.

.

DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

Mostrando entradas con la etiqueta METÁFORAS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta METÁFORAS. Mostrar todas las entradas

CORAZÓN DE HIERRO



Salomé Guadalupe Ingelmo V Certamen de Relato Histórico "Domingo Henares"
Salomé Guadalupe Ingelmo, V Certamen de Relato Histórico "Domingo Henares"



Discurso íntegro entrega de premios del V Certamen de Relato Histórico "Domingo Henares", Ayuntamiento de Puente de Génave (Jaén)

            Para empezar, mi gratitud a los miembros del jurado, que me han permitido estar aquí hoy, y al resto de asistentes, que me ofrecen la enorme satisfacción de compartir mis impresiones sobre la obra premiada. Es esto lo que creo que esperarán ustedes de mí, al menos es eso lo más preciado que un escritor puede dar, lo más íntimo: su visión personal de la propia obra; los objetivos con los que voluntariamente la escribió o su interpretación una vez que, ya acabada, se acerca a ella como lector. Como lector que conoce mejor que nadie al autor, y que por tanto posee claves de interpretación de las que nadie más dispone, incluso capaces de descifrar mensajes que el autor no ha ofrecido conscientemente. Porque en ocasiones nuestros textos revelan de nosotros mismos mucho más de lo que conscientemente desearíamos revelar. Ese análisis personal del padre o madre de la criatura, obviamente, no siempre coincidirá con las múltiples y a veces incluso contradictorias interpretaciones dadas por críticos y lectores en general. Todas ellas, he creído siempre, enriquecedoras para el autor y la obra misma. Así que lo que esta noche he venido a contarles es, por así decirlo, mi verdad: un examen lo más sincero y sucinto posible del relato premiado.
Corazón de hierro se revela, ante todo, una narración muy actual. Una narración muy actual ambientada a principios del siglo V a.C. Y uno podría preguntarse ¿cómo es posible?
Bien, yo siempre he sostenido que la Historia es un círculo ‒a menudo vicioso‒. Un círculo, paradójicamente, imperfecto. Y es que se diría que al hombre le cuesta mucho aprender de sus propios errores: que no progresamos en tanto especie tan rápidamente como nos gusta creer; que a veces entramos incluso en periodos de terca involución. Porque retroceder es siempre fácil; lo realmente difícil es avanzar.
Partiendo de una pieza que a ustedes no les resultará desconocida, El Sacrificador de Bujalamé (aparecido en el término municipal de La Puerta de Segura), Corazón de hierro teje una historia que trata sobre la conciencia y el poder. Sobre la conciencia en el poder. Sobre las dudas de quien debe ostentarlo y sobre el uso responsable del liderazgo. Porque, en efecto, los líderes de las pequeñas comunidades protohistóricas, incluso cuando el poder era hereditario,  respaldaban y justificaban su presencia en el trono mediante la autoridad moral emanada de sus actos, de sus actos justos, y de sus decisiones, de unas decisiones provechosas para su pueblo. De alguna forma, estos jefes estaban permanentemente a prueba: habían de demostrar que eran sacerdotes observantes y bravos guerreros.
Corazón de hierro es un relato sobre la responsabilidad; sobre el enorme peso de una responsabilidad que no sabemos sí estamos preparados para aceptar, si seremos dignos de desempeñar. Es un relato, por ello, también sobre la honestidad y el honor, sobre el respeto debido a quienes nos precedieron, hacia lo que construyeron, hacia su memoria. Hacia la memoria de los muertos, que clama sacrificio y consideración. Un sacrificio real, pues nuestra estatuilla representa probablemente un guerrero-sacerdote (el héroe fundador de la estirpe real, héroe ya divinizado y protector de la casa real y de la comunidad) en el acto de sacrificar un carnero; pero también representa sacrificio en un sentido alegórico: incluso mucho más íntimo y trascendente; el sacrificio de olvidarse del singular para pensar en el colectivo, de poner la propia vida al servicio de los demás como corresponde a un verdadero líder.
La historia se desarrolla en dos momentos cronológicos que se cruzan y entrelazan, el de una joven estudiante que se prenda de la pieza durante su estancia como becaria en el Museo Arqueológico Nacional y el de un jefe local de principios del siglo V a. C., que, muerto su padre, un rey ejemplar y recto, y heredado el cetro del que El Sacrificador forma parte (engastado sobre un bastón de mando), ha de enfrentarse a sus propios miedos y vencer su inseguridad para poder convertirse en un digno guía para su pueblo. A la disciplinada búsqueda de la superación alude precisamente el título del relato: “Corazón de hierro”. Porque cuando el atribulado protagonistas rebusca en su interior, acaba encontrando la fuerza y la sabiduría. El título no deja de proponer también un juego de palabras que evoca el periodo histórico en el que se circunscribe la historia, la Edad de Hierro. Mientras que la figurilla en concreto, como saben ustedes bien, fue realizada en bronce por el procedimiento de la cera perdida por un fundidor que en el relato se presume jonio, un jonio emigrado a raíz de la presión persa sobre las comunidades griegas.
No pasará inadvertido que, al margen de esta lectura social y política, el argumento refleja otro conflicto vital que no afecta únicamente a los pocos llamados a dirigir un pueblo, sino a todos los seres humanos. En un plano más personal, el relato alude a esa difícil encrucijada vital en la que nos encontramos cuando llega el momento de aceptar la pérdida de nuestros progenitores. Y también, especialmente, a las dudas que a menudo nos hostigan sobre si nosotros mismos estaremos a la altura de su memoria, si con nuestros actos realmente nos demostramos dignos vástagos. Si no echaremos por tierra su legado ni los deshonraremos.
