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DOS PINCELADAS SOBRE HERVÁS


(S. G. I., Madrid, 13 de octubre de 2011)

EL CAMINO, EL DE DENTRO Y EL DE FUERA, NO TIENE FIN: LO CONSTRUYEN LOS PROPIOS PIES.


Es éste un viaje a paisajes naturales, pero también a mis paisajes interiores: imposible delimitar lo que queda a cada lado de la ventana que es mi cámara. Es éste un viaje iniciático al interior de vosotros mismos que pasa por mirar, también, al exterior.

Abrimos una puerta a los caminos que recorren las montañas de Hervás. También, y muy especialmente, a los caminos que os recorren y que quizá nunca hayáis osado hollar. Nos esperan muchos lugares nuevos. Y cada unos de vosotros descubrirá, por su cuenta, otros paisajes interiores no menos hermosos, una tierra virgen: vuestro pequeño reino privado.

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Feliz Navidad


Os deseo prosperidad en todos los sentidos.




La importancia de sentarse a contemplar cómo crece la hierba


La política, noble arte —cuando quiere ser noble— sienta las bases de nuestra convivencia en comunidad, funda polis —con todo lo que ello implica: debate, consenso, acuerdo… En definitiva, diálogo y, por ello, progreso—. La política que persigue el bien común, la grata convivencia, es o debería ser una de las actividades generosas por excelencia y, por ende, una de las principales actividades vocacionales. Vocación de servicio, no vocación del medrar y manipular, ejerciendo un poder que emana del pueblo y detentándolo torticeramente en contra de su propio patrón.

La política desligada de la Filosofía se convierte en un arma tremendamente peligrosa, y de ello hemos tenido sobradas pruebas ya desde la más remota antigüedad. Cuando la política se desvincula de la ética y la moral todos vivimos bajo permanente amenaza.

Cuando una sociedad llega a un extremo tal que la crítica política hacia un contrincante consiste en echarle en cara a su condición de filósofo —Según determinadas mentes, incompatible con el desempeño digno de un cargo público—, cuando se le recrimina que su única experiencia como gestor haya consistido en dirigir una universidad pública —y no pequeña—…, significa —Además de manifestar que la ignorancia, siempre tan atrevida e imprudente, campa a sus anchas sin mostrar pudor alguno— que hemos tocado fondo.

Pero, no nos equivoquemos, los políticos que discurren de ese modo no son distintos de los ciudadanos de a pie que los votan, del ciudadano medio en general: sus posicionamientos éticos y morales no difieren gran cosa de los que cada uno de nosotros adopta en su vida privada. La vida pública no deja de ser un reflejo de lo que sucede de las puertas de nuestras casas hacia dentro. Por eso toleramos y consentimos, porque, en el fondo, en nuestro fuero interno, aunque no tengamos el valor de reconocerlo públicamente —cuando sabemos que el discurso o el acto es a todas luces reprobable—, nos identificamos y compartimos. «Y quién no lo haría de poder», sostienen algunos en círculos de confianza.

Da igual a quién votes, si no lo haces de forma consciente y razonada tu voto carece de valor alguno.

Cuando en una sociedad la frase «a mí no me interesa la política» se hace del uso común entre jóvenes y adultos, significa que hemos tirado la toalla: hemos mandado a la basura un patrimonio de siglos y hemos renunciado, libre e insensatamente, a lo que hacía la condición humana más humana.

Así que emplazo a los ciudadanos, y mucho más especialmente a los políticos y cargos públicos, a repasar la historia del pensamiento desde la antigua Grecia hasta nuestros días, centrándose sobre todo en la aplicación práctica del hecho filosófico al ámbito político y la «cosa pública». Encontrarán múltiples ejemplos de grandes filósofos que dedicaron sus esfuerzos y sus vidas a pensar cómo mejorar la existencia de las personas. Justo los ejemplos que, por el bien común, debemos seguir.


