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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

EL AMOR ES UN EJERCICIO DE APNEA


Pues sí, Laura (Laura Uve, responsable del blog U-Topía), la vida, me guste o no, continúa siempre. Y aguijonea con tanta fuerza que te puedes encontrar un par de ranas apareándose en medio de este frío invernal, paradójicamente infernal: rodeadas de tomos de nieve de quince centímetros de espesor, a mil doscientos metros de altitud, sumergidas en un agua helada, sin salir siquiera para respirar. Y no salen, no salen, no salen… Se limitan a mantener su abrazo desinhibido en el fondo del arrollo, de uno de los arroyos que atraviesa la Heidi. Y definitivamente no salen. Me marcho tras haber comprendido el mudo mensaje: “si tienes amor, para qué quieres oxígeno”. Y me alejo aún afligida, pero aliviada a un tiempo en parte. Me marcho alegre por ellas (rana macho y rana hembra). Alegre como estoy alegre, Laura, a pesar de cualquier pesar, por tu amor poco convencional.

Otra deducción es que el amor implica un ejercicio de apnea: conviene no respirar demasiado fuerte para asegurarnos de no turbar su quietud. Aunque yo siempre he preferido creer, a pesar de mi experiencia, que hay ranas tan inteligentes y sensibles, con tal capacidad de adaptación, que son capaces de reinventar ese amor y reacomodarlo en las mutables aguas. Porque el agua, habréis observado, no puede permanecer estática ni ser siempre la misma. So pena de ver desvirtuada su propia naturaleza. Se la puede obligar a tomar la forma de cualquier recipiente de vidrio, por ejemplo, pero eso no constituirá más que un encierro en una cárcel invisible. Casi nunca podremos prever hacia dónde se dirigirá ni cómo. Sin embargo un amor generoso deja el agua fluir, y procura superar el miedo natural que infunde tener que afrontar situaciones imprevistas, o previstas.

Me retiro caminando hacia atrás, para no perderlas de vista. Porque quizá consiga sacarle partido al ejemplo. Me retiro, lenta, silenciosamente, procurando que mis pies apenas toquen el suelo: yo tampoco querría turbar ese amor que no es sólo un ejercicio gimnástico ni un imperativo de la naturaleza, sino (quiero creer) sobre todo una elección libre y compartida. Compartida para que no se muera.


10 comentarios:

  1. Dice Luis Racionero en "La sonrisa de la Gioconda", y por Júpiter que tiene razón:

    "La naturaleza no es la madre terrible, el mundo, demonio y carne que anuncian los santos Padres, no es un valle de lágrimas donde se pasa camino del cielo o el infierno. La naturaleza es y será el Paraíso terrenal. El paraíso está aquí mismo para el que sabe ver...¡Míseros mortales, abrid los ojos!"

    No es un alegato contra la religión, y menos contra las creencias respetables de las gentes, es sólo un alegato a favor de la naturaleza, un no esperar, un disfrutar, un poner en marcha los sentidos...
    Besos

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  2. Salomé, que reflexión tan hermosa. Me encanta el frio, incluso el frio gélido de la montaña que te corta el aliento, así que me gusta mucho que a esas ranas no les impida seguir con su ronroneo amoroso.
    Mi amor es tan poco convencional que hoy es un poco desamor... por eso decía que no ha sido nada fácil construirlo y que nada es estable ni seguro, como el agua que circula y se renueva perennemente, sólo hay algo seguro... debe mantenerse y regenerarse en libertad.

    Qué puedo decir más, salvo que me ha gustado más que mucho tu texto y gracias por lo que me puede tocar... y un abrazo cálido para afontar ese frío que tanto me gusta.... ahhh y que las ranas mantengan ese abrazo.

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  3. Belo post de reflexão...Espectacular....
    Cumprimentos

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  4. No sé si disfrutar, Warlock, porque muchas veces no significa precisamente disfrutar. Pero estamos muy de acuerdo: yo siempre he defendido que nos hace mucho daño repudiar nuestra animalidad, perder la armonía entre cuerpo y espíritu al dar trato de favor al segundo (o al cuidar sólo la apariencia del primero, sin llegar a comprenderlo realmente). Y ello no significa en absoluto despreciar la cultura (genéricamente, sea la que sea, es decir la construcción de unas normas por las que unas gentes deciden regirse). Procuro no olvidar en ningún momento que soy un animal, y me siento muy orgullosa de ello. Quizá por eso sienta que la naturaleza me mima tanto.
    De hecho la naturaleza y la religión no son opuestas, sino complementarias. Las dos caras de una misma moneda. No he encontrado tanta espiritualidad como en la montaña en ningún otro sitio. Es ése el motivo (junto con el otro expuesto) por el que acudo a ella constantemente a pesar del esfuerzo físico que implica, porque necesito esa espiritualidad, esa vía de crecimiento y aprendizaje, de aprendizaje sentimental pero no sólo. Creo que es el lugar en el que la huella de Dios, decida como decida llamarlo cada uno, se hace más firme. Besos.