La historia se desarrolla en dos momentos cronológicos que se entrecruzan porque, como decía antes, no se entiende nuestro presente sin nuestro pasado, y ambos no están totalmente desligados. Además el ser humano, no obstante esa apabullante tecnología que alimenta su soberbia, no deja de seguir siendo, privado de todos esos aderezos tras los que a menudo se esconde, un mono desnudo, para citar a Desmond Morris. En buena medida y salvando las distancias cronológicas, las diversas creencias religiosas, las diferencias culturales y sociopolíticas de nuestros escenarios, no deja de ser cierto que el hombre sigue y seguirá atesorando, básicamente, las mismas esperanzas, deseos, inquietudes, temores y sueños. Por eso la empatía con personajes colocados en un marco remoto en el espacio o el tiempo resulta posible; porque no dejan de ser, de un modo u otro, nuestros hermanos. Y el escritor, especialmente el escritor sincero, además, naturalmente, presta toda su personal gama de sentimientos y experiencias propias, las buenas y las malas, las felices y las dolorosas, a sus criaturas. Con el fin, no ya de ganarse al lector, sino de hacer a sus hijos más humanos. También, conscientemente o no, en la esperanza de que algo de sí mismo quede; de que una parte, a ser posible una parte útil para sus congéneres, le sobreviva y siga dando frutos y auxiliando, divirtiendo o haciendo reflexionar cuando él ya no esté. Con el fin último de ser útil a los demás, porque ese creo que se revela, realmente, el verdadero objetivo que mueve al escritor, seguramente al artista en general independientemente de cuál sea su disciplina.
Como en buena parte de mi obra, desde el punto de vista formal, se advertirá un cierto regusto cinematográfico en el relato premiado. Una tendencia a manejar tiempos que parecen más propios de esa disciplina. A desarrollar narraciones dinámicas donde el elemento visual cobra gran importancia; donde, a través de recursos como la descripción minuciosa, se estimula la imaginación del lector para que este configure en su mente un escenario bien preciso. También, una propensión a sugerir la continuidad argumental de planos que en realidad se sitúan en momentos cronológicos distintos y están ocupados por personajes que no son los mismos. Esta propuesta de saltos en el tiempo y el espacio sin solución de continuidad, sugiriendo una continuidad ficticia entre planos, diría que mucho se parece a una secuencia del séptimo arte. En efecto no puedo negar mi amor por el cine, que seguramente ha dejado su huella también en parte de mi producción literaria.
Quienes han tenido oportunidad de leer el relato constatarán que esta singularidad se relaciona estrechamente con mi notoria afición a jugar al despiste con el lector todo el tiempo que su perspicacia lo permita. Se convierte en una suerte de desafío de ingenio en el que autor y lector se retan. Algo perfectamente lícito siempre que ambos contrincantes sean leales. En mi descargo puedo sólo argumentar que, creo, en el fondo de cada escritor subyace siempre un alma juguetona, incluso cuando esta se ve sometida a tormento. Pensemos, por ejemplo, en el infortunado Poe, que no perdía su ironía ni siquiera al realizar descripciones truculentas o al vivir en primera persona los peores dramas.
Tratándose de un relato de género histórico, si bien se ha procurado dotar de emoción e interés narrativo a la obra, se he respetado rigurosamente la veracidad de las fuentes, en este caso arqueológicas. Lógicamente se ha efectuado un sólido trabajo previo de documentación sobre la reconstrucción de la religión, los ritos funerarios y el culto a los ancestros de estas gentes, partiendo de los trabajos de reputados profesionales especializados en la Protohistoria de la Península Ibérica como Almagro Gorbea o el recientemente desaparecido José María Blázquez. Las alusiones a los mitos y ritos de estas gentes serán, por tanto, constantes. Incluso durante el sueño oracular y catártico de su protagonista, un episodio que podría parecer una mera invención libre, pero que en realidad propone, en clave simbólica, lecturas profundas relacionadas con las creencias religiosas de ultratumba que algunas fuentes artísticas de estos pueblos revelan.
Para ir finalizando, aunque el hecho tenga sólo valor anecdótico, les confesaré que tras haber escrito la obra, tras horas de mirar los mínimos detalles de El Sacrificador en fotografías ampliadas, tras tanta investigación y reflexión sobre esa estatuilla, tras haber recreado una historia humana con la que dotarla como bagaje, visité el Museo Arqueológico Nacional con la intención de constatar si advertía sensaciones especiales hacia esa pieza. Una estatuilla tan chiquitita perdida en una inmensidad de objetos de toda índole, algunos realmente espectaculares y muy conocidos. Una pieza que, a pesar de su delicada factura y la soberbia capacidad de esquematización que demostró su autor, si uno no conoce y busca detenidamente, pasa desapercibida por su escaso tamaño (poco más 15 cm). Y, ahora, efectivamente puedo decir que, ante ella, sentí algo distinto: ya nunca volveré a mirarla con los mismos ojos
Como hemos visto, en Corazón de hierro cobra un papel protagonista la comunidad, la cohesión y el bienestar de la comunidad, que en buena medida se ve determinado por un gobierno responsable de sus líderes, que han de demostrarse modelo de rectitud, defensores del colectivo; cuyo objetivo primordial ha de ser la seguridad y felicidad de sus gentes, incluso en perjuicio de sus propios intereses personales. En ese sentido no resulta fortuito tampoco el seudónimo escogido para presentar la obra: Teutates. Teutates, dios celta que encarna la unidad tribal y para cuyo nombre a menudo se propone la traducción “padre de la tribu”; considerado ancestro y primer legislador, protector de sus pueblos, para los que se convirtió en patrón de la guerra pero también de la prosperidad.
Y así volvemos de nuevo, para cerrar un círculo que por fuerza resultará imperfecto como el de la propia Historia, a nuestro punto de partida: la conclusión con la que abría esta breve presentación, es decir que Corazón de hierro, aunque se ambiente a principios del siglo V a.C., se revela un relato muy actual. Un relato que debería hacernos reflexionar sobre lo que tenemos y sobre lo que queremos. Una reflexión en la que cada lector llegará a sus propias y personales conclusiones. Si al final del camino he conseguido esto, incitar a mis semejantes a interrogarse, mi deber como escritora, que es también un compromiso, estará cumplido. 