La escuela de Atenas, Rafael Sanzio


Dead Can Dance, How Fortunate the Man with None



El Madrid de Martínez-Almeida también está contra la "basuraleza"

Concentración vecinal contra el cantón de limpieza en Sangenjo 35 (Madrid)
 

Pues, sí, esto es lo que entienden determinados gestores —que confunden cargo público con feudo privado— por mantener limpia la ciudad. Concretamente, mediante los nuevos cantones de limpieza previstos en zonas urbanas, como el que tienen intención de construir en calle Sangenjo 35, que se encontrará bajo las terrazas de dos bloques de vecinos, literalmente debajo —las vistas y el aroma cuando salgan a fumarse un piti van a ser impagables—, con un pequeño pinar detrás —que, sospecho, a la larga arrasarán o cuanto menos degradarán— y no sólo en mitad de casco urbano, sino en plena zona residencial: con una biblioteca pública —y una parada de autobús, cabecera de línea para mayores señas. Tela el gustito que va a dar esperar el transporte público allí... — en frente, y un colegio, mejor dicho, dos, a cortísima distancia. Eso por no hablar de los bares concentrados en la pequeña plaza que hay justamente donde está ubicada la central térmica San Enrique, a las mismísimas espaldas de este proyecto prodigioso…

Brillante plan que contribuirá al desarrollo del barrio y al bienestar de los vecinos. ¿Pues no decía determinada gente que lo que quieren es ayudar a los pequeños empresarios y emprendedores? Sospecho que esos emprendedores están contentísimos en el barrio.

Esta es la concentración del sábado pasado. Y no será la única. Ni la única medida a tomar en contra de este despropósito.

Uno ha de hacerse oír en las calles, efectivamente. Y la principal herramienta del ciudadano consiste, también, en hacerse oír en las urnas. Entre urna y urna, por supuesto, la única opción no es bajar la cerviz y acatar cualquier orden, razonable o no, que parta del poder. Porque ciertas instituciones, mejor dicho, ciertos individuos —para citar a Serrat, los que se manejan bien con todo el mundo— que, más que representarlas, las ocupan y parasitan, no han entendido que éste, el poder, emana directamente del pueblo, del ciudadano, del cual son o deberían ser escrupuloso representantes. De paso, sensatos gestores a su servicio… Ahí es na.

Los toros no son lo mío, salvo pastando en el campo. No obstante, creo que viene al caso: Manolete, Manolete… Si uno no sabe ni gobernar rectamente según la razón y la moral, ni gestionar de forma cabal, conviene que se dedique a otros menesteres o se quede en su casa. Pero para eso, por supuesto, hay que invitar con educación a desalojar ordenadamente.

Ay, por favor, qué buen vasallo si tuviese buen señor.



Feliz Navidad

Esta es, queridos, mi felicitación en cuneiforme para vosotros. Que en la dichosa Fiesta del Nacimiento vuestro corazón no conozca pesar.


La imperfección del círculo

Salomé Guadalupe Ingelmo


Efectivamente, la historia es una noria que gira en un pernicioso círculo vicioso. El otro día, escuchando hablar sobre los crematorios portátiles que parece ser se están utilizando para hacer desaparecer los cuerpos de los civiles ucranianos ejecutados y también de algunos soldados rusos caídos —un número demasiado elevado de bajas no sería bien acogido en casa—, no pude por menos que pensar, amén de en los hornos crematorios utilizados por los nazis, en el molino portátil para machacar huesos que se empleó en el campo de Majdanek.

El fragmento que sigue pertenece a mi relato La imperfección del círculo, premiado allá por el lejano 2008 y que podréis leer en su totalidad desde el apartado “Textos en línea” de mi página.



 

[...]

En Lublin sentía que me secaba. Tenía la sensación de que mi trabajo como periodista me robaba la inspiración. A menudo, tras haber redactado prosaicos artículos sobre temas que no me interesaban en absoluto, advertía que ya no me quedaban ganas de escribir mis propias obras. Tenía la dolorosa sospecha de que el periodista que era estaba asesinando poco a poco al escritor en el que estaba convencido que podía convertirme. Tenía muchas cosas que contar y compartir, pero no conseguía que cobrasen forma definitiva. Y eso me frustraba terriblemente.

Un día decidí que había llegado el momento de hacer algo al respecto y, tras consultar con mi esposa, tomé una decisión drástica. Ella era una mujer maravillosa que siempre me apoyaba en todo. Me ayudó a encontrar el valor suficiente para cambiar totalmente de vida. Cuando en el periódico se enteraron de que me despedía para trasladarme a las afueras y que mi intención era convertirme en molinero, me tomaron por loco. Y la verdad es que no puedo reprochárselo.

