|
Atardecer desde mi jardín |
LECCIONES DE VIDA
Inmensa la sabana en soledad.
Pocas veces habrá camaradas.
Garras y bocas hambrientas,
obstáculos y trampas…
Sin oasis ni paraísos,
será una carrera larga.
Uno con uno mismo.
Uno por los demás,
aunque todo lo demás caiga.
Sólo uno (desnudo) al final,
igual que en el primer alba.
Si no estás dispuesto a aguantar,
más vale que ni siquiera salgas.
La meta está dentro, no fuera.
Escudriña con el corazón.
Los ojos, cerrados.
Las palmas ‒siempre limpias‒ sobre los oídos,
para no escuchar sus fraudulentos cantos.
Huye, indiecito mío, de sus espejismos baratos.
No se paga la conciencia en lenguaje de ochavos.
Si te dejas juzgar por su ojo insomne,
se te quemarán los vuelos; te volverás mediocre.
Escapa del hombre sin color:
quiere enjaularte en su matiz plomizo.
Su diosa ‒ciega‒ es la estética.
Combina con todo la ambigüedad;
apenas te confíes, te hipotecarán la ética.
Corre, indiecito mío.
Adéntrate en la disuasoria sabana.
Que para cuando salga su sol
tú ya estés en la otra cara del alma.
Recuerda que la lealtad es una,
aunque mienta el reclutador
para retorcer las entrañas.
Madre es la que alimenta y protege.
No la que, de sus hijos,
no deja ni migajas:
estrategia de tierra quemada
cuando lleguen las vacas flacas.
Madre hay sólo una,
la que, con amor, su nombre se gana.
(S. G. I. Madrid, 19 de marzo de 2012)
A mi padre. A todos los que habéis sido mi padre de uno u otro modo a lo largo de mi vida. A vosotros, que me habéis dado piernas veloces con las que huir de las ciénagas impuestas y habéis intentado proteger mi vuelo.
|
Prometeo, José de Ribera |
Para escuchar a los Creedence clearwater revival interpretando Born on the bayou
Y para demostrar que los viejos rockeros nunca mueren (o lo hacen sobre el escenario) y porque resistir a los sesenta tiene mucho más mérito que hacerlo a los veinte, me quedo con John Fogerty muchos años después