                                                                                (Discurso pronunciado durante la entrega del V Premio de Relato Histórico "Domingo Henares" -Ayuntamiento de Puente de Génave (Jaén)- por la autora)

Salome Guadalupe, Sacrificador de Bujalame, Puente de Génave, Jaén, Faustino Idáñez
Sacrificador de Bujalamé


  Fragmentos del discurso






 

Manuales de supervivencia infantil: de cuando se nos perdió por el camino la utopía

Ventanal del Colegio Santísimo Cristo de la Salud de Hervás
Ventanal del Colegio Santísimo Cristo de la Salud de Hervás


En los últimos tiempos, el revuelo causado por la publicación ‒bajo el sello de una reputada editorial‒ de un presunto manual para la supervivencia en la escuela, me ha traído a la mente lo delicado que resulta escribir para la infancia. Cómo nuestra responsabilidad hacia la comunidad en tanto escritores se multiplica cuando nos dirigimos a un público aún no del todo formado y fácilmente influenciable. Lo he sostenido otras veces públicamente.
Su autora, que ofrece consejos sexistas y discriminatorios, ante la avalancha de críticas de padres, educadores y cerebros sencillamente cabales, se defiende afirmando que ella se limita a ofrecer pautas para eludir un problema ya existente. Es decir que promueve el conformismo, la aquiescencia e incluso la adhesión desvergonzada ante actitudes reprobables porque, según ella, adaptarte a lo que hay nos asegura no convertirnos en víctimas. Así, secundar al verdugo cuando acosa a otros compañeros, practicar nosotros mismos la discriminación, nos permite mimetizarnos con los individuos dominantes, evitando su atención y escapando de sus iras.
La tesis esencial de la autora es, por tanto, que cuanto antes los niños y niñas aprendan a aceptar las situaciones de violencia y desarrollen mecanismos para derivar esa violencia hacia otros inocentes, mucho mejor.
No se me antoja muy pedagógico.
Y yo me pregunto: ¿dónde queda la rebeldía, las ganas de luchar por un mundo mejor, la defensa de los valores y el honor?
¿Por qué molestarse en arremeter contra las normas o hábitos injustos?, imagino que se preguntará la pragmática autora. Para que la sociedad pueda seguir mirándose al espejo quizá, digo yo. Quizá, para permitir que nuestras comunidades progresen y se vuelvan, a ser posible, cada día más ecuánimes y solidarias.
Si a lo largo de la historia el ser humano se hubiese limitado a acatar las normas vigentes sin razonar sobre ellas, sin cuestionarse las consecuencias éticas, como la autora postula, sólo por poner dos ejemplos de los tantos que se pueden esgrimir, seguiría habiendo esclavos negros y la mujer continuaría sin derecho al voto. Los abolicionistas y las sufragistas deberían haberse adaptado a sus sociedades para evitarse problemas, para no llamar la atención. Y sin embargo optaron por el riesgo que suponía intentar cambiar lo que consideraban injusto, el segregacionismo racial y el sometimiento femenino. Y sin embargo, porque en toda época, a pesar de los riesgos, han existido personas consecuentes con sus principios y solidarias con sus semejantes, se organizó clandestinamente el Ferrocarril Subterráneo, y no pocas mujeres, tristemente, fueron encarceladas  únicamente por exigir sus derechos civiles.
Si nos hubiésemos conformado, si otros antes que nosotros se hubiesen “adaptado”, aceptado “razonablemente” su realidad, si hubiesen escuchado únicamente a su instinto de supervivencia y se hubiesen guiado exclusivamente por sus propios intereses o comodidad, la autora del polémico manual no habría podido firmar un contrato de edición sin el consentimiento de su marido. Ni viajar, trabajar por cuenta ajena o ejerciendo profesiones liberales u otras tantas actividades ahora consideradas habituales, sin el permiso de su tutor masculino ‒que sería siempre su representante legal‒. Porque ésta era la realidad que hasta hace bien poco vivían las mujeres en España. Yo aconsejaría que reflexionásemos todos seriamente sobre ello.
La autora se declara alarmada por las amenazas que presuntamente ha recibido. Me cuesta creer que precisamente quienes criticar el sesgo de su obra por machista, discriminatoria y otras cuantas cualidades escasamente edificantes, a quienes preocupa su influencia sobre la tierna personalidad de niños y adolescentes, postura aparentemente bastante responsable, se dediquen a reproducir comportamientos propios de la mafia ‒entiéndasemé bien, tampoco ella ha manifestado haberse despertado con una cabeza equina sobre su almohada‒. Pero, teniendo en cuenta cómo anda el mundo, inmerso en una espiral de violencia que amenaza con sumirnos en la peor visceralidad, le concedo el beneficio de la duda e incluso estoy dispuesta a creerla.