En Polonia hay hermosos molinos antiguos. A Rachel, mi esposa, le habría gustado tener un molino de agua para vivir al lado de un río, pero yo me empeñé en que comprásemos un molino de viento. Para mí no era un capricho y mucho menos, un detalle baladí. Lo consideraba un acto simbólico: finalmente me enfrentaría a mis monstruos como Don Quijote. Pero además esperaba que se convirtiese en un pretexto para cultivar mi espíritu, para rebuscar en mi interior el ruah, el viento que Yahweh insufló en Adán y gracias al cual éste adquirió alma y dejó de ser un simple pedazo de arcilla.

Si bien soy creyente y practicante, no me he considerado nunca un hombre especialmente devoto. Mis anhelos eran algo más, algo que iba mucho más allá de lo puramente religioso. Necesitaba encontrarme a mí mismo, y estaba convencido de que una vida sencilla podía ayudarme a ello.

Pese a nuestra torpeza inicial en el uso del molino, nuestros nuevos vecinos nos acogieron con entusiasmo e infinita paciencia. Rachel se encargaba de un pequeño huerto y algunos animales para uso doméstico. El trabajo cotidiano nos permitía satisfacer nuestras pocas necesidades materiales. Éramos muy felices. Finalmente conseguía escribir y sentirme orgulloso de lo que escribía.

Pero un día toda esa felicidad desapareció para siempre.

–Lo siento. Un incendio, supongo ―interrumpe el joven, que hasta ese momento ha mantenido un respetuoso silencio–. Ese tipo de accidentes no son tan raros en los molinos, dada la facilidad con la que arden los sacos de grano que en ellos se acumulan.

–No, no fue un incendio. El molino sigue en pie aún hoy, aunque ya no es mío. Nos fue confiscado hace mucho tiempo. Ahora, afortunadamente, se ha convertido en parte de un museo etnográfico al aire libre.

–Y entonces, ¿qué pasó? –indaga impaciente.

–Pasó el Nazismo, muchacho.

El anciano mira los ojos del joven desconocido y se decide a contar finalmente el resto de su historia. No se advierte rencor en sus palabras, sino sólo melancolía. Un tibio sentimiento que contrasta con las atrocidades que se dispone a narrar. Habla despacio, con una calma casi irreal. Como si estuviese contando la historia de otro o, más bien, el argumento de una novela. Sólo se le quiebra la voz cuando menciona a su esposa. El joven sospecha que es precisamente ése el motivo por el que apenas habla de ella. Hace mucho tiempo decidió no permitir que controlasen sus emociones, y ni siquiera quitándole lo que más quería han logrado quebrantar su decisión.


El Tercer Reich invadió Polonia. Sus tropas entraron en Lublin el 18 de septiembre de 1939, e inmediatamente empezaron a imponer medidas raciales. Los intelectuales fueron los primeros eliminados. A los que presuntamente éramos trabajadores manuales se nos imponían trabajos forzados. Sin embargo no les bastaba con que trabajásemos para ellos. Un día, en 1941, un grupo de soldados vino a por nosotros. Nos enviaron al gueto de Lublin. Volvíamos a la vida de la ciudad, ésa de la que habíamos huido para encontrarnos a nosotros mismos; pero ahora en peores condiciones que nunca. Aunque parece que en los guetos de Varsovia y Lodz se estaba mucho peor aún. Me concedieron un permiso de trabajo para una de sus fábricas, y gracias al mercado negro no pasamos demasiadas penurias. En 1942 nos trasladaron al nuevo gueto de Majdan Tatarski, en los suburbios de Lublin. En noviembre de ese año nos deportaron al campo de Majdanek, nuestro destino final.

La vida allí era extremadamente dura. Yo logré soportarla. Rachel no.

Los hornos crematorios no conseguían consumir del todo los cuerpos de las víctimas extraídas de las tres cámaras de gas del campo. Era frecuente que algunos huesos resistiesen al fuego, y entonces había que reducirlos a polvo de otra forma. Probablemente lo que quedaba de mi pobre Rachel acabó en el molino de huesos. Aquel era totalmente distinto del que nos había dado la felicidad por un breve espacio de tiempo. Se trataba de una pequeña máquina de frío metal, fácil de transportar. Funcionaba con sucio gasóleo, no con viento puro como el que se había convertido en nuestro hogar. El nuestro había sido un molino de vida, mientras que éste era un mecanismo de muerte. Aunque, paradójicamente, las cenizas de hombres, mujeres, niños y acianos se vendían como fertilizante, por el fosfato de los huesos.

