 12-15.

La muerte de Acteón, Tiziano


Para escuchar a Joe Cocker interpretando Unchain my heart

Para escuchar a Creedence interpretando Have you ever seen the rain? 

4 comentarios:

  1. Hola Salomé como siempre la profundidad de tus palabras.. De gran contenido y gran belleza.. Te deseo un buen fin de semana.. Un saludillo desde Madrid

    ResponderEliminar
  2. Salomé, que pases y tengas un buen día. Besos.

    ResponderEliminar
  3. Me desgarran estas historias desgraciadas de la realidad. Cómo se puede dar tanta maldad y miseria humana a cambio del alma, el amor, la vida...

    Saludos.

    ResponderEliminar

Los verdaderos protagonistas estan aquí