No obstante, me gustaría recordar que existen muchas formas de ejercer la violencia, y a menudo la más solapada se revela la más peligrosa. Me refiero esencialmente a esa institucionalizada, la que impone determinadas normas de conducta si se quiere ser aceptado; qué hacer, decir o cómo vestirse si queremos formar parte del grupo; cómo “cazar” y conservar a un ejemplar del sexo masculino... Qué mayor violencia que seguir reproduciendo un patrón que ha mantenido esclava a la mitad de la población durante siglos, que sólo ahora tímidamente comienza a desterrarse. Qué mayor violencia que alimentar con esos prejuicios a quienes no tiene aún experiencia vital suficiente para revelarse, ni tan siquiera para ponerlos en duda. Si un adulto, por demás un adulto con la suficiente autoridad para escribir un libro, dice que las cosas son así y así han de seguir siendo, seguramente ha de tener razón.
Hace poco descubríamos que el Ayuntamiento de Málaga estimó apropiado que los perros locales hiciesen sus necesidades sobre los restos de represaliados de la Guerra Civil, la segunda mayor fosa común de Europa ‒dudoso orgullo en el que sólo quedamos por detrás de Yugoeslavia‒, sobre la que se colocó un “pipicán” a sabiendas. Se me antoja muy revelador, esclarecedor sobre lo que determinadas instituciones, o para ser más exactos los cargos públicos que circunstancialmente las representan, piensan sobre la Memoria Histórica. Y establezco una asociación entre ambos casos porque lo de la mencionada obra dirigida a la infancia se asemeja peligrosamente a ciscarse en la memoria de quienes arriesgaron o dieron su vida por defender los derechos humanos en sentido amplio y también, más concretamente, los de la mujer ‒además, cómo no, en el dolor de quienes fueron víctimas de acoso infantil de niños‒. Ciscarse en ambos casos, en el del “pipicán” y en el del libro, en las víctimas, lo que me parece especialmente despreciable y mezquino, amén de cobarde.
Demonizar no es lo mío, pero sigo pensando que resulta indispensable reflexionar antes de hablar o escribir. Y si ello es así siempre, mucho más cuando nos dirigimos a niños o adolescentes. El escritor ha de ser consciente de su responsabilidad, pues posee un arma poderosa si se sabe usar con nobles fines y de modo juicioso; devastadora si se esgrime de forma insensata. Escudarse en la libertad de expresión, como se está poniendo tan de moda, para justificar cualquier atropello, no es propio de personas maduras. Lo mismo hacen quienes insultan y vilipendian públicamente, y no parece razonable ni decoroso. Para exigir respeto hay que aprender a respetar. Para obtener una sociedad respetuosa es condición indispensable educar en el respeto. Porque si no, estaremos incitando a que nuestros niños actuales continúen reproduciendo patrones violentos en el futuro ‒incluido insultar y amenazar a los escritores cuando sus obras nos parecen improcedentes‒. Y todo ¿por qué? Porque adaptarse a un mundo violento en lugar de combatirlo es lo más razonable si queremos sobrevivir, o al menos eso nos dijo un libro que leímos en nuestra infancia…
El problema, quizá, es que estamos hablando de un presunto manual de supervivencia, y no deberíamos enseñarles a nuestros niños a sobrevivir, sino a vivir. A ser posible, dignamente.
Y por cierto, respecto a esta teoría de hacer oídos sordos ante la ignominia y perseguir a las víctimas para comprar el favor y la protección de los verdugos, querría recordar los famosos versos de Martin Niemöller:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

                                                                                                                                  (Artículo originalmente publicado en Luz Cultural 11 de agosto de 2016, http://www.luzcultural.com/?p=4274 )



Julio Romero de Torres, “Conciencia tranquila”
Julio Romero de Torres, “Conciencia tranquila”


Demi Lovato, "Skyscraper"

AL CRISTO DE LOS GITANOS

    

            FRUTOS DE TEMPORADA

Echo de menos coherencia.
La cotidiana práctica de los predicamentos.
Que el de Nazareth no haya de girar el rostro
apedreado por las palabras huecas,
     aire
que en el aire se desvanece.
Más duros los hechos que los efímeros propósitos:
tumefactas ya ambas mejillas.
Por qué enmendar si basta con la contrición falsa,
con el perdón fariseo
para recaer al otro día.