Si dejabas de ser útil como mano de obra, pasabas a serlo como materia prima. Las pobres ropas y calzado de las víctimas, las gafas e incluso sus prótesis se aprovechaban. Arrancaban las piezas dentales de oro y las mandaban a Berlín para que fuesen fundidas. El cabello también se vendía a las industrias textiles. Dicen que incluso la grasa de algunos cuerpos era usada para fabricar jabón.

El sistema era como un gran aparato digestivo capaz de nutrirse de casi todo. No le hacía ascos a nada. Todo era reabsorbido y reutilizado. Casi nada terminaba excretado.

Fuimos pocos los que sobrevivimos a la masacre del 3 de noviembre de 1943. Decidieron cerrar el campo y mandaron una unidad especial de SS para fusilar a los que aún vivíamos. Lo llamaron “Festival de la cosecha”. Los disparos casi lograban acallar la música de Wagner que los altavoces difundían a todo volumen. Afortunadamente estábamos demasiado cerca de Ucrania y no les dio tiempo a llevar a término sus planes.

[...] 


La humanidad, con insensato entusiasmo, parece siempre dispuesta a volver a su casilla de salida.


JAN KOMSKI, quemando los cuerpos de la camara de gas
Jan Komski, Quemando los cuerpos de la cámara de gas


Remembrances (La lista de Schindler)

El Grito




     Los mismos métodos que los nazis. El ejército ruso, con sus crímenes de guerra —que no se pueden justificar mediante el acatamiento de las órdenes—, ha conseguido borrar de un plumazo su papel en la liberación de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Un genocidio es un genocidio independientemente de sobre quién se perpetre.

     ¿Quieren de verdad los rusos seguir teniendo un asesino como presidente? Si no es así, ha llegado el momento de dar un paso decidido al frente. De lo contrario, deberemos entender que comulgan mayoritariamente con el carnicero y apoyan un régimen fascista y sanguinario.

     Y lo mismo vale para el resto de países: si no simpatizamos con la barbarie ha llegado el momento de tomar medidas severas y determinantes de aislamiento total a Rusia, aunque las sanciones nos generen trastornos. Cuando no se saben respetar las normas más básicas de coexistencia sólo queda vivir aislado.

    Seguramente las atroces imágenes han sido manipuladas por los mismos que se inventaron los campos de exterminio nazis. Las excusas son las mismas cuando los verdugos son los mismos, se pongan la etiqueta que se pongan.

      Entre tanto, que esas imágenes se impriman de forma indeleble en la retina. Porque, de un modo u otro, aunque no en la misma medida, somos todos responsables de ellas.

 

 

Nina Marchenko, Holodomor
Nina Marchenko, El ultimo viaje (Holodomor)


Folknery, Vyplyvalo utenia / Фолькнери, Випливало утєня

NO SÓLO UNA YOYA ES VIOLENCIA. DE CÓMO NO TODO VALE NI ES ORO TODO LO QUE RELUCE

 

Me encantan los “análisis” maniqueos, simplistas y cargados de moralina de bajo coste que escucho en la Cuatro, pero que se reproducen un poco aquí y allá. Cuando los carroñeros huelen a carne fresca no parecen dispuestos a desperdiciar la presa. Así que, donde otros sólo metieron un meco, hagamos nosotros sangre.

Por supuesto, pasemos por alto todas las circunstancias y quedémonos, como tenemos hábito, en lo superficial. Que, al fin y al cabo, de eso hemos hecho nuestra profesión, la de tertuliano. Cosa que no maravilla, pues resultaría harto exigente hasta para un sabio del Renacimiento —tanto más para un limitado contemporáneo— desarrollar una postura erudita y bien fundamentada sobre cada uno de los temas que uno, como “experto”, tiene a bien ilustrar durante las horas de programa en las que intercambiamos cacareos: la guerra en Ucrania, las aventuras extramatrimoniales de Urdangarín, la COVID-19, las desavenencias familiares de los Pantoja… Así, sin solución de continuidad ni sedante alguno para el espectador ——.

Se necesita una cultura tan vasta —o quizá tan basta— que, natural, hay quien ha considerado necesario contratar a Tamara Falcó para iluminarnos ——.