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  5. Todos los amores, Laura, especialmente los largos (y el tuyo lo es, y mucho) son un poco desamor. Uno debe estar continuamente analizando, en libertad, qué es lo que pesa más. No, nada es estable ni seguro. Y quizá, en el fondo, sea un bien. Todo ha de ser ganado y mantenido, conquistado y reconquistado. Y a veces, inevitablemente, perdido y reencontrado. O rasgado y cosido de nuevo. Cosido de nuevo, que no zurcido de cualquier forma. No porque sí o por obligación o por costumbre o por temores o por coveniencia o por… Sino porque, si te miras dentro, comprendes que sin ello serás más infeliz que con ello. Porque el otro, mejor o peor, sigue siendo tu hogar respecto al mundo. Y porque lo mismo le sucede a la otra persona, claro.
    Has dicho la palabra mágica: regenerarse. Es como la carne torturada. En esa herida dolorosa y horrible, quizá incluso monstruosa, ha de brotar nueva carne. Será rosada como la de un niño sin experiencia, tersa, sin memoria y muy, muy delicada. O estará arrugada y llena de recuerdos nefastos, y será hosca, poco apta para las caricias por delicadas que éstas sean. Todo dependerá de los esfuerzos y las circunstancias. No obstante yo creo mucho en la voluntad, y en el poder curativo del amor. En el perdón. En el perdón sincero, porque sólo con él se puede seguir adelante. Y en la voluntad sincera de compensar, de reparar. Espero que todo ello se ponga siempre de vuestra parte. De la parte de todos aquellos que alguna vez se han querido. Que se han querido de verdad. Porque el amor jamás se disuelve en la nada. Y en el peor de los casos, si uno no puede seguir a delante, eso no ha de restarle ni un ápice de su valor, de su magia: ni un gramo de misterio al milagro.
    Las ranas siguen al margen del mundo. Como corresponde a los enamorados muy nuevos e inexpertos, por supuesto.
    Besos repletos de cálido afecto.

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  6. Gracias, Fernando. Será un privilegio acogerte siempre que te apetezca pasar a hacernos una visita. Ya sabéis que mi casa es vuestra casa. Abrazos.

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  7. Como dice Laura, nada es estable ni seguro, pero si se que al amor lo que no hay que hacer es ahogarlo, sino darle toda la libertad, seguro que asi nos durara un poco más.
    Un abrazo y buen fin de semana

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  8. Parece que hables por mi, que bien expresas lo que pienso y siento.

    Sí, dejemos que retocen las ranas llenas de felicidad.

    Un abrazo grande.

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  9. Totalmente de acuerdo, Ana. Aunque, si te acercas, te contaré un secreto al oído. A veces, afortunadamente sólo a veces, la mucha libertad tiene el efecto contrario: acelera el devastador proceso. Sucede que en las relaciones, muy especialmente en las de pareja, es importantísimo que exista una enorme compenetración, que se compartan muchas cosas, incluso de ésas que no parecen fundamentales al principio. Especialmente si se piensa hacer eso cada día menos de moda: convivir (os prometo que no es una palabrota). Y ya salió el nombre del tan temido monstruo de zarpas rudas y pies torpes, pies que a menudo turban la quietud del agua con sus desconsiderados pasos. Pienso como tú y siempre he concedido la mayor de las libertades: no quiero nada que la otra persona no desee darme. Aunque yo lo quiera o incluso lo necesite. Yo no quiero coartar, ni siquiera involuntariamente, las libertades. Tampoco quiero conquistar porque no entiendo el amor como una lucha de poderes. Yo no quiero ganar territorio para tener ventaja: la concedo toda (no me interesa porque no me interesa protegerme). No quiero que nadie tome las riendas, necesariamente. No quiero que alguien se quede a mi lado sólo porque yo he convencido de que soy lo que quiere, o porque tema la repercusión de su marcha (si he de morirme en una esquina, sea. Pero en silencio. Y no por orgullo; carezco absolutamente de él. Además donde hay amor no creo que pueda crecer esa planta). Quien se quede ha de quedarse porque así realmente lo quiera, sin condicionamientos: porque sienta que a mi lado es mejor persona (lo que más tenemos que agradecer a quienes amamos) y que conmigo es más feliz que sin mí.
    Por supuesto eso es lo que quiero yo. Y el problema es que cuando amas lo principal pasa a ser lo que quiere el otro. Hasta anularte a veces. El problema es que para que ese maravilloso principio de “la libertad es lo que prima” funcione, hace falta tener en frente a alguien tan generoso y tan honesto en el juego como tú. Porque si no, además, habrá visto tus cartas. Y entonces estarás irremediablemente perdido. Nunca tendrá suficiente. Te secará; te despojará de ti mismo.
    Pero, por supuesto, esto sólo pasa a veces. Y yo estoy segura de que vosotros/as sois ranas muy juiciosas, sensibles y, por ello, razonablemente felices. Besos fuertes.

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  10. Sí, Laura, que retocen las ranas. Y que se sientan, aunque sea sólo a fugaces momentos, ranas nuevas. Besos fuertes.

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