Me sobra fervor y me faltan causas
sobre las que sembrar esa compasión que enciende el leño
pero no la carne.
Añoro la estela diaria de unos pasos que ya no resuenan.
Se resecan las huellas en el barro.
Enfriado el momento, nadie le sigue:
sordo el espíritu
     si es que lo hubo.

Busco esencia en la forma y no hallo
el fondo de este rito hoy vacío.
De tanto repetir maquinalmente, sobrevivió el envoltorio
y se perdió el mensaje en el olvido.
Echo de menos coherencia.
La cotidiana práctica de los predicamentos…
                                     (S. G. I. , Madrid, 9 de abril de 2016)


FRUTOS DE TEMPORADA
Echo de menos coherencia. La cotidiana práctica de los predicamentos. Que el de Nazareth no haya de girar el rostro apedreado por las palabras huecas, aire que en el aire se desvanece. Más duros los hechos que los efímeros propósitos: tumefactas ya ambas mejillas. Por qué enmendar si basta con la contrición falsa, con el perdón fariseo para recaer al otro día.
Me sobra fervor y me faltan causas sobre las que sembrar esa compasión que enciende el leño pero no la carne. Añoro la estela diaria de unos pasos que ya no resuenan. Se resecan las huellas en el barro. Enfriado el momento, nadie le sigue: sordo el espíritu si es que lo hubo.
Busco esencia en la forma y no hallo el fondo de este rito hoy vacío. De tanto repetir maquinalmente, sobrevivió el envoltorio y y se perdió el mensaje en el olvido.
Echo de menos coherencia. La cotidiana práctica de los predicamentos…
                                                                                               (S. G. I. , Madrid, 9 de abril de 2016)


Jesus heals a paralytic at the Pool of Bethesda, Carl Bloch
Jesús cura al paralítico en la piscina de Bethesda, Carl Bloch


La saeta de Antonio Machado, por Joan Manuel Serrat

 

DEMOCRACIAS OFFSHORE



Las actuales circunstancias me empujan a una reflexión muchas veces hecha, quizá de forma menos directa: las modernas democracias, que tanto se han jactado de ser escrupulosamente solidarias y respetuosas con la igualdad de oportunidades, se han seguido alimentando durante décadas del sudor y la sangre de los de siempre. Dónde el patrimonio que la familia Franco expolió a este país y que ha permitido a sus descendientes seguir siendo unos privilegiados, sólo por poner un ejemplo de la tolerancia que el sistema prodiga a abominables dictaduras.
El mismo perro con otro collar. El mismo perro dominado por las garrapatas de siempre.
Lo triste es que nos quisimos creer el espejismo. Y muchos, convencidos, incluso defendieron fieramente su dudosa honorabilidad. No habrían faltado quienes, generosamente, hubiesen dado la vida por esa quimera. Por un sistema pútrido y corrupto que, fiel heredero de otros de infausto recuerdo, ha prosperado cual parásito a costa ajena.
Tras el baile de máscaras, sólo queda el cadáver de la ingenuidad. Rígido y frío, irremediablemente yerto.



Duelo después del baile de máscaras, Jean-Léon Gérôme
Duelo después del baile de máscaras, Jean-Léon Gérôme



Brother Dege (AKA Dege Legg), Too Old To Die Young



UNA VEZ MÁS, AUNQUE PARA NADA SIRVA

Monasterio de Las Huelgas (Burgos)
Monasterio de Las Huelgas (Burgos)




Tristemente se vuelve a hablar del intento terrorista de subvertir nuestras reglas de convivencia, de la necesidad de defender nuestros valores occidentales. Si esos valores son los que estamos mostrando a los refugiados sirios, que no cuenten conmigo. No me identifico con ese género de “cultura”; no es ése mi proyecto de vida, no coincide con los principios que siempre he cultivado. Me he dejado guiar, cuarenta años largos, por la tolerancia: me repugna cualquier tipo de xenofobia, de incitación al odio por motivos étnicos o de discriminación por motivos económicos. Perteneciendo a lo más íntimo del ser humano, respeto profundamente los sentimientos religiosos ajenos, cualesquiera que sean. Me repugna la islamofobia cuanto me repugna el antisemitismo que asoló Europa no hace tanto tiempo. No advierto las diferencias. Nada justifica la violencia. Ninguna. Ni la aplicada mediante acción, ni la consentida mediante omisión. Lo repito una vez más; pero como el hombre es un animal torpe y obstinado, guiado por las orejeras de sus particulares intereses, de seguro no será la última. Y la próxima ocasión también será sangrienta y sangrante como ésta: la violencia sólo engendra más violencia.



Khalil Gibran, El profeta
Khalil Gibran, El profeta


The Rolling Stones, Paint it Black


LA VERDADERA ESENCIA DE LO FEMENINO: POLIFACÉTICA Y PLURIEMPLEADA





Se solía decir que era muy difícil ser mujer en el sigo XX. Está claro que no resulta más fácil en el XXI. Seguramente nunca lo fue. Demasiados papeles para una única intérprete.