Nos olvidamos de que la violencia adopta muchas formas y se ejerce de otras tantas, algunas mucho más insidiosas y preocupantes que una hostia. ¿Significa esto que justifico yo la violencia? No, por supuesto; pocas personas conozco más pacíficas y dialogantes que yo. Sencillamente, no justifico ningún género de violencia o crueldad. Y violencia es también —una mucho más cobarde y mezquina si se quiere— infligir dolor aprovechando las debilidades ajenas para hacer mofa de ellas gratuitamente, con mero afán crematístico, para cubrir un espacio en una gala que no sé rellenar con mi propio talento.

El humor consiste en reír con, no en reírse de. Si todos los implicados no ríen no es humor sino otra cosa, y no tiene ni puta gracia ——.

El “simpaticón” se escuda en la presencia del público, pensando que así no recibirá reproche alguno y es, por tanto, un abusón. Un abusón que, a su modo, ejerce la fuerza y la violencia sobre el vulnerable sin siquiera exponerse, seguro de salir impune. Un abusón que hace daño intencionadamente y sin remordimiento alguno, sin pensar en las consecuencias sobre la víctima —independientemente de su género—, que presuntamente ha de reírle la “gracia” cuando se burla de un trastorno diagnosticado, un trauma que aun así la persona ha tenido la valentía de afrontar en público, pero que quizá le siga generando inseguridad e incluso complejo.

Tengo mis dudas sobre cómo percibiría las cosas el “graciosete” si, habiéndose corrido la voz de lo exiguo de su miembro, en la misma gala una presentadora se pusiese a hacer chistes sobre su cacahuetillo ——.

Es fantástico que uno logre reírse de sus penas —y de su pene—, pero ese privilegio pertenece sólo al interesado, no al primer payaso —no profesional, además— que pase y decida sacar provecho. Si uno no sabe hacer humor, conviene que se dedique a otra profesión. Lo mismo si uno no es capaz de dar una opinión crítica, documentada y razonada sobre un argumento o si, en lugar de moderar una tertulia, parece más dispuesto a juzgar desde un púlpito sobre quién debe recibir los castigos del infierno ——.

Las cuestiones complejas nunca tienen explicaciones sencillas. Las cosas difícilmente son blancas o negras; en medio se despliega una interminable escala de grises.

Conclusión: quien tan alegremente hacía espectáculo con el dolor ajeno, ha probado, a su vez, lo que significa el dolor. Quiero esperar que de todo este bochorno al menos alguien saque alguna lección sincera sobre la empatía.

Dedicado, cómo no, a esos tuttologos empeñados en hablar de fontanería cuando, si acaso, cursaron la carrera de Periodismo o la de Publicidad. En especial, a todos esos imprescindibles garantes de la moral, pájaros de mal agüero vocacionales. A pesar de su dudosa ética.

 

La Extracción de la piedra de la locura, El Bosco


 

 Dolores O'Riordan & Sinfonia Varsovia (Orchestration & conducting: Adam Sztaba), Zombie

The Cranberries, Zombie

EL DÍA MÁS OSCURO

Salomé Guadalupe Ingelmo, escritora española, escritura creativa, guerra de Ucrania, invasión rusaSalomé Guadalupe Ingelmo, escritora española, escritura creativa, guerra de Ucrania, invasión rusaSalomé Guadalupe Ingelmo, escritora española, escritura creativa, guerra de Ucrania, invasión rusa




     ¿Están de verdad dispuestos los rusos, el pueblo ruso de a pie, no Putin y sus más estrechos colaboradores o las élites que con sus chanchullos han medrado, a soportar el mismo lastre que, tras la Segunda Guerra Mundial, durante tanto tiempo ha apesadumbrado a generaciones de alemanes? ¿Están dispuestos a convertirse en el monstruo del cuento, en el hombre del saco? ¿Sin comerlo ni beberlo, simplemente por la codicia de un megalómano? ¿Están dispuestas sus conciencias a bregar con las consecuencias?

     Ha llegado el momento de frenar definitivamente al primero que ha traicionado los principios del comunismo, convirtiéndose en una parodia de un capitalismo brutal y perverso con aspiraciones a zar. Lo hicisteis en el 1917 y podéis volver a tomar las riendas de vuestro destino para encontrar vuestro propio camino. Uno no impuesto por el exterior ni por el interior, uno plenamente vuestro. Deberíais haberlo hecho antes por vosotros mismos, por dignidad y respeto a la memoria de quienes afrontaron una revolución que en algún momento hubo de ser honesta, antes de volverse rehén de intereses pecuniarios y bastardos.

