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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

EL FACTOR DETERMINANTE EN LAS MARCHAS MÁS DURAS

Hace unos días recordábamos la importancia de cuidar nuestros pies usando el calzado más apropiado, pues de su salud depende en gran medida que nuestra empresa llegue a buen puerto. No obstante, habría que subrayar ese “en gran medida”, ya que, como anunciábamos entonces, existe un factor aún más importante, uno que ocupa exactamente el extremo contrario de nuestro cuerpo: la cabeza.
Quienes no se han enfrentado nunca a esfuerzos físicos considerables probablemente no sepan que la resistencia depende en primer lugar de la voluntad, de la fuerza de nuestra mente. Cuando tenemos la sensación de que ya no podemos más, de que hemos llegado a nuestro límite, conviene recordar que un individuo medio, si se lo propone, es capaz de cosas que jamás habría sospechado. Quizá el cuerpo nos grite que no puede seguir adelante, pero nuestra mente está preparada para persuadirle de que lo haga.
Para ello se pueden aplicar técnicas muy sencillas. La primera consiste en repetirse que cualquier meta llega y, por lo tanto, aunque el camino pueda parecer infinito, antes o después estaremos de nuevo en casa y podremos descansar y tomar una ducha reparadora. En este sentido es aún más útil recurrir a las imágenes mentales que asociamos con ese regreso al lugar que identificamos con el descanso. Yo, por ejemplo, cuando resulta necesario, echo mano de una imagen archivada en mi mente, siempre la misma: mi mano abriendo de un empujón la puerta del jardín de mi casa (el mismo gesto que repito tras cada caminata y que se plasma en una imagen mental muy similar a la escena de El Gladiador en la que el protagonista abre la puerta de los Campos Elíseos).
A veces puede resultar esencial repetirse mentalmente “yo puedo”, pues el desaliento es el principal enemigo en las rutas complicadas.
Si padecéis dolores al caminar, el buen uso de vuestra mente también ayudará a paliar sus efectos. Recordad que todo tiene un límite y acaba antes o después, incluido el sufrimiento. El autocontrol es fundamental cuando el cansancio es extremo y, sobre todo, cuando acarreamos algún dolor ya sea por sobrecarga muscular o de cualquier otro origen.
Por último hay que indicar que la música puede hacer más llevadero el esfuerzo. Cuando el agotamiento es extremo, aconsejo en especial Ronin y Red warrior, de Hans Zimmer, y Main title y Promentory, de Trevor Jones (aunque las bandas sonoras de El último samurai y El último mohicano resultan muy útiles en su totalidad. No por casualidad he incluido varias de sus piezas en la sección La voz de la montaña). No obstante, cada uno de vosotros acabará encontrando la música que más le motive a continuar adelante.

En cualquier caso, hay que tomar la precaución de dejar siempre un oído libre y llevar la música lo suficientemente baja como para poder escuchar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Para empezar, si no, nos perderíamos los sonidos de la naturaleza, y sin ellos el paisaje que se abre ante nosotros no sería lo mismo. Además, se trata también de una cuestión de seguridad. Evidentemente, jamás tendremos que enfrentarnos a una situación realmente peligrosa, pero, por poner un ejemplo claro y extremo, imaginemos que un cazador desaprensivo (una de esas personas poco serias que se compran una escopeta y salen el fin de semana a disparar a todo lo que se mueve) deja un jabalí herido por el monte. Siempre repito que no hay que temer a los animales salvajes por el mero hecho de serlo, pues suelen rehuir la presencia humana y no atacan si no media provocación o agresión previa (otra cosa es que los humanos a menudo no nos molestemos en aprender sus códigos y por ello se creen malentendidos), pero es que una posta alojada en alguna parte de su cuerpo es ya agresión más que suficiente, aunque no la hayáis provocado vosotros. Así que si un bicho como éste, que puede llegar a tener dimensiones más que respetables, viene monte abajo de un humor de perros (totalmente justificado), prefiero oírlo antes de llegar a verlo. Más que nada para poder tomar todas las precauciones que estén a mi alcance.
Para concluir, reiteraré que las largas caminatas refuerzan vuestro carácter. Os descubren el verdadero límite de vuestras fuerzas, demostrándoos que sois más resistentes física y mentalmente de lo que pensáis y, por tanto, aumentando vuestra autoestima y la confianza en vosotros mismos. Os hacen valorar el esfuerzo que cuesta lograr los propios objetivos. Os enseñan a tener tesón y paciencia. Y también a ser prudentes, a no correr riesgos innecesarios
Incluso las experiencias difíciles son utilísimas, pues agudizan vuestro ingenio y os enseñan a mantener la mente despejada y fría. No dejarse invadir por el pánico resulta fundamental para salir del atolladero.
En resumidas cuentas, aunque es mejor no obligar ocasionalmente a un cuerpo a realizar esfuerzos extremos para los que no está preparado (y por ello es aconsejable mantenerse en buena forma constantemente), un buen uso de vuestra mente os permitirá obtener de él incluso lo que aparentemente no puede dar.
Como veis, la montaña os ofrece mucho más de lo que exige de vosotros. Al menos si la sabéis tratar. A ella no hay que acercarse con miedo, pero sí con humildad y prudencia.

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