Emma Zunz revisitada en tres tiempos: Las caras de “lo femenino” que no vislumbró Borges

Salomé Guadalupe Ingelmo


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo I: El Hilo de Ariadna

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. La condujo, a través de una interminable serie de pasillos y puertas, hasta una habitación, la habitación. Allí, una vez consumado su destino, inútil ya el hombre que se acababa de marchar, ella se vistió. Lo hizo lentamente. La premeditada meticulosidad con la que abrochaba cada pequeño botón le permitía no pensar en el recién revelado misterio. Ni ser consciente de su gesto asqueado y triste. Le permitía ausentarse transitoriamente de esa habitación y de ese cuerpo. O al menos, fingirlo. Pero también el tiempo, condenado a la prisión del espacio y la materia, es finito.
Consciente de su recién adquirido poder, proyecta salir en busca de venganza. De una única y universal aplicada sobre un solo hombre, uno en concreto, que habrá de expiar las culpas –quizá más bien la culpa– de todos los hombres: de los que ya han llegado y de los que, inevitablemente, habrán de venir. Pero una y otra vez su intención se ve frustrada. Una y otra vez se pierde en ese intrincado laberinto de pasillos y puertas que aún no domina. Una y otra vez acaba en la misma habitación, en la habitación.
Ella quiere salir, pero el hombre ha cerrado la puerta. La ha cerrado cada vez, una vez tras otra. Y esa acción repetida ha ido cobrando una fuerza incontrastable; imposible volver a abrirla. Ya no hay tiempo fuera de ese tiempo. Un tiempo en el que una vez tras otra se reproduce el origen, que es principio y fin simultáneamente Por eso la mujer regresa siempre a la habitación en la que hay un hombre, un hombre sueco o finlandés que no habla español, un hombre que es el primero y el último hombre: un único hombre, el hombre.


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo II: Pandora Desencadenada

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. El hombre era, en realidad, un proyecto en la mente de la mujer. De una mujer que aún no era. Pues el hombre, por el momento, sólo se insinuaba como una idea vaga en otra mente. Una para la que, en aquel tiempo, sólo podía ser un sueño.
Y sin embargo ese nuevo diseño le turbaba: como un cuento trabado en la punta de la lengua. Como siempre que creaba una nueva historia, se le había revelado misteriosamente: súbito fogonazo inflamando una idea todavía tibia, que aún habría de modelar como un alfarero al barro. Un proyecto que por el momento no era siquiera carne de su carne o sangre de su sangre, que no era más que un duro hueso: no poético húmero sino prosaica costilla. Pero que un día, estaba seguro, se convertiría en su mejor creación.
Un día esa mujer que aún no era, sería. Y sería precisamente gracias a ese hombre. La mujer cifraría el sentido de su existencia en él. Por eso, para descifrarse a sí misma, incapaz de perdonarlo, le perseguiría para aniquilarlo. Y por eso, incapaz de perdonarse, lo aniquilaría para aniquilarse. Para poder partir de cero. Para retroceder no al principio de los tiempos, sino antes aún. Para retroceder antes del tiempo.
Una vez exterminado el hombre y su recuerdo, ella no habría de temer ya a la fracturada costilla. Y entonces la mujer estaría lista para renacer: para ser creada de nuevo. Esta vez, directamente del polvo. Sería el comienzo de otro tiempo.


Variaciones sobre un Espacio-Tiempo III: El Error de Atalanta

El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Mientras cumplía su destino inconsciente de ser instrumento de venganza, ella, ausente, planeaba. Concluido el repulsivo trámite sin el cual no podía existir paso sucesivo, el cerebro de la mujer volvería a otro espacio-tiempo, uno previo al turbador incidente. Éste perdería consistencia de golpe. Ya ni siquiera alcanzaría la categoría de anécdota irrelevante; sencillamente se esfumaría. No es que la experiencia hubiera de caer en el olvido, sino que jamás habría tenido lugar en la realidad de esa mujer. Ella volvería a ser la joven que fue antes de esa habitación. Pero al, tiempo, no. Porque para entonces el dolor y la rabia, más densos que el espacio y el tiempo, la habrían bautizado definitivamente con marca invisible pero indeleble; convirtiéndola en instrumento ejecutor.
Planeaba la venganza posterior, que la libraría de las cadenas que él andaba tejiendo torpemente con sus dedos sobre un cuerpo súbitamente extraño, uno que ni siquiera quería ya.
Sólo que algo habría de acabar saliendo mal. Porque su voluntad, la voluntad de venganza, se enfrentaba a otra imprevista pero no por ello menos sólida: la ajena voluntad de goce. Y esa voluntad no calculada acabaría imponiéndose; ella no lograría salir de esa escena sórdida que en su mente fue mero tránsito, medio para otro fin que ahora no alcanza. Así que la mujer, como en un sueño o una pesadilla, entrará una y otra vez en esa habitación en la que, una y otra vez, quedará reducida a instrumento para el placer ajeno, mientras inútilmente planea una venganza que jamás llega. Entonces ella descubrirá que su voluntad no es libre, que su ánimo nace sometido a un cuerpo. Uno propio o ajeno según el momento. Sólo una cuestión de espacio-tiempo: de banales detalles y circunstancias fortuitas.