     Uno no puede convertirse en cómplice, por acción u omisión, de las ignominias y las atrocidades de tiranos ególatras únicamente por miedo. Seguro que toda la gente de bien que habita Rusia no cabe en sus cárceles. Pero si lo que toca es llenarlas para derrocar un régimen vergonzoso, no me cabe duda que al final será esa la vía que tomará el pueblo.

     Los medios oficiales dicen que sus soldados han ido a luchar contra los fascistas. Pues bien, por si a algunos descerebrados aún no les quedase claro, la RAE define el fascismo como un “movimiento político y social de carácter totalitario que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista”, aunque el término se refiere también a la “actitud autoritaria y antidemocrática” que con ese movimiento se relaciona... 🤔 … Pues eso.

 

Ivan Alexeyevich Vladimirov, Salomé Guadalupe Ingelmo, escritora española, escritura creativa, guerra de Ucrania, invasión rusa
Ivan Alexeyevich Vladimirov, “Soldados quemando el retrato del zar”


La Varsoviana

Blue Monday

salome guadalupe ingelmo valdelatas



salome guadalupe ingelmo valdelatas



salome guadalupe ingelmo valdelatas





Tú, que de tantos pasos has sido testigo, muéstrame el camino.




Armand Point, Apolo y Dafne
Armand Point, Apolo y Dafne





The Who, Behind Blue Eyes. Kilburn, 1977.



The Who - Bryan Adams, Behind Blue Eyes. The Royal Albert Hall, 2000.



The Who, Behind Blue Eyes (subtítulos en castellano).

¿SOMOS LEGIÓN?

Hoyo San Blas, Salome Guadalupe Ingelmo
 

A simple vista, mirados en su conjunto, parecieran iguales. Sólo parecieran. Los que amáis la naturaleza y la conocéis bien sabéis que no es cierto: cada uno de ellos encierra —su historia marcada en los recovecos de corteza— su propia personalidad y circunstancias. No obstante, en un mundo duro, la piel convertida en coraza sólo puede ceder ante el mérito de una mano cálida. No es orgullo, sino mera supervivencia. Como hay Ella que es cierto, así que no permitas que el bosque te tape el árbol. Lo mismo sucede con los seres (in)humanos: no conviene generalizar, porque en la especificidad reside la esperanza cuando, mirando el conjunto, no parece haber ninguna.

 

Bosque al atardecer con caza de corzo, Rubens
Bosque al atardecer con caza de corzo, Rubens


A Small Measure of Peace (The Last Samurai), Hans Zimmer

MALAFEMMENA

Museo Sorolla, Salome Guadalupe Ingelmo


Que un político —sí, político, a secas; si barajo la posibilidad de atribuirle el apelativo de líder a cualquiera que ocupe un cargo público desde hace mucho tiempo, me viene la risa floja, se me saltan las lágrimas o corro el riesgo de implosionar del puro cabreo mientras pienso lo que este país debió haber sido y no fue— se permita denominar “aquelarre” a un encuentro de contrincantes femeninas, de mujeres en general, sólo puede demostrar lo mal que andamos en materia de género. Que lo haga un político de un partido en cuyas filas militan individuos de ambos sexos que han negado reiteradamente la existencia de una violencia machista, sólo puede provocar sonrojo.

Y se hace públicamente —nutrimos la sospecha, creyéndose, en lugar de un patán, incluso graciosete— porque es tal la ignorancia en materia de género —como de tantas otras cosas— que ni se entiende la gravedad del acto. Lo que el hecho revela.

A nadie se le ocurriría dirigir tal afrenta gratuita contra un rival masculino. Como mucho, en tiempos se tendía la sombra del temido contubernio judeo-masónico-marxista —chimpón— sobre los desafectos, pero no se los acusaba de practicar magia negra[1]. Han superado a los maestros. Dejando al descubierto, además, cuán poca cultura democrática se atesora y cómo ese rencor a largo macerado, ese odio visceral e insalvable entre las dos Españas que de forma sobrecogedora plasmase La trinchera infinita, sigue todavía irracionalmente vivo entre los abanderados de la “reconciliación”, como ellos prefieren llamar a la desmemoria: el oponente sólo puede ser objeto de vilipendio y aniquilación; al enemigo, ni agua.

