Templo de Baal-Shamin, Palmira (Tadmor), Siria 1996
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Alguna vez he
dicho que yo descubrí a Dios en el teatro de Palmira. Apenas amanecía, corría
la primavera de 1996. Hoy las fotografías capturadas por los drones nos
confirman que el teatro de Palmira ‒como tantos otros bienes culturales
irrecuperables‒ ha sido destruido. Destruido por quienes debieran sentirse
orgullosos herederos de su grandeza. Einstein tenía razón, la estupidez humana
carece de límites.
Yo descubrí a
Dios en un teatro de Palmira que ya no existe. ¿Significará eso que Dios
tampoco existe?
El número de la Bestia es 666, William Blake |
Francesco Guccini, Dio è morto