La trilogía Emma Zunz revisitada en tres tiempos: Las caras de “lo femenino” que no vislumbró Borges fue originalmente publicada en Revista Monolito XXII (febrero-marzo), México: 2016, http://issuu.com/juanmireles/docs/monolito_xxii , p. 82-84.


Achille Parachini, Salomè

Alanis Morissette, I'm A Bitch


ÉXODO


Museo Arqueológico de Estambul, Campaña asiria contra los enemigos



Yo daría un consejo al Parlamento de Dinamarca: ¿por qué permanecer prisioneros de los falsos prejuicios o de la doble moral, maniatados por el qué dirán? Si total, por lo que parece, nadie tiene nada que decir al respecto. ¿Por qué no comenzar a extraer, entonces, las piezas dentales de metal? ¿Por qué no rapar el cabello?
No hay como una mente práctica para amortizar la miseria, para saber sacar partido hasta en el infierno.
Quizá consista en esto la tan cacareada esencia occidental.




Salomé Guadalupe Ingelmo, Dos testimonios de Sonderkommando en Auschwitz (FRAGMENTO), en Revista Destiempos (México) n. 42, Estudios y Ensayos, Diciembre 2014-Enero 2015, p. 50-86, http://www.destiempos.com/n42/Ingelmo.pdf  

Los Sonderkommando, como su propio nombre indica, fueron equipos especiales de prisioneros, casi siempre judíos. A ellos se les obligó, bajo amenaza de muerte, a desempeñar actividades relacionadas con la aplicación de la “Solución final”. Su función consistió en ayudar a desvestirse y entrar en las cámaras de gas a las víctimas, seleccionar sus pertenencias, extraer las piezas dentales de oro de los ejecutados y cortar el cabello que se vendía a la industria textil de los cadáveres femeninos[1], vaciar y limpiar las cámaras de gas después de cada sesión, acarrear e incinerar los cuerpos y deshacerse de esas cenizas.
La organización en los crematorios se asemejaba a una cadena de montaje. Así lo advirtió precozmente el corresponsal de guerra Vasili Grossman: El cadalso de Treblinka no era un cadalso sencillo: era un lugar de ejecución en cadena, método adoptado para la producción industrial contemporánea. Y de igual manera que un verdadero conglomerado industrial, Treblinka no surgió de pronto tal y como ahora la describimos. Creció paulatinamente, se desarrolló, creó nuevos «talleres»”. (Grossman, “El infierno de Treblinka”,538).



[1] Un grupo de Sonderkommando sacaban, con mucha dificultad, pues los cadáveres estaban rígidos y enmarañados entre sí amén de resbaladizos por los abundantes restos de fluidos, los cuerpos de la cámara y los llevaban a un atrio contiguo. Allí estaban los “barberos” y “dentistas” (Venezia, Sonderkommando, 80-81, 178). Éstos debían ejecutar sus labores velozmente para que, una vez extraído todo lo de valor,  los cuerpos fuesen transportados por otros Sonderkommando hasta los hornos.



Salomé Guadalupe Ingelmo, El horror pasó por Treblinka (FRAGMENTO), https://drive.google.com/file/d/0B6PMmRFcYuRbQjRBTkYzY0lITE0/view