No pensaba reaccionar de ningún modo porque no suelo prestar oído a las sandeces y, por lo tanto, procuro no escuchar declaraciones de según qué fuentes: si por casualidad me alcanzan, por uno me entran y por otro me salen; orificio limpio de arma blanca, no hay peligro de que las esquirlas de la escoria generen infección alguna. Además, si una perdiese el tiempo con cada ocurrencia de los estultos, habida cuenta de su número y de lo prolíficos que son, jamás quedaría un segundo para las cosas serias.

No obstante, después me he dicho que era mi obligación cívica manifestarme al respecto, porque, lejos de constituir una necedad más en un amplio y variado repertorio, el incidente ilustra a la perfección esa realidad que, con infundada autocomplacencia, independientemente de nuestro color político —pues el machismo anida a izquierda y a derecha— o nuestro género —más aberrantes, si cabe, me resultan ciertas afirmaciones en boca de mujeres que de hombres, pero ahí siguen—, nos negamos a reconocer.

Muchos dirán que el muchacho no tiene la culpa, que es quien le escribe los discursos el verdadero responsable y, dada su capacidad dialéctica, la formación que ha demostrado hasta el momento y su nivel intelectual, naturalmente, me lo creo. No obstante, uno esperaría de un cargo público que, amén de saber leer en voz alta, fuese capaz de entender lo que recita como un papagayo —al menos un mínimo de comprensión lectora— y el término espíritu crítico no le resultase del todo ajeno.

Otros dirán que no debemos magnificar lo que podría calificarse de mero micromachismo. Políticamente incorrecto, sí, pero sin grandes consecuencias. Y ahí, de nuevo, disiento. Y es que ese término recientemente acuñado no me ofrece ninguna confianza; se me antoja un modo de restar importancia a lo que en realidad la tiene toda. Cuanto amontonamos en desorden bajo el epígrafe “micromachismo” no deja de ser la más palpable evidencia de lo que se oculta bajo la superficie. Denominamos micromachismos a aquellas manifestaciones del machismo que, por comparación, nos parecen menos graves. Hacer constante uso de chistes misóginos y degradantes, por ejemplo, me parece menos grave que acuchillar a la propia esposa, a priori más radical y definitivo. Así que considerémonos afortunados y satisfechos, a medio camino de la utopía, si el humor más casposo sigue generando un venenoso sustrato para futuras generaciones. Porque normalizar los micros, a la larga genera macros. Al aumento de la violencia de género entre los más jóvenes me remito.

¿Que qué correspondería hacer ahora? ¿Pedir perdón? Personalmente no lo creo. Todos sabemos que el político en cuestión no lo ha dicho por error. Donde se ha equivocado es al calcular las consecuencias. Porque cree el ladrón que todos son de su condición. Lo ha dicho, sencillamente, porque son esos estereotipos sobre la mujer los que ha mamado y, por tanto, los cree ciertos. Y un poco, también, porque está seguro de que haciéndolo saber a su público, una buena parte del cual ha mamado lo mismo que él, obtendrá beneficio electoral. Así tranquilizará a las hordas: pueden estar seguros de que él sabrá colocar de nuevo a la mujer en el lugar que le corresponde cuando llegue al gobierno… Si llega al gobierno. Porque, no olvidemos, en sus propias filas milita otra bruja —cada uno se gana sus títulos por méritos propios, no por su sexo. Entended esto como sarcasmo o no, a gusto del consumidor— de potente sortilegio a cuyo vudú aún no está claro que el prometedor estadista consiga sobrevivir.

Y, no os quepa duda, continuará…

Era más feliz cuando los culebrones venezolanos —ahora turcos, a lo que parece— sólo los daba la tele y yo podía apagarla. Vivir inmersa en uno del cual no puedes apearte tiene mucha menos gracia.



[1] Aunque, ciertamente, no faltó quien sostenía, bendita fantasía, que los rojos tenían rabo y comían niños.

 

Orfeo y las Bacantes, Gregorio Lazzarini
Orfeo y las Bacantes, Gregorio Lazzarini


Song of the Witch Kingdom, Victoria Carbol

 

Witch’s promise, Jethro Tull

TÚ PIENSA EN LA SALUD

Salome Guadalupe Ingelmo
 

Estoy viendo una vez más V de vendetta —todas parecen pocas— y una estrofa ronda mi mente cual insecto pertinaz: «E il mondo che ti dice / “tu pensa alla salute” / che c'è chi pensa a quello a cui non pensi tu».

Como casi siempre, Ligabue tiene más razón que un santo. A falta de un hervor, totalmente en Babia.

Hemos pensado sólo en la salud demasiados años y muy poco en ella durante la pandemia, cuando reclamábamos nuestro sacrosanto derecho a tomarnos una cañita a la madrileña; oscuros intereses estaban aprovechando la crisis sanitaria para arrebatarnos nuestra libertad… Intentaban controlarnos mediante Dios sabe qué diabólica tecnología oculta en las vacunas… Pero, me pregunto, ¿qué necesidad hay de controlar un cerebro habituado a no reflexionar? ¿Qué amenaza puede constituir una mente sometida y satisfecha con su cautiverio? Out of reach.

Si hubiésemos pensado menos en la salud durante décadas, otro gallo nos hubiera cantado.

Por mucho que algunos estén empeñados en hacérnoslo creer, el último centímetro, de seguro, no se ubica en un bar.

Quizá un día, como el viejo Rip Van Winkle, despertemos de nuestro largo y profundo letargo, oportunamente acunado al son de «veinte años no son nada». Para descubrir, entonces, que no era cierto.

 

El retorno de Rip Van Winkle. John Quidor, 1849
El retorno de Rip Van Winkle, John Quidor (1849)


Cosa vuoi che sia, Luciano Ligabue

AMORES CERVEROS

Cascada del Hervidero, San Agustín de la Sierra
 

Seguramente más perniciosos que el desamor, hay (malos) amores —pasiones quizá— que sólo son capaces de hundirnos en el averno, en el más degradado fango. No saben hacer otra cosa, no dan para más. Y, conscientes de ello, ignorando remordimiento, se/nos lanzan a una caída sin freno.

 

Victor Louis Mottez, Medea
Medea, por Victor Louis Mottez


Malamuri, Olivia Sellerio



Os dejo una traducción del siciliano a cargo de Riccardo Gullotta, que me parece especialmente escrupulosa.


 



EL MAUSOLEO DE MANUEL, QUE NACIÓ EN ESPAÑA

 


BELCHITE 

Un día tuvo rostro.

Hoy, son miles...

que pesan sobre quienes aún saben

lo que es la conciencia.

No se trata de memoria,

sino de decencia.

 

Con flores silvestres

tapiza la primavera vuestra espera,

pero eso no basta.

En cada casa de este país,

el peso de la sangrienta historia cuece

habas.

 

Un puchero que ya,

cuarenta años atrás muerto el perro,

aún produce rabia.

                                                       (S. G. I., Madrid 28/10/20211)

 

Entre esos cuerpos torturados y maniatados, encontrados en las fosas comunes de Belchite, pudieran estar los de varios familiares de Joan Manuel Serrat. Sólo por dar un nombre. Porque en este país, tristemente, casi cada familia se vio salpicada por la atrocidad de la guerra y los crímenes perpetrados a posteriori sobre el vencido. Un genocidio en toda regla.

Parece que ascienden a 125.000 euros los gastados por el Estado en la nueva tumba de Francisco Franco en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo (Madrid). Pongan sus descendientes reconocidos y legales el grito en el cielo o no, no es un mausoleo faraónico construido con la sangre y el sudor de presos políticos ni regado con los rezos diarios, pero nadie dudaría que se trata de un enterramiento muy digno.

Entre tanto, incluso décadas después de la muerte del dictador, muchos otros no descansan. Y para sus familiares el lecho se vuelve de abrojos y llagas.

No es piedad o revancha lo que se pide, sino justicia. Mientras una parte de este país siga sin entenderlo y la otra parte esté dispuesta a aceptar las bastardas reglas del juego impuestas a la muerte del carnicero, mientras sigamos prisioneros de aquel antiguo miedo a que la incipiente democracia se fuese al garete, no seremos una sociedad libre ni digna de respeto.



Manuel, Joan Manuel Serrat

COSECHAS DE OTOÑO

Salamandra Hervas Salome Guadalupe Ingelmo
 


La vida del escritor arraiga en una sana y equilibrada mezcla entre la disciplina, la pasión y la resistencia al dolor. Porque, sí, escribir —escribir exponiéndose— duele, como duele vivir. ¿Que cuál es el truco entonces? El truco, queridos niños, consiste en que no te importe que te duela.


 

Muerte de Hércules, Francisco de Zurbarán (1634)

Muerte de Hércules, Francisco de Zurbarán (1634)


 Lawrence de Arabia (El truco)


Jethro Tull, Salamander y Taxi Grab (1976)

Los verdaderos protagonistas estan aquí