Era una vez extraídos los cuerpos de las cámaras, que antes habían de airearse mediante un potente sistema de ventilación mecánica que se ponía en marcha durante unos veinte minutos, pues el efecto de gas Zyklon B se prolongaba en el tiempo, cuando a los cadáveres de las mujeres se les cortaba el pelo. Así lo aseguran todos los testimonios de los Sonderkommando sobrevividos, especialmente de los “barberos”. Pero además ahora contamos con pruebas forenses concluyentes: piezas textiles fabricadas con pelo humano y encontradas en Auschwitz, donde además aparecieron toneladas de cabello aún sin manipular, una vez analizadas, han revelado que en efecto el pelo con el que se manufacturaron contenía restos de Zyklon B, el veneno empleado en las cámaras de gas[1]. En ese momento se rescataba también todo lo que de valor pudiese tener el cuerpo: piezas dentales de oro, pendientes y anillos que hubiesen podido quedar puestos en la víctima a pesar de que se les había ordenado precedentemente que se despojasen de todo… Y entonces, sí, finalmente los cadáveres estaban listos para ser quemados en los hornos crematorios. Aunque, dado que el sistema no desaprovechaba nada, aún sus cenizas serían, en algunos casos, empleadas como abono[2].
Ciertamente no se trata más que “pequeños detalles”, aclaraciones que en nada afectan a la verdadera naturaleza del horror. Pues finalmente tanto el cabello de los reclusos que vivirían por el momento como el de aquellos que ya habían sido cremados, se almacenaba y vendía a las fábricas textiles igualmente.
El sistema no estaba dispuesto a dejar cabos sueltos: no podían quedar con vida prisioneros que hubiesen acumulado demasiada información sobre los métodos de exterminio. Por eso los Sonderkommando, casi siempre prisioneros judíos, eran a su vez regularmente exterminados. Muy pocos de ellos sobrevivieron, y de esos pocos la mayoría eligieron el silencio. No obstante los testimonios de algunos de esos hombres nos han ayudado a conocer los procedimientos aplicados en las cámaras de gas y los crematorios. Así Shlomo Venezia, judío sefardita nacido en Salónica y con nacionalidad italiana, Sonderkommando de Auschwitz-Birkenau durante ocho meses y medio interminables, proporciona detalles espantosos con una sinceridad admirable.
Shlomo, que precisamente desempeñó las funciones de “barbero”, explica cómo los cadáveres extraídos de las cámaras de gas por algunos Sonderkommando, pasaban después por las manos de los “barberos” y “dentistas”. Ambos trabajaban en el mismo espacio,  en un atrio adyacente a la sala donde las víctimas se desvestían antes de entrar en la cámara de gas[3]. Shlomo cortaba el cabello de las mujeres, especialmente si lo tenían largo, con unas tijeras grandes similares a las de poda y lo metía en sacos, Una vez “barberos” y “dentistas” habían acabado su trabajo, que debía realizarse a gran velocidad porque muchos cuerpos habían de ser revisados y eliminados cada día, los cadáveres estaban definitivamente en condiciones de ser trasladados a los hornos crematorios por otros Sonderkommando.
El cabello de los difuntos era usado para fabricar textiles: ropa como calcetines para los soldados, mantas, rellenos de los colchones suministrados a las tropas alemanas, tapicerías para distintos tipos de vehículos[4], sogas de uso naval e incluso juntas estancas para buques y submarinos, así como mecanismos de ignición para bombas[5]. El pelo de los prisioneros de los campos de concentración y de los exterminados en ellos pasó a sustituir al de caballo por resultar una materia prima aún más barata. Ciertamente el régimen apuraba bien a sus víctimas. Tras usar su fuerza de trabajo como mano de obrar esclava[6], los propios cuerpos eran exprimidos[7]: la grasa se empleaba para hacer jabón, los huesos para conseguir fertilizante… En el campo de Madjanek se usaba un molino mecánico para moler los huesos que aún salían enteros de los hornos crematorios. Según Shlomo Venezia en Auschwitz se usaba un gran martillo pilón con el mismo fin. Martillo que, por cierto, Otto Moll, a cargo de este campo, empleó para abrir el cráneo a uno de los presos de un grupo que se negaba a bajar al crematorio[8]. Chil Rajchman cuenta que en Treblinka se usaban unas mazas de madera; pero los prisioneros procuraban dejar, sin ser vistos, huesos enteros junto a las cenizas que enterraban: tenían la esperanza de que los verdugos no lograsen hacer desaparecer todas las pruebas del genocidio[9].



[1] http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html
[2] Sabemos por el Sonderkommando de Auschwitz Shlomo Venezia que las cenizas de los no judíos resultaban especialmente rentables: parece ser que las SS anunciaban a la familia del fallecido que éste había muerto de una enfermedad y les ofrecían la posibilidad de comprar sus cenizas por doscientos marcos. Por eso la primera vez que Shlomo entró en el dormitorio de los Sonderkommando del crematorio en el que permaneció destinado en Auschwitz, encontró al lado de las camas nichos con casi doscientas urnas que contenían cenizas que habían de ser de varis personas mezcladas, a pesar de lo que se decía a los familiares y una placa de identificación en cada una (Shlomo Venezia, Op. Cit.,  p. 115).
[3] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 80-81, 178.
[4] Gracias a los testimonios de trabajadores de aquella época, empresas que siguen existiendo y que bajo el nazismo se vieron favorecidas por la venta de este tipo de material que se les podía suministrar en grandes cantidades y acabó moviendo una enorme suma de dinero siguen hoy en el punto de mira. Un ejemplo es la Schaeffler que curiosamente en origen fue de un empresario judío obligado a la huida por la represión nazi, fabricante alemana de componentes para coches (http://www.europapress.es/internacional/noticia-empresa-alemana-uso-pelo-victimas-auschwitz-fabricar-material-textil-20090304120820.html ). Otra empresa especialmente favorecida por este mercado fue la Firma Alex Zink, que producía fieltros.
[5] Se pueden consultar, por ejemplo, fuentes del centro de recursos para la educación sobre el genocidio perpetrado sobre los judíos, el Birmingham Holocaust Education Committee: http://www.bhamholocausteducation.org/powerpoint/notes-the-holocaust.pdf , p. 173. También Vasili Grossman, Op. Cit., p. 528.
[6] Que, como en el caso de los campos franquistas, se alquilaba a las empresas afines al régimen. De entre las muchas familias y empresas que se aprovecharon de esa práctica para enriquecerse podemos citar algunas muy conocidas: IG-Farben, Thyssen, Krupp, AEG, Siemens, Daimler-Benz, Photo AGFA, Banco de Dresde, Volkswagen, Bayer, BMW, Heinkel, Telefunken…
[7] Qué mejor ejemplo de ese “espíritu de ahorro mezquino” que según Vasili Grossman habría caracterizado a los alemanes (Vasili Grossman, Op. Cit., p. 510).
[8] Shlomo Venezia, Op. Cit, p. 97.
[9] Chil Rajchman, Op. Cit., p. 94-95.




Primo Levi, Si esto es un hombre

En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca (Levi, Si esto es un hombre, 13).



Selección en la rampa de Birkenau por David Olère



La esperanza (B.S.O de La lista de Shindler), John Williams y Itzhak Perlman 



H50uK2sY4n16Z51r3320

Los verdaderos protagonistas estan aquí